LA ESTRUCTURA DE LA PERSONALIDAD; LA MENTE HUMANA Y EL ORDEN SOCIAL; PSICOLOGÍA DE LA INCULTURA; EL FUTURO DE LA MENTE HUMANA Y EL
ORDEN SOCIAL
PRIMERA PARTE
EL ORIGEN DE LA MENTE
Todo procede de algo. La mente
humana no escapa tampoco al dictado de esta ley. La mente humana no
puede entenderse desde sí misma. El hombre es capaz de indagar en
sus propias vivencias y de comprenderse a sí mismo por la vía de
introspección.
EL HOMBRE ANTES DE ADÁN
La historia antes de Adán no
constituye una explicación científica de la biogénesis del hombre.
Al igual que el resto de los grupos biológicos, el hombre desciende
de otras especies inferiores que lo precedieron en el milenario
proceso de la filogénesis. Antes de que la especie humana que hoy
domina el planeta, hiciera su aparición en el Pleistoceno, hace unos
doscientos mil años, otras especies muy parecidas a la nuestra
habían existido ya sobre el planeta durante de cientos de miles de
años. Antes ya habían existido otras especies pertenecientes
también al género homo. Hasta llegar a nosotros, la naturaleza
llevó a cabo una larga serie de transformaciones biológicas que se
designan con el nombre de hominización.
Si la evolución es compatible o no
con el materialismo, y si la materia o realidad originaria de que
procede toda la evolución es eterna o fue creada por Dios, como
creemos, constituye una radical cuestión filosófica y teológica,
que no puede ser resuelta por los hombres de ciencia.
En ocasiones repetidas, el hombre
ha estado a punto de darse cuenta de que la realidad, tal y como se
nos presenta, es fruto de un largo proceso de transformación.
Aristóteles, creía, como buen fijista, que el Sol y las estrellas
no habían nacido ni perecerían nunca, sino que eran "idénticos
y perdurables a través del tiempo infinito". Aristóteles
estaba muy lejos de ser un pensador evolucionista; entre otras cosas,
su teoría de la sustancia era muy poco compatible con la idea de que
unas especies pudieran transformarse en otras. Las formas específicas
de Aristóteles eran inmutables, y nada hubiera sorprendido más al
filósofo griego que oír que unas especies procedían de otras.
En 1695, un célebre médico
inglés, coleccionista de fósiles, seguía afirmando que en la
creación "no hay faltas ni defectos, y nada puede
mejorarse...". en pleno siglo de las luces, los cambios
naturales, cuando se reconocían, tendían a ser interpretados como
degenerativos, o sea, como regreso o degradación de una edad de oro
en que la creación había sido perfecta. La idea de que lo superior,
el hombre, pudiera proceder de lo inferior. Tardó mucho tiempo en
imponerse.
Herbert Spencer, destacado filósofo
del siglo pasado, formuló hacia 1850 una de las primeras teorías
generales de la evolución. Este filósofo afirmó que todo el
dinamismo cósmico había estado regido por una ley de diferenciación
y complejidad crecientes: diferenciación de la materia, primero; de
la vida después; y de la sociedad, por último. Después, Charles
Darwin se decidió por fin a publicar el origen de las especies, una
obra menos general pero más científica. En esta obra magistral,
Darwin demostró cumplidamente que, desde hacía millones de años,
la vida evolucionaba con arreglo a unas leyes relativamente simples.
Para Darwin las cosas ocurrían del modo siguiente. Todas las
especies tienden a multiplicarse hasta el punto en que lo permiten
los recursos de sus diferentes hábitats. Ahora bien, como los
recursos no son infinitos, ocurre que se establece una lucha por la
supervivencia o lucha por la vida, en la cual perecen los ejemplares
menos aptos, y sobreviven los mejor adaptados. Al sobrevivir los
mejor dotados, la descendencia de estos, más numerosa y mejor
dotada, tiende a sobrevivir más que la descendencia de los menos
aptos; con lo cual, generación tras generación, la selección
natural, se encarga de ir modificando poco a poco la naturaleza de
las especies hasta originar otras nuevas. Naturalmente, cierta
estabilidad del medio, provoca con el tiempo un equilibrio biológico,
donde cada especie ha llegado, por decirlo así, a su óptimo de
posibilidades adaptativas mediante una adaptación especializada a
sus condiciones ecológicos o ambientales. Sin embargo, al producirse
cambios en el medio ambiente, cambios climáticos, por ejemplo, tal
equilibrio se rompe y es preciso que los individuos tengan que volver
a adaptarse a las nuevas condiciones. En esta esfuerzo, algunas de
las especies perecen, mientras otras dan origen a variantes que
consiguen adaptarse a las nuevas condiciones de vida, hasta
constituir nuevas especies, etc. A Darwin le faltaban muchos
elementos de juicio para formular una teoría de la evolución de las
especies que pudiera estar al abrigo de toda crítica.
La aparición de los primeros seres
vivos, las huellas de los primeros seres dotados de vida, se remontan
a un periodo que se aproxima a los 2000 millones de años. En ese
periodo, la vida comenzó a emerger de la materia, y desde entonces
acá, el proceso ha continuado en un sentido de continuo
perfeccionamiento biológico.
Es evidente que lo superior procede
de lo inferior. De la materia inorgánica surgió la orgánica, y de
las primeras aglomeraciones vitales, las quimiobacterias y
fotobacterias, y así hasta llegar a los primates y al hombre.
Admitir esta realidad ha sido, al parecer, muy difícil para los
espiritualistas exagerados. No hace más de diez o quince años,
algunos fijistas recalcitrantes, mantenían todavía que la materia,
con sus energías físicoquímicas, no basta para producir la vida ni
pudo bastar para su primera producción. Estos fijistas llegaban en
sus concesiones hasta admitir que quizás la ordenación del universo
en galaxias, sistemas, etc., a partir de una originaria nebulosa de
hidrógeno, fuera concebible sin más intervención divina que la de
un acto divina que la de un primer acto de la creación; pero no así
la aparición de la vida, acontecimiento singular que requeriría un
nuevo y especial acto creador de Dios.
La vida no ha existido siempre, y
las especies superiores tampoco. En consecuencia, si no se quiere
tener que recurrir a creaciones milagrosas continuas, es preciso
admitir que la vida procede de la materia inorgánica y que las
especies superiores se derivan de las inferiores.
El proceso de hominización
Probablemente, los restos de los
primeros microorganismos que aparecieron en el planeta han
desaparecido para siempre. La carencia de partes duras en esos
primeros seres vivos y la metamorfosis de las rocas del primer
período arcaico permiten augurar que la historia de los primeros
pasos de la vida en nuestro planeta permanecerá desconocida para
siempre. Los primeros conglomerados orgánicos se originaron en las
aguas cálidas de los océanos de hace más de 2000 millones de años.
En estos primeros conglomerados orgánicos, se supone que fueron
diferenciándose gradualmente algunos órganos elementales, como los
orificios bucales y excretorios o los flagelos de las algas, que
fueron posiblemente los primeros antecedentes de los órganos de
locomoción autónoma de los seres vivos.
Los primeros prehomínidos hicieron
su aparición en el Mioceno, transcurrieron más de 2000 millones de
años de filogénesis. Tan sólo desde el Silúrico inferior, en el
que parecen los vertebrados ancestrales, hasta el momento en el que
emergen los primeros hominoideos, transcurre nada menos que un lapso
de cerca de 500 millones de años.
De una rama del mismo tronco del
que proceden los actuales póngidos (Familia
de primates arbóreos que incluye a los monos antropomorfos,de
cerebro muy desarrollado, complexión robusta, carentes de cola y con
extremidades anteriores muy desarrolladas con manos de pulgar
oponible, caminaban semi-erguidos.) o
descienden también nuestros remotos antepasados, los
australophitecos o parántropos. Todavía eran muy semejantes a los
actuales antropomorfos, estos australophitecos poseían una faz
hocicada y una frente huidiza, con un cráneo hundido con una
capacidad craneal que oscilaba entre los 500 y los 600 cm3.
No está muy claro que los
australophitecos fueran un precedente directo de los posteriores
pitecántropos. Más bien parece que representaron simplemente una
línea divergente, una especie a extinguir que, aunque procedente del
mismo tronco básico de los primates, siguió una dirección distinta
de la que condujo a los genuinos homínidos. Ya en esta línea y
hacia la misma época en que vivió el australophiteco, aparece el
homo habilis, posible antecesor del homo erectus.
En cualquier caso, se sabe que el
Pithecanthropus erectus, descubierto en Java por el médico holandés
Eugène Dubois en 1891, vivió aproximadamente medio millón de años
después que los australopitecos y el homo habilis, y que representa
un paso más definido en el proceso de hominización. Claramente, los
pitecántropos representan uno de los eslabones perdidos profetizados
por Darwin, y aun cuando su mentón rudimentario, su coronilla plana,
sus grandes arcos superciliares y su faz hocicada manifestaran
características todavía muy alejadas de las del hombre actual, su
capacidad craneal se acercaba a los 1,000 c.c. y superaba con mucho a
la de sus predecesores los australopitecos, y también a la de los
simios actuales. Este grupo hominoideo, que aparece en el Pleistoceno
medio y al cual pertenecen también muchos ejemplares del
Sinamthropus (1,000-1,100 c.c.), corresponde a una fase de
hominización rudimentaria. Reconstruyendo su vida, habitaban en
cavernas, utilizaban el fuego, tallaban piedra y hueso, cazando
animales grandes (elefantes, rinocerontes, bisontes, oso, antílopes,
etc.); pero les faltaban dos ingredientes básicos: un cerebro más
desarrollado y cultura. Esos alardes venatorios de los pitecántropos
suponían una labor de equipo y un lenguaje elemental capaz de
mantener una organización social mínima. El nivel de hominización
parece haber sido muy rudimentario. Practicaban el canibalismo, como
los actuales antropófagos melanesios, de extraer los cerebros de los
muertos para saborearlos como exquisitas golosinas. Su cultura fue
más bien una precultura. Una organización social mínima en que
unas técnicas subsistenciales rudimentarias estaban al servicio de
fines vitales de pura supervivencia.
Hacia la mitad del segundo
interglacial los pitecántropos se extinguieron y fueron sustituidos
por grupos ya muy cercanos al homo sapiens de Neanderthal. Cuando
este grupo, que dura unos cien mil años se extingue, ya han
aparecido los primeros ejemplares del género humano propiamente
dichos, esto es, los paleántropos de Neanderthal, de Rhodesia y de
Solo, que poseen ya una frente recta, y una dentición que demuestra
que las manos han sustituido al hocico en muchas funciones
adaptativas, una capacidad craneal muy semejante a la nuestra y una
cultura típica del paleolítico inferior. Sabían utilizar el fuego,
enterraban a sus muertos de acuerdo con ritos que suponían ciertas
creencias religiosas, se pintaban los cuerpos, usaban amuletos y
practicaban ritos de caza. Biológica y culturalmente, el hombre de
Neanderthal, había traspasado ya los niveles de la animalidad. En el
tercer período interglacial, cincuenta mil años atrás, esta
especie desapareció sin dejar apenas rastro, y en toda la superficie
del planeta quedó, como único representante del género homo, el
hombre de Cromagnon, que venía compartiendo la escena paleolítica
con el hombre de Neanderthal, quizás desde hacía más de 100,000
años.
A partir de entonces, una sola
especie, la nuestra, quedó a la cabeza del largo proceso evolutivo
que, a grandes rasgos acabamos de describir.
Con su cerebro más desarrollado
(1,750 c.c.), este hombre nuevo, neoántropo, produjo una cultura que
se desarrolló relativamente poco durante los 100,000 años del
Paleolítico superior, pero que a partir del Mesolítico y del
Neolítico, comenzó a progresar con ritmo creciente, hasta
desembocar en la civilización actual. Biológicamente, apenas podían
encontrarse diferencias sensibles entre los primeros hombres de
Cromagnon y nuestros contemporáneos; pero las diferencias culturales
que nos separan de ellos son fabulosas, al menos en lo que respecta
al conocimiento y dominio del mundo exterior.
A juzgar por lo que opinan algunos
biólogos especializados en anatomía del cerebro, la evolución del
cerebro humano todavía no se ha detenido; concretamente, hay
indicios de que los polos frontales del mismo, es decir, la zona del
córtex que más directamente parece intervenir en el ejercicio de
las funciones intelectuales superiores, continúa presionando sobre
el cráneo en una especie de forcejeo para agenciarse un mayor
espacio para su expansión.
A partir de determinado momento de
la evolución biológica, lo que entra en juego para continuar el
progreso de la especie, es un factor nuevo: la cultura, la
acumulación y transmisión de conocimientos.
LA MENTE Y LA CULTURA
Para expresar el giro que
experimentó la vida en nuestro planeta, el día en que se completó
el proceso de hominización, nada mejor que reproducir las palabras
de un contemporáneo de Darwin, Alfred Russel Wallace, que a la par
que él formuló algunas leyes importantes de la evolución
biológica:
“Desde el momento en que la
primera piel fue usada como prenda de abrigo, desde el instante en
que por primera vez se utilizó una lanza para la caza, o se plantó
la primer semilla, se realizó una gran revolución en la naturaleza,
una revolución sin paralelo en todos los milenios anteriores, porque
acababa de surgir un ser que no necesitaba seguir sujeto por más
tiempo a los cambios de la naturaleza, un ser que en algún aspecto
era superior a la naturaleza misma, por cuanto sabía como controlar
y regular sus operaciones, y podía mantenerse en armonía con ella,
no a través de cambios corporales, sino mediante un avance de la
mente... El hombre no había simplemente escapado al dictado de la
"selección natural", sino que incluso había obtenido para
sí una parte del poder que, antes de sus aparición era ejercido en
exclusiva por la naturaleza misma. Podemos, pues, prever un tiempo en
que la tierra sólo producirá plantas cultivadas y animales
domésticos, un tiempo en que la selección humana habrá desplazado
a la selección natural...”
Este tiempo ha llegado ya, si bien
no bajo el signo paradisíaco que se prometía Wallace. Cada vez
resulta mas dudoso que para convertir la tierra en un paraíso baste,
según creía Wallace que el hombre desarrolle sus aptitudes
superiores. El ser humano puede respetar al prójimo, por desgracia,
atropellar sus derechos y exterminarlo. La raíz de estas opciones no
está sólo en las aptitudes, está también en el estilo de vida
impuesto por la cultura.
Una vez pasado el Rubicón psíquico
de la hominización, el hombre comienza la construcción de la
cultura y, con ella, el camino de su humanización. La cultura hay
que crearla, y nada hay en la dotación biológica del hombre que le
diga exactamente cómo.
Las estructuras neurobiológicas
que abren al hombre el mundo del pensamiento son neutrales, respecto
al tipo de cultura que puede hacerse con ellas.
De lo que se trata es de decidir si
el progreso biológico de hominización, tiene una continuación
histórica en un proceso de humanización asimismo progresivo e
irreversible.
El progreso humano
Por supuesto, muchos filósofos,
historiadores, sociólogos y antropólogos, han pretendido responder
a esta pregunta que acabamos de hacernos. Sin embargo las teorías
sobre el progreso son relativamente modernas. Para la mentalidad
antigua el cambio implicaba una degeneración o pérdida de calidad
de las cosas.
Los antiguos doctrinarios del
progreso florecieron al filo de la Ilustración y de la Revolución
francesa. Tanto el idealismo alemán, con Hegel como representante,
como la filosofía positivista de Auguste Comte y Herbert Spencer
pretendieron formular esquemas generales de la evolución histórica
de la humanidad.
Sin embargo, tan sólo cuando la
antropología de fines del siglo XIX se dedicó a investigar a fondo
las culturas primitivas, las posibilidades de llegar a una ciencia de
la evolución de la cultura comenzaron a vislumbrarse con alguna
claridad.
Para Darwin o Spencer, la
aplicación de las leyes de selección natural al ámbito del
progreso humano, no significaba la eliminación de los débiles por
los más fuertes.
Darwin en "el origen de las
especies", está en la línea dura del liberalismo económico de
su tiempo, cuyos exponentes más calificados, como Ricardo, Malthus,
y el propio Spencer, llegaron a escribir páginas de una dureza
increíble, comparable a las doctrinas del superhombre de Nietzsche y
del nazismo.
Es prácticamente imposible
presentar una teoría del progreso humano en que encajan a la
perfección todos los datos históricos y arqueológicos conocidos.
Es todavía más inconcebible pensar que se ha llegado al estado
actual de la humanidad sin pasar por un proceso evolutivo. Algunas
etapas de este proceso parecen perfilarse vagamente en sus líneas
generales, y aun cuando sea imposible profetizar, cuáles hayan de
ser las características de la sociedad futura, sí cabe asegurar, en
cambio, que hasta ahora la humanidad ha recorrido un camino histórico
progresivo en que no se han registrado regresiones sustanciales. Al
hablar de progreso, es preciso distinguir dos dimensiones del mismo:
progreso científico y técnico, de una parte, y de otra, moral y
artístico.
Es difícil demostrar que la
humanidad, al menos la humanidad histórica, ha progresado
sensiblemente en el orden moral y artístico. Es difícil demostrar
que las pinturas rupestres del Paleolítico superior sean
artísticamente inferiores a la producción pictórica de nuestra
época.
El período nomádico y recolector
del Paleolítico duró varios cientos de miles de años, la
revolución neolítica supuso el paso a un régimen de vida más
estable y civilizado que duró unos diez mil años, y desde entonces
acá, los acontecimientos se han ido precipitando sensiblemente.
Desde fines del S. XVIII hasta hoy, el mundo civilizado ha sufrido no
menos de tres revoluciones técnicas: la primera revolución
industrial, entre 1769 y 1850, la de fines de hace dos siglos y
principios del XX, y la que se está operando desde la última guerra
mundial.
En el hombre cabe distinguir un
cerebro interno, responsable de la vida instintiva y visceral,
llamado paleoencéfalo, y un cerebro externo, al que corresponde la
corteza cerebral, del que dependen las funciones cognitivas más
diferenciadas; es decir, aquellas operaciones cognoscitivas
superiores de que indudablemente depende el progreso científico y
técnico.
Así como el neocórtex ha
evolucionado notoriamente desde hace unos 100 millones de años,
hasta alcanzar el estado de hiperdiferenciación que posee en el ser
humano, el desarrollo del cerebro interno permanece más o menos
estacionario, en un estadio evolutivo parecido al que ya había
alcanzado durante el período de los mamíferos inferiores.
La humanidad, a partir de una
tecnología rudimentaria puesta al servicio de unos fines biológicos,
ha ido ascendiendo a niveles históricos de mayor calidad a través
de un proceso en el cual, el progreso técnico ha facilitado la
mejora de muchos aspectos del vivir.
La evolución de la mente humana
El progreso de la civilización
vendría a ser como la manifestación tangible de un progreso mental
de la especie. La hominización biológica se continuaría así con
una humanización histórica de la cual el progreso cultural
constituiría la cara exterior, y la evolución psíquica, su
dimensión interna y creadora.
Algunos pensadores dividían el
progreso de la humanidad en etapas que correspondían a supuestos
estadios evolutivos de la mente humana. Otros mantenían también
teorías muy generales sobre la forma en que la mentalidad del hombre
primitivo había concebido la realidad en términos de tótems y
fetiches, antes de pasar a la fase de las creencias politeístas
míticas y religiosas.
EL DESARROLLO HUMANO
Para llegar a su plenitud psíquica,
el ser humano ha de recorrer un complejo camino que refleja el de la
evolución de las especies. A esta evolución individual se la conoce
con el nombre de ontogenia.
Los estadios del desarrollo humano
Mucho antes de poseer una
conciencia desarrollada, el sujeto humano manifiesta una actividad
comportamental mediante la cual contribuye esencialmente al
mantenimiento y desarrollo de su vida.
El perfeccionamiento gradual de
semejante actividad se estudia en la psicología evolutiva. Antes de
llegar a la fase de madurez propia del adulto, el psiquismo humano
atraviesa una serie de estadios que han sido estudiados con gran
paciencia y detalle. Tales estadios son como momentos o fases
relativamente homogéneos que cabe distinguir en el ciclo vital y que
aparecen con cierto orden.
En el ciclo vital se distinguen
tres grandes períodos: desarrollo, madurez y vejez. El primero va
desde el nacimiento hasta los 25 ó 30 años, y comprende la
infancia, niñez, adolescencia y juventud. La madurez o período de
relativa estabilidad y plenitud vital, que va desde los 25 ó 30 años
hasta los 55 ó 60, edad en la que comienza el período involutivo.
El papel de la herencia
¿Habrá que pensar que todo en el
hombre es adquirido y que la herencia no juega ningún papel en el
problema del cociente intelectual o de otras características
biológicas? No es esto lo que debemos deducir de cuanto hemos dicho
hasta ahora.
Cuando el medio social en que se
desenvuelven las parejas de gemelos no varía mucho, la herencia
condiciona aproximadamente un 80% de la capacidad intelectual.
Al variar los ambientes, el índice
de correlación disminuye, pero levemente; lo cual indica que, cuando
la herencia es idéntica, las variaciones menores del medio carecen
de importancia. Por supuesto, si las variaciones del medio aumentaran
mucho, el efecto debido a la herencia disminuiría proporcionalmente.
SEGUNDA PARTE
LA ORGANIZACIÓN DE LA MENTE; EL SISTEMA NERVIOSO Y EL
COMPORTAMIENTO HUMANO
La evolución de la vida, parece
haberse desarrollado como si su eje o vector central de progresión
hubiese sido el de cerebración creciente. La vida ha evolucionado
como si su finalidad principal hubiera sido la producción de
especies dotadas cada vez de mayor capacidad cerebral.
Conviene dejar señalado desde
ahora que las primeras integraciones vitales de la materia alcanzaron
su rudimentaria unidad funcional a través de sistemas fisicoquímicos
de correlación orgánica, muy anteriores a la aparición de todo
sistema nervioso.
El primer sistema nervioso surgió
como una indiferenciada retícula, que en un animal parecido a la
medusa, fue aglomerándose en una especie de nódulo, o polo central,
que poco a poco asumió la función de mediar entre las irritaciones
provocadas por la acción estimulante del medio y las contracciones
correspondientes de los órganos de la acción de la acción.
Gradualmente, este polo mediador fue complicando sus funciones de
mera comunicación entre los estímulos y las relaciones motoras ad
extra. También la coordinación de los procesos de adaptación
interna del organismo fue poco a poco siendo asumida por el cerebro,
el cual concluyó así por convertirse en el órgano regulador por
excelencia de toda la actividad comportamental.
El comportamiento, la conducta y la
conciencia
¿Qué entendemos por
comportamiento?
Las definiciones perfectas de las
cosas reales son imposibles. El comportamiento humano, en líneas muy
generales, es nuestro modo de existir en el mundo, es decir, consiste
en todo aquello que hacemos para cuidar, mantener y desarrollar
nuestra vida.
La estructura funcional del sistema
nervioso
La unidad básica del sistema
nervioso es la neurona, cuya función principal es la conducción de
los impulsos nerviosos. Estas neuronas, de las que el cerebro humano
cuenta con unos 10000 millones de unidades, se articulan anatómica y
funcionalmente en una complejísima manera, que aquí podremos apenas
esbozar.
Desde un punto de vista estructural
muy amplio, cabe distinguir en el sistema nervioso tres momentos
básicos de honda significación psicológica:
1.- una primera fase de entrada o
recepción de estímulos y de transmisión de los correspondientes
impulsos nerviosos hacia el centro del sistema, la cual denominaremos
momento de la aferencia.
2.- un período de elaboración
central de las aferencias a distintos niveles de complejidad, al que
llamaremos momento de la integración.
3.- una fase final en la que el
cerebro inicia los impulsos de salida que han de enervar los
movimientos glandulares o musculares correspondientes a la acción;
este momento es el de aferencia.
Los cerebros electrónicos
La cibernética está contribuyendo
de forma notable al desarrollo de casi todas las ramas del saber
humano, entre ellas, al de la biología del cerebro. Pero los
ordenadores no son cerebros y no piensan. Son sistemas de retroacción
muy rápidos y precisos, que permiten efectuar con infinita rapidez
operaciones de cálculo que el cerebro humano lleva a cabo con mayor
lentitud, pero nada más. Los sistemas cibernéticos son sistemas
retroactivos artificiales que guardan tan sólo cierta analogía con
un ser vivo. Los sistemas cibernéticos son incapaces de
autoorganizarse y reproducirse; es decir, de progresar por sí mismos
en el camino de la diferenciación, asimilando energía del exterior.
No se trata de negar con esto el apasionante interés del mundo de la
cibernética tiene para la neurofisiología y la psicología. Sólo
queremos decir que los ordenadores no "piensan",
simplemente potencian la actividad intelectual de sus creadores, los
hombres, en un sentido análogo a como cualquier otro instrumento
creado por la técnica magnífica y amplía las posibilidades de la
acción humana.
LA PERCEPCIÓN DE LA REALIDAD
La forma en que la subjetividad
humana está adueñada de sí misma culmina en la conciencia refleja
de un yo que no sólo conoce lo que hay fuera de él, sino que a la
vez se conoce de alguna manera a sí mismo.
La estructura de esta conciencia,
muy difícil de definir, pero vagamente describible en principio como
tener noticia o "darse cuenta de", ha sido muy estudiada en
los tiempos modernos por una corriente filosófica que se conoce por
el nombre de fenomenología. Los representantes de esta corriente, se
ocuparon de poner de manifiesto que la propiedad esencial de la
conciencia es la de estar siempre referida a algo, la de ser
"conciencia de", esto es, la de ser intencional.
La configuración de los estímulos
Tratándose de objetos físicos, no
percibimos sólo lo que tenemos enfrente; percibimos también lo que
llevamos dentro. Muy poca información sensorial nos basta por lo
común para poner en marcha los procesos perceptivos con que captamos
lo esencial, el significado de una estimulación, que así se nos
aparece ya como un objeto determinado y no como un mosaico de
cualidades sensoriales sin orden ni concierto.
Los psicólogos de una escuela
alemana llamada de la "forma" estudiaron en su día algunas
de las condiciones que favorecían la unificación figural de los
estímulos. Por simple que sea, toda experiencia visual se nos
articula espontáneamente en forma de fondo y figura. Esos atributos
radicales de nuestra percepción, esto es, la figura y el fondo,
posee diversas propiedades que han sido investigadas muy a fondo por
la escuela de la Gestalt o escuela de la forma.
La figura tiene forma y contornos
acusados, y el fondo carece de ellos. La figura tiene un carácter de
cosa dura, sólida, compacta y firme, mientras que el fondo posee un
carácter más vago y difuminado. La figura posee un color de
superficie, y en el fondo los colores son más transparentes. Y
algunas diferencias más.
El aprendizaje onírico
La viabilidad de este aprendizaje
onírico se ha discutido mucho últimamente. Los psicólogos rusos
que han trabajado en este campo pretenden haber demostrado que el
hombre puede acumular conocimientos que le son suministrados
auditivamente durante el sueño y a niveles de tan leve intensidad
que no perturban el descanso. Los psicólogos americanos e ingleses,
mantienen la opinión de que los sujetos aprenden, pero no mientras
duermen, sino durante una especie de duermevela en que no cabría
hablar de sueño genuino. Con estas experiencias se ha abierto un
nuevo camino hacia el interior de la mente.
LOS SABERES DEL HOMO SAPIENS
Todos los organismos saben como
conducirse; pero ninguno de ellos tiene que inventarse su vida, como
en rigor ha de hacerlo el hombre.
Los animales vienen al mundo
apertrechados con un impresionante arsenal de instintos que desde un
principio los capacitan para adaptarse al medio natural que les
corresponde y en el cual quedan ya de por vida enclasados. Los
instintos se vengan. Los instintos facilitan la instalación del
organismo en la vida, a través de unas pautas innatas de
comportamiento que no hay que aprender o, para ser más exactos, que
hay que aprender en muy escasa medida.
Las especies superiores comparten
también con el ser humano la capacidad de aprender observando y la
capacidad de aprender por imitación; no debemos olvidar que a los
niños se los califica a menudo de monos de imitación.
El desarrollo de la inteligencia
La inteligencia comienza por ser
una función biológica y posee unos limites específicos que varían
de individuo a individuo dentro de la especie. Cada persona viene a
la vida con un techo intelectual determinado de antemano por la
herencia o procesos ocurridos durante la gestación. Lo que ocurre es
que la mayoría de las personas permanecen durante toda su vida muy
por debajo del límite de sus posibilidades. La superioridad de los
genios no se debe exclusivamente a los elevados cocientes
intelectuales, con que una naturaleza generosa ha querido dotarlos,
sino asimismo a las posibilidades que les brinda su circunstancia
social y, muy especialmente, al esfuerzo personal por realizarle a
fondo como individuos.
LOS DESEOS DEL HOMBRE
El hombre según San Agustín, es
deseo: "inquieto está su corazón y no descansará hasta que
repose en Dios”. Los psicólogos de hoy, continúan no obstante,
insistiendo en la importancia que el deseo tiene en la vida humana,
de la cual en el fondo es raíz: no desear nada es, en efecto, una
enfermedad mortal para el ser humano.
La frustración de los deseos
Para bien o mal, muchísimos de
nuestros deseos, intenciones e impulsos, son bloqueados e
interceptados por una serie de barreras, que en definitiva, nos
impiden satisfacerlos.
Cuando los impulsos que conducen a
la satisfacción de éstas necesidades son interferidos,
interceptados o malogrados por barreras u obstáculos, se produce la
frustración; es decir, se produce un estado emocional de tono
desagradable, muy complejo, en el que pueden entrelazarse
sentimientos y emociones, que van desde la confusión, la inquietud o
la desazón, hasta un enojo declarado y una respuesta agresiva contra
el objeto o la persona causante de la frustración, pasando por
sentimientos de vergüenza, azoramiento, etc. Tales estados de
frustración, son originados en general por tres tipos de factores:
obstáculos, deficiencias y conflictos.
El inconsciente y el mundo de los
sueños
Las motivaciones humanas no siempre
discurren en la superficie de la mente; con frecuencia, los motivos
mas serios de nuestra conducta, ni siquiera son presentidos. Freud,
fue el primero que hizo uso de ésta fecunda idea.
Inconsciente, no significa tan sólo
que algo no es consciente. Es preciso distinguir desde un principio
lo inconsciente de los subconsciente y de lo preconsciente. Para
aludir a los fenómenos psíquicos que transcurren sin que tengamos
noticia de ellos, un psicoanalista tiene a su disposición el término
subconsciente. Para referirse a esos procesos que acaso nos pasan
inadvertidos pero están como a flor de la conciencia, a punto de
entrar en ella, emplearía probablemente el vocablo preconsciente.
Sólo para designar con rigor ciertas pulsaciones y procesos mentales
reprimidos por la conciencia, pero actuantes por debajo de ella, un
psicoanalista, haría uso de la palabra inconsciente.
EL GENIO Y LA FIGURA
El psiquismo humano, guarda cierta
relación sistemática con la figura corporal.
La estructura de la personalidad
Genio y temperamento son términos
en buena medida equivalentes. Por temperamento o genio se entiende en
psicología el conjunto de disposiciones afectivas que predominan y
tiñen las reacciones habituales de un sujeto y sus relaciones
interpersonales.
La palabra carácter hace
referencia a aquellos hábitos de comportamiento que uno ha adquirido
a lo largo de la vida y de los que se es más o menos responsable. La
naturaleza moral de un individuo se haya íntimamente vinculada a su
carácter psicológico.
LA MENTE HUMANA Y EL ORDEN SOCIAL
El hombre es autor de la sociedad
en que vive. La sociedad puede llegar a ser una suerte de gigantesca
prensa que implacablemente configure o desfigure a sus propios
creadores. En nuestro tiempo, el giro que va tomando el desarrollo
social, con su maraña de acondicionamientos de todo orden, se
asemeja, en efecto, cada vez más a un inmenso cepo que amenaza con
atraparnos a todos entre sus gigantescos dientes. La propaganda, la
publicidad, la organización, la planificación, los controles de
todo tipo amenazan con hacer del hombre "un autómata de su
sociedad".
Psicología de la incultura
La falta de cultura, recluye
generalmente al ser humano en un nivel de pensamiento concreto que ha
sido caracterizado por diversos autores de manera bastante unánime.
Las características que señalamos como propias, del pensamiento
concreto, se presentan de forma acusada en determinada zona de la
población, es lógico que fenómenos como la superstición, el
prejuicio y el autoritarismo, encuentren en ella terreno abonado para
su desarrollo.
El futuro de la mente humana
Como especie, hemos recorrido un
largo camino. Aquella criatura que se puso de pie hace un millón de
años, domina ya la Tierra y está a punto de ocupar otros planetas.
Las posibilidades de la ciencia, parecen ilimitadas y excitan la
mente de intelectuales, artistas y escritores, y también los de los
propios protagonistas de la aventura científica.
Son cada vez más los equipos de
trabajo que se ocupan de anticipar de alguna manera, cuales serán
las líneas maestras del mundo futuro; la prospectiva ha dejado de
ser una dudosa aventura intelectual, para convertirse poco a poco en
algo que puede llegar a ser una ciencia fascinante.
En los informes de esos científicos
de la futurización, son muchos los pronósticos que se refieren al
futuro más o menos inmediato de nuestro psiquismo: así, el
aprendizaje onírico, la percepción extrasensorial, la potenciación
de las aptitudes por la vía genética y nuevos medios de
aprendizaje, y la comunicación telepática, son anticipaciones,
entre otras muchas, que se prevén para un porvenir no muy lejano.
La sabiduría humana, sin embargo,
se mueve entre dos enigmas que parecen indescifrables por principio;
a saber,: el misterio del primer origen de todas las cosas y la
estremecedora incógnita del último fin. Es, pues, entre los límites
insalvables de ese enigma, donde seguirá la mente humana afanándose
-esperémoslo- por cuidar de la vida y perfeccionarse a sí misma.
DISERTACIÓN SOBRE EL LIBRO
En el libro se nos plantean algunas
preguntas como: "¿cuál es el origen de la mente?" o
"¿cómo la mente humana se organiza?". Las respuestas a
estas y otras preguntas, las encontramos dentro del libro.
INTRODUCCIÓN
La pregunta del origen de la mente,
plantea una serie de interrogantes durante el desarrollo de ésta, y
si ésta, por el motivo que fuera, no se hubiera desarrollado, en que
situación nos encontraríamos ahora.
DESARROLLO
El hombre primitivo sabía muy
pocas cosas acerca del mundo exterior, pero creía muchas sobre el
mundo interior y el otro mundo. A nosotros nos ocurre hoy justamente
lo contrario, es decir, parece como si nuestras creencias e
incredulidades se fueran invirtiendo cada vez respecto a las de los
hombres que nos precedieron en la historia. Como contrariedad a lo
que ocurría en otras épocas, la credulidad científica de nuestro
tiempo no conoce límites, de hecho, no sólo se aceptan como
normales hazañas tan realmente increíbles como la del Apolo XI, o
los trasplantes de corazón, sino que hasta los pronósticos
científicos más aventurados encuentran una acogida bastante
favorable por parte de un público predispuesto a admitir como
perfectamente naturales las más increíbles hazañas de la técnica.
Del culto primitivo a los espíritus
y de las especulaciones antiguas medievales sobre el alma, se ha
pasado, poco a poco a una ciencia de la conducta, desentendida de la
conciencia y principalmente preocupada por los problemas biológicos
y sociales de la adaptación de los organismos a su medio. Dicho de
otra forma, la psicología actual no sólo trata del alma, sino que
incluso ha pretendido prescindir de la mente y de su principal signo,
la conciencia.
CONCLUSIÓN
El desarrollo de nuestra mente ha
sido muy importante para nosotros y para el desarrollo de nuestro
planeta. Si ésta no hubiera evolucionado, este mundo no sería como
lo conocemos ahora, sino que en vez de estar, por así decirlo, a
punto de conquistar otros planetas, seguiríamos andando encorvados,
y cazando todavía con piedras. Pero, ¿en qué se nota el desarrollo
y la evolución, si en algunos países del mundo no se respeta la
libertad, y en otros se vive igual que durante la Edad de Piedra?
¿Acaso es que no podemos hacer nada porque no tenemos conciencia de
ello?
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