Durante centenas de años los sueños fueron encarados como portadores de vaticinios transmitidos por dioses o fuerzas superiores, y que de alguna forma, podrían ser interpretados, respondiendo a necesidades inmediatas de individuos o grupos. En la filosofía, llegó a ser aceptado como resultado de la elevación del alma o del desprendimiento del espíritu de las amarras del cuerpo promovido por el sueño. En la ciencia occidental, la medicina cartesiana intentó reducirlo a la manifestación inútil de grupos aislados de células del cerebro adormecido respondiendo a estímulos externos casuales.
El
psicoanálisis, a pesar de confesadamente mecanicista, recuperó el sentido y el
potencial significante de los sueños, tornándolos plausibles de interpretación
y conocimiento, lo que, aliás, nunca fuera renegado por la creencia popular.
Mas, mantuvo una reducción conceptual: los sueños son realizaciones de deseos.
El
Espiritismo, con medio siglo de antecedencia en relación al psicoanálisis,
esbozó la primera teoría realmente científica sobre el sueño. Y, también, la
más completa, pues lo admite como siendo desde una simple manifestación
puramente cerebral, pasando por la identificación del sueño como realización
del deseo y, ampliando sobremanera el concepto, cuando identifica el
desprendimiento del espíritu y sus actividades extra-corpóreas como
constituyendo la materia de los sueños.
Freud
llegó muy cerca de eso, pero el enorme preconcepto que él y sus contemporáneos
nutrían por el ocultismo le impidió ir más allá. Es importante observar que en
su tiempo, tanto cuanto hoy en día en Europa, el Espiritismo es apenas una
parte más en el gran estante del ocultismo. Entonces, como hoy, los europeos
empleaban a menudo el término ocultismo como sinónimo de espiritismo. ¡Freud
declaró el ocultismo como enemigo de la psicoanálisis! Relacionó la pérdida de
valores por la guerra (1914/18) y el cambio del paradigma mecanicista por el
relativista como facilitadores de la expansión del ocultismo. (Exactamente los
mismos factores que algunos antropólogos modernos relacionan como responsables
por el declinación del Espiritismo). Reconoce que hay un parentesco aparente
entre psicoanálisis y ocultismo – el inconsciente y sus misterios, tanto como
el hecho de que el psicoanálisis es encarado como "mística" – mas,
dice, el ocultista no procura el conocimiento: él es un creyente buscando
confirmación. Puede ser que el analista encuentre confirmación para algunos hechos
"ocultos", pero el ocultista generalizará y proclamará el triunfo de
sus opiniones. Por eso mismo, según él, "la aceptación general del
ocultismo provocaría un colapso del pensamiento crítico, de los patrones
deterministas y de la ciencia mecanicista". Él no deja de tener razón, una
vez que la aceptación general del Espiritismo provocará sí, un colapso, no sólo
en la ciencia, mas, también, en la economía, en la política, en la sociedad en
fin, por la sustitución de paradigmas: el lucro, por el desapego.
En
cuanto a los sueños, él reconoce que pueden ser confundidos con "fantasías
nocturnas sin acrecimos", "repetición de experiencias reales del
día" y con "sueños telepáticos". Su descripción de estos últimos
los deja iguales a los sueños espíritas, pero, él los considera "una
percepción de algo externo delante de lo cual la mente permanece pasiva y
receptiva". Mas él prefiere denominar todo esto como "otros productos
mentales del estado de sueño" y, no, como "sueños". Sueños,
dignos de este nombre, serían apenas cuando hay condensación, deformación,
dramatización y, por encima de todo, realización del deseo.
Leon
Denis divide los sueños en tres categorías: "Primeramente, el sueño
ordinario, puramente cerebral, simple repercusión de nuestras disposiciones
físicas o de nuestras preocupaciones morales". La segunda categoría
equivale al "primer grado de desprendimiento del Espíritu", cuando
éste "flota en la atmósfera, sin alejarse mucho del cuerpo; se sumerge,
por así decir, en el océano de pensamientos e imágenes que de todos lados
ruedan por el espacio". "Por último vienen los sueños profundos, o
sueños etéreos. El Espíritu se sustrae a la vida física, se desprende de la
materia, recorre la superficie de la Tierra y la inmensidad..." Mas el
gran escritor espírita no observó, al contrario de lo que está en "El
Libro de los Espíritus", la categoría que más impresionó a Freud,
justamente por proveer la mayor cantidad de material para los análisis.
En la
pregunta 405 de "El Libro de los Espíritus", Kardec pregunta sobre
las cosas que parecen presentimientos, en los sueños, mas que no se confirman,
y la respuesta es que "el Espíritu vio aquello que él DESEABA..." Y,
más: "las preocupaciones del estado de vigilia pueden dar a lo que se VE
la apariencia de lo que se DESEA, o de lo que se teme". En la pregunta
406, Kardec aborda el hecho de que soñamos con personas que conocemos
cometiendo actos de que ellas no cogían, y los Espíritus vuelven a la pregunta
del deseo: "no es raro atribuirles, de acuerdo con lo que DESEAIS, la
personas que conocéis, lo que se dio o se está dando en otras
existencias". Los Espíritus no precisaban decir más que esto. No le
competía a ellos o a Kardec profundizar más en ese camino, una vez que el
interés espírita estaba sobre los "sueños profundos". Mas, quien
limitó o redujo la conceptuación de los sueños fue Sigmund Freud.
Fuentes:
* "El
Libro de los Espíritus"; Allan Kardec; FEB.
* "En
lo Invisible"; León Denis; FEB.
* "Psicoanálisis
y Telepatía" y "Sueños y Telepatía"; Sigmund Freud; Edición
Standard Brasilera; Volumen XVIII.
* "Sobre
los Sueños"; idem; idem; Volumen V.
Curitiba, Paraná
julio 2001
Centro Espírita Luz
Eterna - CELE
cele@cele.org.br
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