La evolución de los mundos habitados ocurre en el mismo ritmo de la de los seres que habitan en cada uno de ellos. Los mundos habitados, según el Espiritismo, pueden ser clasificados del siguiente modo:
• Mundos Primitivos: destinados a las primeras encarnaciones del Espíritu. Son los mundos formados hace menos tiempo. En ellos se encuentran todos los seres en sus fases iniciales de progreso.
• Mundos de expiación y pruebas, donde domina el mal entre los Espíritus. En esos mundos, algunas especies animales ya demuestran un cierto grado de raciocinio y conciencia. La explotación de los animales por el ser humano y la ausencia de respeto a la naturaleza son preponderantes.
• Mundos de regeneración, en los cuales los Espíritus que aún tienen que expiar extraen nuevas fuerzas, reposando de las fatigas de la lucha. Las demás especies de seres vivos están más evolucionadas y pocos son los seres humanos que las explotan para el trabajo o para de ellos alimentarse. Es mayor, también, el respeto por la naturaleza en general.
• Mundos dichosos, donde el bien sobrepuja el mal. En esos mundos la explotación de las especies animales por el ser humano y el desrespeto pela naturaleza son reducidos.
• Mundos celestes o divinos, habitaciones de Espíritus depurados, donde exclusivamente reina el bien. Todos los otros seres, en estos mundos, se encuentran en su estadio final de desenvolvimiento antes de pasar hacia el reino siguiente en la escala evolutiva. Reinando solamente el bien en esos mundos, la armonía entre todos los seres es total.
¿Qué clasificación, le parece a usted, tendría la Tierra?
miércoles, 10 de agosto de 2011
sábado, 6 de agosto de 2011
REFLEXIONES SOBRE EL ESPIRITISMO
Por: Amílcar Del Chiaro Hijo
El Libro Tercero – Leyes Morales, de El Libro de los Espíritus, presenta teorías avanzadas para a su época, especialmente en lo que concierne a los derechos de la mujer y el derecho de vivir.
Absurdamente, críticos del Espiritismo, al tiempo de Kardec, acusaron la doctrina de inmoral, simplemente porque Allan Kardec afirmó que la mediumnidad se manifestaba en las personas independientemente de su moral. Confundieron el médium, ser humano falible, con la Doctrina Espírita, dictada por los espíritus superiores, con la contribución de los hombres y, en especial, de Allan Kardec.
El Espiritismo tiene una moral límpida, clara, sin concesiones especiales, sin fanatismo o exigencias absurdas. Aprendemos con él que venimos de los reinos inferiores de la naturaleza, y hoy somos humanos en camino a la angelitud, entendida esta como sabiduría y virtud. Como hombres, vivimos la dualidad materia/espíritu, pues tenemos las necesidades materiales de alimentación, vestuario, abrigo, escuela, trabajo, placer, sexo y aspiraciones de levantar vuelo en busca de nuestra espiritualización. Ningún Espírita consciente de su Doctrina desprecia la oportunidad de vivir y aprender.
Quien lee El Libro de los Espíritus sin ideas preconcebidas, se admira de su simplicidad y profundidad. No existen teorías esdrújulas, conflictivas, mas todo es claro y natural. El Libro Tercero – Leyes Morales – presenta teorías avanzadas para su época, especialmente en lo que concierne a los derechos de la mujer y al derecho de vivir.
Aprendemos con la Doctrina Espírita a no tenerle miedo a Dios, por tanto, nuestra adoración no es para aplacar su ira, mas a sumisión consciente y pacífica de la criatura a su Criador. Si lo adoramos, es porque lo amamos. Tampoco lo adoramos exteriormente, con pompas y oropeles, sino con el corazón, en el sentimiento.
En la Ley de Destrucción aprendemos que, al morir, apenas el involucro material perece. El espíritu escapa de la capsula y levanta su vuelo hacia a espiritualidad. ¿Quien podrá entender mejor que los espíritas las palabras de Paulo de Tarso: "Se siembra el cuerpo animal y nace el cuerpo espiritual"?
En la Ley del Trabajo se ve la sentencia sabia: el limite del trabajo es el de las fuerzas del hombre. Aquel que no puede sustentarse debe ser cuidado por la sociedad. La falta de trabajo es flagelo. Sí, es un flagelo talvez superado, solamente, peor l egoísmo de la humanidad.
En la Ley de Igualdad, queda demostrado que Dios no creó las clases sociales. Todos somos iguales delante de Dios, y Kardec eleva la mujer a su verdadera condición. Hombres y mujeres tienen los mismos derechos, pero deberes, o funciones, diferentes. Aunque para algunos parezcan modestas las funciones, hace ciento cincuenta años era esa una posición avanzadísima. Las Leyes Morales prohíben el aborto, la eutanasia, la esclavitud, el dominio del hombre sobre la mujer, y llama la atención de padres y educadores hacia la necesidad de la educación moral, formadora de buenos hábitos, y no apenas la instrucción.
Mas, nos deleitamos con la Ley de Justicia, Amor y Caridad, donde los espíritus afirman que el primer derecho del hombre es vivir. Para nosotros es un himno de amor, un grito de alerta, aun antes de la existencia de entidades que defienden los derechos humanos. el derecho de vivir comprende la dignidad de la vida. El Libro de los Espíritus afirma que nadie puede atentar contra la vida de otro. Es fácil comprender que no se trata de un atentado con arma o con agresión, mas también atentar contra la vida de otro con la mala distribución de la renta y de los bienes de la Tierra, con la justicia morosa y, a veces, inmoral en relación a los débiles y oprimidos.
La Doctrina Espírita es viril, valiente, revolucionaria. A nuestro modo de ver, yerran aquellos que predican una doctrina de sumisión, diciendo que los que sufren, hoy, gozaron y abusaron antes. Es esa sociedad injusta y opresora que fabrica las "cancelarías", las masacres de presos, las revueltas de la FEBEM, las torturas, las dictaduras y los crímenes bárbaros.
No predicamos la violencia, mas el valor de decir a quien yerra que él es responsable por las consecuencias de sus acciones. El valor de mostrar la hipocresía de los que desvirtúan un mandato otorgado por el pueblo, para ejercerlo en favor del pueblo, y no de sí mismos o de su corporativismo.
Creemos que ya es hora de los espíritas perfeccionar su asistencia social, que es importante, con cambios sociales. Vivir no puede ser una concesión de los más fuertes, sino un derecho natural. Hacer a los otros o que queremos que nos sea hecha es, aún más, una regla de oro para la humanidad.
(Tomado de: "Dirigente Espírita". Nº 59 - Mayo/Junio de 2000)
El Libro Tercero – Leyes Morales, de El Libro de los Espíritus, presenta teorías avanzadas para a su época, especialmente en lo que concierne a los derechos de la mujer y el derecho de vivir.
Absurdamente, críticos del Espiritismo, al tiempo de Kardec, acusaron la doctrina de inmoral, simplemente porque Allan Kardec afirmó que la mediumnidad se manifestaba en las personas independientemente de su moral. Confundieron el médium, ser humano falible, con la Doctrina Espírita, dictada por los espíritus superiores, con la contribución de los hombres y, en especial, de Allan Kardec.
El Espiritismo tiene una moral límpida, clara, sin concesiones especiales, sin fanatismo o exigencias absurdas. Aprendemos con él que venimos de los reinos inferiores de la naturaleza, y hoy somos humanos en camino a la angelitud, entendida esta como sabiduría y virtud. Como hombres, vivimos la dualidad materia/espíritu, pues tenemos las necesidades materiales de alimentación, vestuario, abrigo, escuela, trabajo, placer, sexo y aspiraciones de levantar vuelo en busca de nuestra espiritualización. Ningún Espírita consciente de su Doctrina desprecia la oportunidad de vivir y aprender.
Quien lee El Libro de los Espíritus sin ideas preconcebidas, se admira de su simplicidad y profundidad. No existen teorías esdrújulas, conflictivas, mas todo es claro y natural. El Libro Tercero – Leyes Morales – presenta teorías avanzadas para su época, especialmente en lo que concierne a los derechos de la mujer y al derecho de vivir.
Aprendemos con la Doctrina Espírita a no tenerle miedo a Dios, por tanto, nuestra adoración no es para aplacar su ira, mas a sumisión consciente y pacífica de la criatura a su Criador. Si lo adoramos, es porque lo amamos. Tampoco lo adoramos exteriormente, con pompas y oropeles, sino con el corazón, en el sentimiento.
En la Ley de Destrucción aprendemos que, al morir, apenas el involucro material perece. El espíritu escapa de la capsula y levanta su vuelo hacia a espiritualidad. ¿Quien podrá entender mejor que los espíritas las palabras de Paulo de Tarso: "Se siembra el cuerpo animal y nace el cuerpo espiritual"?
En la Ley del Trabajo se ve la sentencia sabia: el limite del trabajo es el de las fuerzas del hombre. Aquel que no puede sustentarse debe ser cuidado por la sociedad. La falta de trabajo es flagelo. Sí, es un flagelo talvez superado, solamente, peor l egoísmo de la humanidad.
En la Ley de Igualdad, queda demostrado que Dios no creó las clases sociales. Todos somos iguales delante de Dios, y Kardec eleva la mujer a su verdadera condición. Hombres y mujeres tienen los mismos derechos, pero deberes, o funciones, diferentes. Aunque para algunos parezcan modestas las funciones, hace ciento cincuenta años era esa una posición avanzadísima. Las Leyes Morales prohíben el aborto, la eutanasia, la esclavitud, el dominio del hombre sobre la mujer, y llama la atención de padres y educadores hacia la necesidad de la educación moral, formadora de buenos hábitos, y no apenas la instrucción.
Mas, nos deleitamos con la Ley de Justicia, Amor y Caridad, donde los espíritus afirman que el primer derecho del hombre es vivir. Para nosotros es un himno de amor, un grito de alerta, aun antes de la existencia de entidades que defienden los derechos humanos. el derecho de vivir comprende la dignidad de la vida. El Libro de los Espíritus afirma que nadie puede atentar contra la vida de otro. Es fácil comprender que no se trata de un atentado con arma o con agresión, mas también atentar contra la vida de otro con la mala distribución de la renta y de los bienes de la Tierra, con la justicia morosa y, a veces, inmoral en relación a los débiles y oprimidos.
La Doctrina Espírita es viril, valiente, revolucionaria. A nuestro modo de ver, yerran aquellos que predican una doctrina de sumisión, diciendo que los que sufren, hoy, gozaron y abusaron antes. Es esa sociedad injusta y opresora que fabrica las "cancelarías", las masacres de presos, las revueltas de la FEBEM, las torturas, las dictaduras y los crímenes bárbaros.
No predicamos la violencia, mas el valor de decir a quien yerra que él es responsable por las consecuencias de sus acciones. El valor de mostrar la hipocresía de los que desvirtúan un mandato otorgado por el pueblo, para ejercerlo en favor del pueblo, y no de sí mismos o de su corporativismo.
Creemos que ya es hora de los espíritas perfeccionar su asistencia social, que es importante, con cambios sociales. Vivir no puede ser una concesión de los más fuertes, sino un derecho natural. Hacer a los otros o que queremos que nos sea hecha es, aún más, una regla de oro para la humanidad.
(Tomado de: "Dirigente Espírita". Nº 59 - Mayo/Junio de 2000)
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