El progreso
científico nos hace creer que estamos rompiendo las fronteras de lo imposible y
la osadía de los científicos parece atropellar la ficción y provocar una rotura
en el mito de la creación. A cada nuevo descubrimiento que nos sorprende nos da
la impresión de que estamos yendo muy lejos y el sistema de frenos parece fuera
de control. Cada descubrimiento, no obstante, revela la paradoja que expone con
más énfasis nuestras contradicciones: lo que pasamos a saber demuestra con más
más fuerza lo que aún no sabemos.
Identificamos
las sub-partículas de la materia, su equivalencia con la energía y disecamos
un eje de luz en ondas y en “cuantas” de energía. Desconocemos, sin embargo, cual es
la esencia de la energía, de dónde proviene la materia que nos impresiona y no
tenemos aún una noción bastante segura de los fundamentos del Universo.
Disecamos
la célula, recombinamos su química, interpretamos su código reproductor y
osamos alterar el abecedario genético. Podemos hacer copias de cualquier forma
de vida y darle apariencias o aptitudes previamente escogidas. Desconocemos sin
embargo cual es la esencia que produce la vida y de donde proviene esta fuerza
que da vida a las células. No tenemos, tampoco, una noción muy segura de los
fundamentos que nos apuntan hacia el origen de la vida.
Los aparatos de ultra-sonido nos permiten “ver” el feto
dentro del útero en tres dimensiones. Podemos identificar sus defectos
estructurales confirmando precozmente la existencia de malformaciones fetales. La biopsia de las células de la
cavidad amniótica dentro del útero nos da un registro de identidad de la
criatura mucho antes de esta nacer. Así, los padres y el médico tienen la
posibilidad de decidir si continuar o no la gestación de una criatura que se
presentará con parálisis o retraso por toda la vida. Precisamos saber, no
obstante, si interrumpir esta vida no significa perturbar el desarrollo de otra
vida que trasciende las expresiones de la materia, para la cual, la deformación
física forme parte de sus necesidades. No hay cómo formularnos esta pregunta
para esta criatura antes que ella venga al mundo, mas sabemos que las que están
entre nosotros, cuando tratan de caminar, retorciendo sus manos cuando tratan
de escribir o "masticando" las palabras cuando quieren hablar, estas, aún así,
quieren vivir, y, si posible, de manos dadas con sus madres.
Los medios
de cultura, los microscopios y los delicados instrumentos de manipulación de
las células nos permiten tratar con el óvulo y el espermatozoide con la misma
facilidad con que Mendel combinó las flores y los guisantes de su jardín. Los
colores de las guisantes y de las flores pueden variar con la misma facilidad
con que podemos escoger el sexo, el color de la piel y el color de los ojos
para nuestras hijos. Estos hijos, empero, no traen consigo, la certeza de la
felicidad, del respeto a la vida o la obediencia a los padres porque estos
apenas pueden proporcionar el material genético que la reproducción asistida facilitó.
Precisamos aclarar s antecediendo la forma física no existe un ser
transcendente cuyas cualidades y aptitudes nos son completamente desconocidas.
El equipo
médico de respiración asistida prolonga la vida de millares de pacientes que la
UTI intenta salvar. Los trasplantes de órganos dan al paciente la oportunidad
de un renacer en la jornada de la vida. Los inmunosupresores controlan el
rechazo en los transplantes y reducen las respuestas no deseadas en innumerables
dolencias en que la inmunología está esclareciendo la causa. Aplicaciones que
tocan directamente el sistema nervioso están controlando dolores terribles que
incomodan los pacientes con cáncer. Estos progresos todos, aún así, no
conseguirán nunca solucionar el dilema de la muerte y del sufrimiento que a
veces la antecede. Por otro lado, estos recursos que alivian y prolongan la
vida, pueden, con la misma competencia, ser puestos a disposición para decidir
la fecha de la muerte o la interrupción del sufrimiento. El recurso de la
tecnología pone la toga de juez al médico que no sabe ver el sentido
purificador de Almas cuando el dolor se torna crónico o incontrolable.
Precisamos saber si aliviar el sufrimiento físico no precipita un compromiso
mayor o si compromete un rescate que estaremos posponiendo.
El hombre
está acostumbrado a usar su inteligencia para fragmentar sus problemas y con
esto poder dominarlos. Hoy, la extensión de nuestro conocimiento nos permite
percibir que esta separación “reduce lo complejo del mundo en fragmentos
inconexos”, fracciona un problema específico mas crea un dilema gigantesco por
la repercusión en el todo. Este modelo de fragmentación y la competencia
tecnológica que proporcionó, no son suficientes para resolver las
contradicciones de nuestro mundo interior. Hemos de revisar nuestras posiciones
éticas con argumentos que extrapolen los límites y el alcance de la Ciencia.
Principalmente, por que nos falta responder aquellas preguntas esenciales que
esclarezcan quienes somos, de donde venimos y hacia donde vamos. En los días de
hoy estos dilemas nos parecen ser inevitables.
Los dilemas
de la ética de hoy nos empujan precipitadamente hacia el aborto que descarta el
niño malformado; la eutanasia que acelera la muerte suponiendo alivio del sufrimiento;
la gestación de crianzas sin vínculo afectivo con los padres; la manipulación
genética que podrá escoger la apariencia física; la vida psico-social del
organismo completo, en contraposición a la vida biológica de media docena de
células embrionarias fertilizadas en laboratorio. Parece que no nos damos
cuenta de que estamos estirando o cortando el hilo de la “tela de la vida”.
En 1857
Allan Kardec codificó una Doctrina de bases científicas, filosóficas y
morales. Entre sus principios se afirma que la fe ha de someterse al criterio
de racionalidad. Sus enunciados científicos no se subordinan a las amarras de
una ciencia que sólo consigue ver el mundo material que impresiona nuestros
limitados sentidos. Sus verdades están sujetas al progreso humano que la misma
Ciencia tiende a promover.
Su
contenido fue proporcionado por Espíritus que acompañan y promueven el
desarrollo de la Humanidad. Ellos afirmaron que somos todos Almas inmortales que
ocupamos provisoriamente un cuerpo físico que nos permite vivir experiencias
que, de simples e ignorantes, nos tornarán sabios y puros de corazón. Este
proceso de evolución se define en una serie interminable de reencarnaciones que
se procesan en la Tierra y en otros planos de la creación divina.
Esta
Doctrina nos revela que el aborto destruye la vida biológica e impide la
reencarnación del espíritu que habita ese cuerpo desde la fecundación,
comprometiendo su evolución espiritual.
La
eutanasia pospone la redención y la reparación de débitos contraídos por el
espíritu, cuyo cuerpo sufre para posibilitarlas. Esto no significa evitar
medios de aliviar el dolor o el sufrimiento, sino impedir que se utilice la
muerte como recurso terapéutico.
Cada uno
recibe, al reencarnar, el cuerpo más adecuado a sus necesidades espirituales.
La manipulación genética dirigida a obtener los beneficios y las dificultades
que este cuerpo venga a manifestar, son establecidas por entidades espirituales
que velan por nuestro progreso. La evolución del conocimiento humano posibilitará que el médico-científico participe y favorezca nuestras
posibilidades físicas, mas, jamás nos librará de los compromisos palingenésicos que
nuestros débitos pretéritos imponen como cuenta a pagar en nuestro propio
beneficio.
Nuestra
vinculación familiar ya estuvo ligada al sobrenombre o a los títulos de
nobleza. Hoy, está determinada por los lazos matrimoniales o por la paternidad
reconocida en el DNA. Las técnicas de reproducción están desmontando todos
estos vínculos físicos, carnales, mas no conseguirán deshacernos de los
compromisos que dejamos de cumplir delante de hermanos de otras vidas, que más
temprano o más tarde, se cruzarán en nuestro camino, atraídos por la vibración
que las ataduras de la culpa o los lazos de amor nos impulsaren.
Enseñan los
Espíritus que la reencarnación tiene inicio en el momento de la fecundación a
través de procesos complejos que exigen la “regresión” del cuerpo espiritual del
reencarnante, la ordenación del patrimonio genético que este recibirá y la
conjunción de fuerzas de atracción ejercidas por los futuros padres. Esos
Instructores espirituales nos anticiparon que la fecundación y el desarrollo
del embrión puede ocurrir sin la presencia de un espíritu asumiendo este
cuerpo. Este hecho nos permite imaginar que la fecundación en laboratorio
ocurre desprovista de un espíritu en sus células y la gravidez sólo tendrá
éxito cuando a conjunción de diversos factores ligados a la participación de un
espíritu y la conjunción de vibraciones de los padres promuevan la sintonía de
esta unión.
Cuando
Allan Kardec preguntó a los Espíritus cual era nuestro mayor derecho, le
respondieron: el derecho de vivir. La vida es la mayor expresión de la creación
de Dios. Aún no tenemos alcance suficiente para comprender la extensión de la
creación divina que expresa vida en todo lo que existe. Los Espíritus, sin
embargo, enseñaron que el principio inteligente deberá recorrer toda la jornada
de evolución, desde el átomo al arcángel.
* * *
Nubor
Orlando Facure, CRM-SP 11789, es director del Instituto del Cerebro de
Campiñas, y ex-profesor titular de neurocirugía de la UNICAMP. Diversos de sus
textos en la interface ciencia-espiritismo, así como referencias a sus
publicaciones recientes en esa área se encuentran en el sitehttp://www.geocities.com/nubor_facure/