sábado, 26 de junio de 2010

EL PROGRESO Y LOS VALORES


Una de las críticas más frecuentes al progreso, a las mutaciones sociales y humanas, es que en esos cambios, los valores morales parecen ser despreciados. De hecho, en las mutaciones del comportamiento, los períodos de transición son penosos, a veces de difícil comprensión. De un modo general, los valores funcionan para la mayoría como freno a las manifestaciones del egoísmo y de los desajustes personales. Por eso, las sociedades han establecido, a lo largo del tiempo, ordenaciones y reglas, algunas de las cuales acaban por crear un clima perverso, de castración e inhibición de la espontaneidad.

Cuando las mutaciones debilitan las reglas y derrumban las normas, los valores reales ciertamente persisten en la mayoría, aunque de forma reacia por muchos. Todavía, las personas, cuyos desequilibrios interiores son mas acentuados, principalmente en el campo de la sexualidad y de la corrupción, se sienten con la voluntad para derrumbar “tabúes”, de forma desatinada.

Esa minoría activa asume actitudes de desagregación moral que es tolerada por la mayoría, por un largo tiempo, por ser porta-estandarte de reivindicaciones personales ocultas e inhibidas. Esos trastornados agitadores de la moral y de los costumbres, hacen el papel de desbloqueadores, mas producen, también, inseguridad, ultrapasan límites mínimos y alcanzan a la dignidad y la seguridad de la mayoría. Comienza entonces la reacción y se llega, casi siempre, a algún equilibrio o por lo menos se oponen barreras al curso avasallador del desatino. Tratando del asunto, El Libro de los Espíritus es bastante sabio. Dice que el progreso intelectual generalmente precede al progreso moral. Según el texto, la inteligencia daría al hombre mayor discernimiento entre el bien y el mal y de eso resultarían modificaciones de procedimientos y expectativas.

El presente afronta problemas, heredados del pasado y pervertidos por el deseo generalizado de poder y de ganancia, de se sobrepone a los otros. Existe una tendencia egoísta en la mayoría. Grupos que se arraigan del poder acaban generando situaciones caóticas y promoviendo rebeldía por los prejuicios que causan. Aún así, el progreso se hace. Todo gira en torno del hombre, dando razón al sofisma de que el hombre es la medida de todas las cosas. El progreso tecnológico y el científico agitan el mundo e introducen nuevos comportamientos, trastornan la economía, desemplean personas y benefician las demás.

¿Cómo parar ese torrente de nuevos caminos diseñados por la tecnología avasalla¬dora? Muchas personas, apegadas a una forma de entender o suponer entender la divini¬dad, protestan contra la aparente indiferencia de Dios, delante de los espectáculos lamentables y abusos intolerables que sofocan las criaturas. Todavía, si nos libráramos del dios Jehová e intentáramos comprender la divinidad bajo una nueva luz, veremos que la mano de Dios permanece dirigiendo la humanidad, lo que puede ser comprobado por las sucesivas y renovadas épocas, momentos y hechos históricos que, como la ley del progre¬so, estallan cambiando rumbos, derrumbando el “edificio carcomido”.

Históricamente, Kardec proyectó el Espiritismo para soportar la ley del progreso, no fue por otros motivos, por simple coherencia con las lecciones de El Libro de los Espíritus. Su maestría fue crear un método de evolución del pensamiento doctrinario, sin que el Espiritismo perdiese sus bases y se confundiese delante de las variadas propuestas de cambios, sin bases y sin fundamentos.

Extraido de un artículo de Jaci Régis publicado originalmente en el periódico Abertura, de Santos, en mayo de 1999.

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