domingo, 18 de octubre de 2015

EL DOLOR ES EFECTO DE NUESTRAS ACCIONES POR TANTO NO EMANA DE DIOS

Autor: Jorge Hessen

Si comprendiésemos mejor los mecanismos de la Ley de acción y reacción evitaríamos infortunios, ambiciones y deshonras que, definitivamente, no estarían en nuestro camino, seríamos más comedidos en todas las acciones diarias. Precisamos reflexionar la Ley de causa y efecto con el máximo discernimiento, a fin de concienciarnos sobre su imposición rígida y fatal, que ataca tanto reparaciones chocantes, como gratificaciones sorprendentes, siempre, justas, juiciosas y controladas, las cuales expresan la respuesta de la Naturaleza, o de la Creación, contra la desarmonía constituida o sumisiones a los códigos divinos en sus suaves aspectos.

“¡Cuán severa y temible es la ley que rige los destinos de la Creación! Los hombres terrenos precisan ser avisados de estas impresionantes verdades, a fin de que mejor se conduzcan durante las obligatorias travesías de las existencias.”[1] La Ley de acción y reacción o causa y efecto también popularizada como Ley del “carma” [2], conocida desde las civilizaciones más antiguas.

Nadie  está sujeto al imperio aleatorio del “acaso”, pues este no existe. La casualidad no tiene espacios en los diccionarios espíritas, por tanto no tiene poder capaz de regir nuestros destinos. Es la Ley del “carma”, Ley de “causa y efecto” o la Providencia divina, que todo ordena, corrige y actúa, interfiriendo tanto en las dimensiones infinitésimales del microcosmo, como en la inmensidad colosal del macro universo. Tal divino dictamen objetiva exclusivamente administrar el mejoramiento incesante de todas las cosas y seres que estructuran la armonía de la Ley del Creador.

La Ley de causa y efecto tonifica la contabilidad divina con su saldo acreedor o deudor para con nosotros. Las elevadas regulaciones del Padre demuestran que “la sembradura es libre, más la cosecha obligatoria”, y “a cada uno será dado conforme  sus obras”, por tanto, no permiten excepciones a nadie, mas ajustan las criaturas a la  disciplina individual y colectiva, tan necesarias para el  equilibrio y armonía de la Humanidad.

El principal medio de modificar para mejor el llamado “carma” o cuenta del destino creada por nosotros mismos reside en el control de nuestros deseos, pensamientos, palabras y acciones, pues, a medida que nos mejoramos, reduciremos o modificaremos los débitos del pasado y crearemos un nuevo “carma” para el futuro.

Sufrimos tras la desencarnacion los resultados de todas las imperfecciones que no conseguimos corregir en la vida física. La Ley divina instituye que felicidad y desdicha sean reflejos naturales del grado de pureza o impureza moral. La completa felicidad refleja la purificación completa del Espíritu, mientras la imperfección causa sufrimiento y privación de la alegría Por tanto, toda perfección alcanzada es fuente de gozo y atenuante de sufrimientos.

Por la justicia de Dios sufrimos no apenas por el mal que hicimos más también por el que dejamos de hacer en la Tierra o en el Más Allá del Túmulo. El sufrimiento (expiación) varía según la naturaleza y gravedad de la falta, pudiendo la misma falta producir expiaciones distintas, según las circunstancias, atenuantes o agravantes, en que fuera cometida. Para la Codificación espírita no hay regla absoluta ni uniforme en cuanto a la naturaleza y duración de la penalidad: - la única ley general es que toda falta tendrá punición, y todo acto meritorio tendrá gratificación, según su valor.

Con del libre arbitrio somos siempre jueces del propio destino, pudiendo prolongar los sufrimientos por la persistencia en el mal, o atenuarlo y hasta anularlos por la práctica del bien. Uno de los mecanismos que suavizan el sufrimiento es la contricción. Entretanto no nos basta el arrepentimiento, pues son imprescindibles la expiación y la reparación. Allan Kardec explica lo siguiente: “arrepentimiento, expiación y reparación constituyen las tres condiciones necesarias para aplacar los coscuencas de un fallo y sus implicaciones. El arrepentimiento suaviza los amargores de la expiación, abriendo por la esperanza el camino de la rehabilitación; solo la reparación, aún así, puede anular el efecto distrayéndole la causa. De lo contrario, el perdón sería una gracia, no una anulación.”[3]

El arrepentimiento puede darse por todas partes y en cualquier tiempo; si fuera tarde, sin embargo, el culpable  sufre por más tiempo. Hasta que los últimos vestigios de la falta desaparezcan, la expiación consiste en los sufrimientos físicos y morales que le son consecuentes, sea en la vida actual, sea en la vida espiritual tras la muerte, o aún en la nueva existencia corporal. La reparación consiste en hacer el bien aquellos a quien se había hecho el mal. En que pese a la diversidad de géneros y grados de sufrimientos de los Espíritus imperfectos, la Ley de Dios establece que el sufrimiento sea inherente a la imperfección.

Toda imperfección, así como toda falta de ella proveniente, trae consigo la propia punición en las consecuencias naturales e inevitables. Siendo así, la molestia pune los excesos y de la ociosidad nace el tedio, sin que sea menester de una condena especial para cada falta o individuo. Pudiendo todo hombre liberarse de las imperfecciones por efecto de la voluntad, puede igualmente anular los males consecutivos y asegurar la futura felicidad. A cada uno según sus obras, en el Cielo como en la Tierra: - tal es la ley de Justicia Divina. [4]


Referencias bibliográficas:

[1] Pereira, Ivvone. Dramas de la Obsesión, dictado por el espíritu Bezerra de Menezes, RJ: Ed. FEB, 2004
[2] Expresión hinduísta expresando el efecto que nuestas accciones generan en el futuro (tanto en esta como en otras encarnaciones)
[3] Kardec, Allan. El Cielo y el Infierno, Las penas futuras según el espiritismo, sección: código penal de la vida futura, RJ: Ed. FEB 1977
[4] Idem

Traducido por: Mercedes Cruz Reyes
Madrid/España

miércoles, 14 de octubre de 2015

LOS SUEÑOS EN EL ESPIRITISMO Y EN EL PSICOANALISIS

 Autor – Joåo Alberto Vendrani Donha


Durante centenas de años los sueños fueron encarados como portadores de vaticinios transmitidos por dioses o fuerzas superiores, y que de alguna forma, podrían ser interpretados, respondiendo a necesidades inmediatas de individuos o grupos. En la filosofía, llegó a ser aceptado como resultado de la elevación del alma o del desprendimiento del espíritu de las amarras del cuerpo promovido por el sueño. En la ciencia occidental, la medicina cartesiana intentó reducirlo a la manifestación inútil de grupos aislados de células del cerebro adormecido respondiendo a estímulos externos casuales.
El psicoanálisis, a pesar de confesadamente mecanicista, recuperó el sentido y el potencial significante de los sueños, tornándolos plausibles de interpretación y conocimiento, lo que, aliás, nunca fuera renegado por la creencia popular. Mas, mantuvo una reducción conceptual: los sueños son realizaciones de deseos.
El Espiritismo, con medio siglo de antecedencia en relación al psicoanálisis, esbozó la primera teoría realmente científica sobre el sueño. Y, también, la más completa, pues lo admite como siendo desde una simple manifestación puramente cerebral, pasando por la identificación del sueño como realización del deseo y, ampliando sobremanera el concepto, cuando identifica el desprendimiento del espíritu y sus actividades extra-corpóreas como constituyendo la materia de los sueños.
Freud llegó muy cerca de eso, pero el enorme preconcepto que él y sus contemporáneos nutrían por el ocultismo le impidió ir más allá. Es importante observar que en su tiempo, tanto cuanto hoy en día en Europa, el Espiritismo es apenas una parte más en el gran estante del ocultismo. Entonces, como hoy, los europeos empleaban a menudo el término ocultismo como sinónimo de espiritismo. ¡Freud declaró el ocultismo como enemigo de la psicoanálisis! Relacionó la pérdida de valores por la guerra (1914/18) y el cambio del paradigma mecanicista por el relativista como facilitadores de la expansión del ocultismo. (Exactamente los mismos factores que algunos antropólogos modernos relacionan como responsables por el declinación del Espiritismo). Reconoce que hay un parentesco aparente entre psicoanálisis y ocultismo – el inconsciente y sus misterios, tanto como el hecho de que el psicoanálisis es encarado como "mística" – mas, dice, el ocultista no procura el conocimiento: él es un creyente buscando confirmación. Puede ser que el analista encuentre confirmación para algunos hechos "ocultos", pero el ocultista generalizará y proclamará el triunfo de sus opiniones. Por eso mismo, según él, "la aceptación general del ocultismo provocaría un colapso del pensamiento crítico, de los patrones deterministas y de la ciencia mecanicista". Él no deja de tener razón, una vez que la aceptación general del Espiritismo provocará sí, un colapso, no sólo en la ciencia, mas, también, en la economía, en la política, en la sociedad en fin, por la sustitución de paradigmas: el lucro, por el desapego.
En cuanto a los sueños, él reconoce que pueden ser confundidos con "fantasías nocturnas sin acrecimos", "repetición de experiencias reales del día" y con "sueños telepáticos". Su descripción de estos últimos los deja iguales a los sueños espíritas, pero, él los considera "una percepción de algo externo delante de lo cual la mente permanece pasiva y receptiva". Mas él prefiere denominar todo esto como "otros productos mentales del estado de sueño" y, no, como "sueños". Sueños, dignos de este nombre, serían apenas cuando hay condensación, deformación, dramatización y, por encima de todo, realización del deseo.
Leon Denis divide los sueños en tres categorías: "Primeramente, el sueño ordinario, puramente cerebral, simple repercusión de nuestras disposiciones físicas o de nuestras preocupaciones morales". La segunda categoría equivale al "primer grado de desprendimiento del Espíritu", cuando éste "flota en la atmósfera, sin alejarse mucho del cuerpo; se sumerge, por así decir, en el océano de pensamientos e imágenes que de todos lados ruedan por el espacio". "Por último vienen los sueños profundos, o sueños etéreos. El Espíritu se sustrae a la vida física, se desprende de la materia, recorre la superficie de la Tierra y la inmensidad..." Mas el gran escritor espírita no observó, al contrario de lo que está en "El Libro de los Espíritus", la categoría que más impresionó a Freud, justamente por proveer la mayor cantidad de material para los análisis.
En la pregunta 405 de "El Libro de los Espíritus", Kardec pregunta sobre las cosas que parecen presentimientos, en los sueños, mas que no se confirman, y la respuesta es que "el Espíritu vio aquello que él DESEABA..." Y, más: "las preocupaciones del estado de vigilia pueden dar a lo que se VE la apariencia de lo que se DESEA, o de lo que se teme". En la pregunta 406, Kardec aborda el hecho de que soñamos con personas que conocemos cometiendo actos de que ellas no cogían, y los Espíritus vuelven a la pregunta del deseo: "no es raro atribuirles, de acuerdo con lo que DESEAIS, la personas que conocéis, lo que se dio o se está dando en otras existencias". Los Espíritus no precisaban decir más que esto. No le competía a ellos o a Kardec profundizar más en ese camino, una vez que el interés espírita estaba sobre los "sueños profundos". Mas, quien limitó o redujo la conceptuación de los sueños fue Sigmund Freud.

Fuentes:
*         "El Libro de los Espíritus"; Allan Kardec; FEB.
*         "En lo Invisible"; León Denis; FEB.
*         "Psicoanálisis y Telepatía" y "Sueños y Telepatía"; Sigmund Freud; Edición Standard Brasilera; Volumen XVIII.
*         "Sobre los Sueños"; idem; idem; Volumen V.
Curitiba, Paraná
julio 2001
Centro Espírita Luz Eterna - CELE
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