miércoles, 10 de julio de 2013

CARLOS CHAGAS (ANDRE LUIZ)

Carlos Chagas
Carlos Chagas, autor de la contribución latinoamericana más importante a la ciencia médica del siglo veinte murió en 1934 en el Río de Janeiro. Son varias las razones que justifican el recordar la figura y al obre de Chagas. La primera es que ha sido el único caso en la historia de la medicina en que descubren al mismo tiempo -¡y por la misma persona!- una enfermedad infecciosa, el microorganismo que la produce y el agente biológico que la transite. La meticulosidad y la precisión de las observaciones que le condujeron a descubrir la enfermedad que lleva su nombre deben ser tomadas como ejemplo de metodología científica.
     Una segunda motivación es recrear las condiciones que hicieron posible tan portentoso descubrimiento, realizado en un ambiente desfavorable, por un médico sin formación como investigador, en un pueblo remoto de un país con poca tradición científica.
Resulte interesante destacar la secuencia que utilizó Chagas para sus observaciones ya que él usó el orden contrario al empleado habitualmente, pues primero modificó al insecto transmisor (el triatoma, “chinche hocicona” o “barbero”, llamado así por la molesta costumbre de picar a la cara de los humanos por las noches para iniciar su cena nocturna).
     Más tarde encontró en el triatoma una nueva especie de tripanosoma, al que llamó Tripanosoma cruzi (”tripanosoma”, por tratarse de un protozoario flagelado en forma de barrera y “cruzi” en honor de su maestro Oswaldo Cruz).
Finalmente, buscó con gran tenacidad hasta encontrar en el ser humano la enfermedad producida por estos tripanosomas.
     La enfermedad de Chagas puede manifestarse por síntomas agudos (fiebre, hinchazón de la cara o de los párpados y aumento de tamaño de los ganglios linfáticos), por molestias crónicas (crecimiento y falla del corazón o alteraciones del intestino grueso, entre otras) o bien pueden no producir alteración alguna, aunque el individuo este infectado con tripanosomas a lo largo de varias décadas.
     Llama por ello la atención el hecho de que pesar de que casi todas las manifestaciones de la enfermedad de Chagas, no son especificas, su descubridor no vacila con atribuirlas con una enfermedad nueva. Además, la rapidez con la que Chagas realizo sus descubrimientos contrasta notablemente con la lentitud con la que en años posteriores sé a apreciado la verdadera magnitud de la infección y la tardanza en avanzar los conocimientos sobre el cuadro clínico, el tratamiento y la patogenia de las lecciones cardiacas y gastrointestinales características de la infección.
Según la organización mundial de la salud, la enfermedad de Chagas constituye una amenaza permanente para casi la cuarta parte de la población de América latina. Esta presente en 17 países latinoamericanos, con un total estimado de cien millones de personas expuestas a la enfermedad y de 16 a 18 millones de personas infectada. La enfermedad persistirá mientras exista la vivienda inadecuada, la migración frecuente de las personas y la rápida urbanización. Hasta que no cambien estas condiciones, deberá continuarse la lucha contra la infección.
     Las crónicas de la colonización del nuevo mundo contienen referencias indirectas de la enfermedad de Changas, desde 1587 empezaron a aparecer relatos del “MAL DE BICHO” o “MAL DEL CULO”, asociadas a alteraciones del intestino grueso. También se iniciaron descripciones del triatoma, entre otras por el mismo Darwin, quien a visitar en Argentina la ciudad de Mendoza describió los ataques nocturnos del agresivo “barbero”. De hecho, una hipótesis sostiene que la muerte de Darwin fue causada por la enfermedad de Chagas.
     Nada se sabía sobre el padecimiento, hasta que al menos de dos años, Chagas realizó todo lo que había que hacer para revelar todo lo que se podía descubrir con los medios disponibles en su época.
     Los principales datos sobre la biografía de Chagas fueron escritos en 1959 por Carlos Chagas hijo, quien me envió amablemente un ejemplar hace algunos años. El hijo es un notable fisiólogo, figura respetadísima en Brasil, hizo valer su autoridad a favor de sus colegas científicos durante en difícil periodo de los gobiernos militares. Por largos años fue presidente de la Academia de Ciencias de América Latina, y de la Academia Pontificia de Ciencias del Vaticano. En esa biografía dice, con la dulzura del portugués: “é dificil ao filho fazer um retrato fiel do pai”.
     Carlos Justiniano Riveiro Chagas nace en Oliveira, al oeste de Minas Gerais, el 9 de Julio de 1879. El abuelo paterno es uno de los grandes hacendados de la región. El padre, José Justiniano Chagas, compra una plantación de café y se casa con Mariana Cándida Chagas. El pequeño Carlos queda huérfano de padre a los cuatro años cuando su madre tiene tan solo 24 años. A los 7 años es enviado al colegio de jesuitas de Tú, en el estado de Sao Paulo. En 1888 se firma en Brasil la abolición de la esclavitud, lo que da lugar a festejos ruidos y a no pocos incidentes graves. Carlos huye del colegio preocupado por la suerte de su madre, quien enternecida lo cambia de escuela a San Juan del Rey donde se encarga de su educación el padre Sacramentado. Este humanista, naturalista y poeta siembra en su joven discípulo el gusto por la observación de la naturaleza y el placer de la lectura y la interpretación artística. Se cimienta una sólida relación entre el maestro ejemplar y el alumno dedicado.
     Al terminar ese periodo de aprendizaje Chagas se traslada a Oro Prieto donde se matricula en la escuela Ingenieros de Minas, aspiración de los jóvenes pudientes de la antigua Villa Rica de la época colonial, en la que se espolvoreaba con polvo de oro las cabezas de los esclavos en las grandes fiestas.
     A los 16 años sobrevive un ataque de Beri-Beri y regresa a Oliveira, donde su tío Carlos Riveiro de Castro acaba de instalar una clínica médica y lo convence de abandonar la ingeniería para iniciar la carrera de médico, con el argumento que el país requiere con urgencia resolver sus gravísimos problemas de salud para alcanzar la independencia económica –en alguna ocasión se de escribió la situación de Brasil a principios de siglo como “un enorme hospital”. Convencido por el tío, se matriculo en la Facultad de Medicina de Río de Janeiro, azotada entonces por la fiebre amarilla.
     A pesar de que en esos años se introdujo la luz eléctrica, la dedicación de los alumnos se media todavía por él numero de velas en una noches de estudio; Carlos Chagas fue catalogado como “alumno de dos velas”. Además de su extraordinaria capacidad de trabajo destaco como estudiante por su inteligencia y tenacidad.
     Por esos años brillaba la figura de Oswaldo Cruz; Ejemplo de generosidad y desinterés logro erradicar la fiebre amarilla de los puertos brasileños. Entre el maestro, apenas siete años mayor, y el alumno se estableció una amistad ejemplar. Oswaldo Cruz después de trabajar varios años en el Instituto Pasteur de París creó en Manguinhos un instituto modelo para la producción de sueros y vacunas, en el que además se realizo excelente investigación. Envió a sus discípulos a Francia y Alemania y sostuvo un intercambio fructífero con científicos europeos que visitaban su instituto: Prowazek, Giemsa, Hartman y otros. En 1903 Cruz fue nombrado director de la Sanidad Pública brasileña, puesto desde el que reformó, en una obra titánica, la organización sanitaria de su país.
En un principio Chagas no aceptaba ingresar al Instituto Oswaldo Cruz como investigador y en su vez de ello accede a un puesto menor en un hospital de Jurujuba, en donde además abre un consultorio privado. La estrechez económica le obliga aceptar el ofrecimiento de trabajar para la compañía Docas de Santos en la prevención del paludismo que afecta seriamente a los trabajadores. A los 26 años realiza la primera campaña antipalúdica eficaz en Brasil; terminada su misión regresa a Río, donde había dejado a su familia. Ingresa entonces al Instituto Oswaldo Cruz y se dedica al estudio de los protozoarios.
     En 1908 Oswaldo Cruz encomienda a Chagas una nueva campaña contra el paludismo relacionada con la construcción del Ferrocarril Central Brasileño, esta vez en el pueblo de Lassance, en el estado de Minas Gerais. Ahí, en medio de una actividad febril que nadie puede fecundar, trabajando en un viejo vagón de ferrocarril habilitado como laboratorio, consultorio y habitación encuentra al transmisor, al tripanosoma y describe el cuadro clínico de lo que se conocerá poco después como la enfermedad de Chagas (en portugués “Molestias de Chagas”).
Lo primero que llamó su atención fue la presencia de triatomas, que se encontraban en gran número en las grietas de las paredes y los techos de las casuchas miserables de los trabajadores. Un solo jacal pudo contener centenares y hasta miles de insectos. Tan pronto como se extingue la luz, los insectos “barberos” atacan a los habitantes y desaparecen al volver la luz, haciendo difícil su captura.
     Al examinar el contenido del intestino de los “barberos” encontró grandes cantidades de triposomas. Quiso probar con monos locales si la picadura del insecto provoca alguna infección, pero al no encontrar monos exentos de infecciones sanguíneas envío triatomas infectados con tripanosomas al Instituto Oswaldo Cruz para que hiciera la inoculación experimental. Treinta días después se encontró en la sangre de un mono grandes cantidades de un tripanosoma, diferente morfológicamente de todas las especies hasta entonces conocidas. Inoculó entonces a cobayos, perros, conejos y otros tipos de monos. El triposoma produjo al cabo de varias semanas, la muerte de los cobayos y los monos.
     Después de estudiar el ciclo de desarrollo del triposoma en animales de laboratorio y en el insecto transmisor y al desconocer el huésped definitivo del parásito, realizó más investigaciones. Buscó entonces el parásito en humanos que vivían en habitaciones infectadas por los “barberos”. El 23 de abril de 1908 encontró el primer caso de triponosomiasis en una niña de dos años, de nombre Berenice; tenía la paciente fiebre elevada y crecimiento del hígado, del bazo y de los ganglios linfáticos. La hinchazón de la cara de la niña y de otros pacientes que después estudió, le hizo pensar que el parásito alteraba el tiroides, producía hipotiroidismo y en casos extrememos cretinismo.
     Inmediatamente después de haber encontrado los tripanosomas, Chagas inoculó dos cobayos y un mono tití con sangre de Berenice. Losa cobayos murieron a los seis días de la inoculación y al octavo día el mono presentó tripanosomas en la sangre. Repitió dos veces más los experimentos de inoculación de sangre de dos niños infectados; José dio resultados positivos mientras que la sangre de Joaquina no produjo infección. El mismo escribió “es importante confirmar la absoluta imposibilidad de infección accidental de los animales empleados en las pruebas ya que fueron aislados todo el tiempo en jaulas cubiertas de tela fina para protegerlos de la picadura de insectos hematófagos. Por otro lado, estos resultados están en acuerdo completo con los experimentos de laboratorio realizados con la técnica más estricta, libre de cualquier fuente de error, que fueron la base de nuestras conclusiones finales”
     Entre los muchos hechos notables relacionados con el descubrimiento de la enfermedad de Chagas destaquemos uno más. A pesar de que en sus experimentos los animales morían rápidamente a consecuencia de la infección con el tripanosoma, Chagas previó la posibilidad de que existieran manifestaciones crónicas de la enfermedad; algunas no fueron encontradas por los médicos brasileños sino hasta medio siglo después de la descripción original.
     En 1909 Chagas anuncio su descubrimiento en dos comunicaciones breves en los Andes del Instituto Oswaldo Cruz y ese mismo año publico un informe completo sobre la enfermedad, el parásito y los resultados de los experimentos que realizo para demostrar la infectividad del agente etiológico.
     El éxito fue completo e inmediato. Una delegación de médicos e investigadores dirigida por Oswaldo Cruz se trasladó a Lassance para visitar a Chagas; Después de examinar sus hallazgos decidieron dar el nombre de su colega a la nueva enfermedad. Miguel Couto, el médico clínico más apreciado de su tiempo en Brasil lo contó así:
“Carlos Chagas nos esperaba con su museo de rarezas - varias docenas de pacientes de todas ellas edades, algunos idiotas, otras paralíticos, otros cardíacos, tiroideos, mixedematosos y astémicos. Sobre la mesa había desparramados microscopios que mostraban tripanosomas en movimiento o lesiones patológicas. En las jaulas se encontraban animales de experimentación infectados y frascos llenos de triatomas en todos los estados de desarrollo…. Todos los elementos de su demostración fueron examinados por nosotros. Los médicos ahí reunidos, autoridades indiscutibles no tuvieron nada que añadir o negar al análisis de los síntomas o a sus interpretaciones… fue un trabajo definitivo, al que el tiempo añadiría detalles, sin modificar la concepción original”.
     Fue el propio Couto quien, en una solemne cena de académicos médicos, anunció a Chagas, que la enfermedad había sido bautizada con el nombre de su descubridor. En 1919 recibió el primero y el más preciado de los premios, que vendrían después en cascada: el Premio Schaudinn, otorgado cada cuatro años al mejor trabajo en parasitología y medicina tropical en el mundo.
     A medida que aumentó su prestigio por el descubrimiento, incrementó su voluntad por fomentar la salud pública. Realizó con éxito la campaña para controlar la gripe española que hizo terribles estragos en la población del Río de Janeiro. Al crearse el nuevo departamento nacional de salud publica, aceptó el puesto del director general. Desarrolló campañas contra la tuberculosis, sífilis y la lepra, como parte de una profunda reorganización administrativa que realizó entre 1920 y 1926.
En 1925 Chagas fue presa, como otros muchos grandes descubridores, de la envidia y insidia; un grupo de académicos puso en duda la importancia e inclusive la existencia misma de la enfermedad de Chagas, obligándole a hacer en la Academia de Medicina una larga réplica de varias horas, de la que salió triunfante. Sin embargó, por muchos años quedó la falsa noción de que la enfermedad de Chagas no era un problema de salud pública. Profundamente
     De 1926 a 1934 transcurrieron los años más tranquilos y felices de su vida, colmado de honores y de amistad con grandes científicos europeos. Finalmente creo el Centro Internacional de Leprología en Río, del que asumió la dirección.
     Carlos Chagas murió a los 55 años en su mesa de trabajo a consecuencia de un infarto cardiaco. El día anterior –cuenta su hijo- preparó hasta la una y media de la noche la conferencia que debía dar ese día sobre u tema que conocía mejor que nadie… ¡la enfermedad de Chagas!
Chagas pudo hacer posible el sueño de su juventud: contribuir a mejorar el estado de salud de su país. En sus cuadernos de trabajo hizo anotaciones, reflejos fieles de la profunda motivación de su vida profesional: “En estas tierras feraces, recubiertas palmo a palmo de vegetación exuberante, de abundantes frutos y flores maravillosos; en esta fecundación y opulenta naturaleza tropical las mismas energías creadoras que estimulan y fortalecen la vida animal y vegetal hace nacer y proliferar factores de destrucción y de muerte… que agreden constantemente el organismo humano”. En otra ocasión lo escribió “al lado de privilegios incomparables hay graves defectos que corregir, al lado de la vida exuberante la muerte acecha constantemente”. Un año antes de su muerte dijo a una generación de médicos graduados: “Señores las aplicaciones prácticas de la higiene y de la medicina tropical a destruido el prejuicio de un clima fatal; el método científico a conquistado la insalubridad de los trópicos”.
     Más de una vez los historiadores médicos anglosajones se han preguntado ¿qué sucedió? ¿Cómo es posible que en un remoto pueblo brasileño se hicieran una de las contribuciones más grandes de la medicina?. Se dieron en Chagas una conjunción de factores afortunados: inteligencia, capacidad de trabajo, creatividad, recia formación, estimulo de maestros excepcionales y colegas médicos, compatriotas y del extranjero. Pero sobre todo ello, la motivación fundamental parece haber derivado de su inconformidad por la miseria en la que vivía la gente del campo y de su voluntad férrea por remediar la angustia y precaria situación de salud.
     Por todo ello, recordar la vida y la obra de Carlos Chagas no es solo un ejercicio académico; es una lección sobre la fuerza de la inteligencia puesta al servicio de la voluntad de mejorar la suerte de los desposeídos.
     Extraído Martínez-Palomo, A., 1996, Capítulo X, “Ciencia, Salud y Desarrollo”, El Colegio Nacional, p: 117- 125, México.

Biografía:
     Chagas, Carlos (1879-1934), médico brasileño, conocido por el descubrimiento de la enfermedad que lleva su nombre (véase Tripanosomiasis) y también por la erradicación de la malaria por medio de la eliminación, mediante insecticidas, de los mosquitos transmisores del agente causal.
Nació en Oliveira el 9 de julio de 1879. En 1903, se licenció en Medicina en Río de Janeiro. Un año antes había ingresado en el Instituto Seroterápico de Manguinhos (actual Fundación Oswaldo Cruz), del cual, a partir de 1917, asumió la dirección, sustituyendo a su maestro y amigo Oswaldo Cruz. En 1925 fue nombrado profesor de Medicina tropical en la Facultad de Medicina de Río de Janeiro.
     En 1905 organizó y dirigió una campaña contra la malaria aplicando el uso de insecticidas para erradicar la enfermedad. Descubrió el protozoo causante de la tripanosomiasis americana en 1909, cuando dirigía una comisión, iniciada dos años antes, encargada de combatir dicha enfermedad en el estado de Minas Gerais. En homenaje a Oswaldo Cruz, se le dio el nombre de Trypanosoma cruzi (véase Tripanosoma). Su estudio sobre esta enfermedad, conocida mundialmente como mal de Chagas, ha sido el más completo hasta ahora realizado por un único investigador. Tal estudio comprendía todos los aspectos de la enfermedad: anatomía, patología, epidemiología, etiología, formas clínicas y medios de transmisión.
     Sus hijos, Evandro y Carlos Chagas también se dedicaron a la carrera científica. Carlos Chagas murió en la ciudad de Río de Janeiro en 1934

No hay comentarios:

Publicar un comentario