miércoles, 12 de enero de 2011

CEREBRO Y ESPÍRITU

(Artículo en el Jornal Espírita de Jaci Régis - Junio de 2000)

Mientras la ciencia procura encontrar en los mecanismos cerebrales la sede de todas las capacidades afectivas y cognitivas del ser humano, el Espiritismo postula la ascendencia del ser espiritual como sujeto de la vida.

El descubrimiento de centros cerebrales que responden a estímulos específicos, como por ejemplo, la toma de decisiones, asusta a los científicos que se preocupan con la posibilidad de, en el futuro, sean desarrollados mecanismos capaces de manipular la capacidad de juicio de las personas, mediante la intervención en los centros del supuesto comando de la voluntad del ser humano.

La profunda correlación entre el Espíritu y los centros cerebrales es fundamental para que pueda existir la relación existencial. Todavía, aún con las experiencias e investigaciones realizadas y notificadas, incluyendo el proyecto genoma que mapeo el complexo genético del cuerpo, muchos pesquisidores llegan a la conclusión de que ”algo” fuera del cosmos cerebral comanda sus funciones.

Aunque la pesquisa se realice dentro de la visión que reduce al ser humano a un organismo vivo, queda claro que la existencia de núcleos específicos para determinadas funciones, lleva a la cuestión de cómo es hecha la coordinación de las respuestas e iniciativas comportamentales.

El descubrimiento de los neurotransmisores, revolucionando la comprensión sobre el funcionamiento de los impulsos cerebrales, abrió una nueva vía de estudio del comportamiento. Se le atribuye, empíricamente, que muchos comportamientos serían determinados debido al aumento o reducción de esas substancias que ejercen innegable influencia en las reacciones humanas.

En todos esos casos, permanece el problema de quien o el qué desencadena la respuesta y porque esa respuesta es típicamente personal, creando un vacío sobre la naturaleza de la personalidad humana y la motivación profunda de las decisiones, miedos y estados mentales diferenciados.

La tentativa de cualificar genéticamente los disturbios mentales más profundos, como la esquizofrenia y procurar circunscribir desvíos de comportamiento a azares genéticos, como el alcoholismo y el homosexualismo, siguen la lógica resultante del hecho de que siendo el ser humano apenas un organismo, su comportamiento deberá necesariamente depender de la combinación aleatorias de los genes y factores circunstanciales en la estructuración corporal.

Esa lógica, por fin, llevaría a afirmar que el carácter, la personalidad son formadas aleatoriamente, al acaso y, consecuentemente nadie podría a rigor ser responsabilizado por comportamientos anti-sociales o agresivos, violentos, una vez que serían los factores genéticos los que realmente determinarían las acciones de las personas.

El comportamiento humano es complejo y las pesquisas que lo reducen a reflejos condicionados, a acondicionamientos operantes y ejercicios de estímulo y respuestas no consiguen, como es obvio, resolver el modo como cada persona se posiciona y como reacciona tan específicamente a las condiciones del ambiente y de las presiones existenciales y afectivas.

La coordinación, ese “algo” más allá del cosmos cerebral detectado por los pesquisidores más atentos, es ciertamente el Espíritu, un ser espiritual independiente del cuerpo, como enseña la doctrina y no un substrato psíquico desconocido que, en la visión materialista, se reduce al mismo organismo.

Para nosotros, los espíritas, ese ser espiritual yuxtapuesto al organismo y de éste se utilizando para su compleja expresión de voluntad y percepción del mundo externo, desenvuelve una estrategia de vida muy individual aunque necesariamente ligado solidariamente al medio ambiente familiar, social, humano.

ESPIRITU y MATERIA

Esas pesquisas y revelaciones imponen una renovación en el modo de pensar espírita acerca de la relación cuerpo y Espíritu. Las expresiones místicas que presentan el Espíritu y su organismo de forma más o menos peyorativa precisan ser revisadas.

Expresiones como el Espíritu es todo, el cuerpo es nada, precisan ser revisadas porque se encuadran en la visión de la vida corpórea como un exilio y colocan al alma en contraposición al organismo. En verdad cuando se dice que “el Espíritu se sirve del cuerpo” no podemos pensar uno separado del otro, como si uno fuese el conductor y el otro mero vehículo..

En la encarnación, el organismo no representa en sí mismo, un obstáculo a la manifestación del alma, como se deduce de muchas expresiones espíritas, sino que está asociado al flujo de la voluntad y del pensamiento del ser, en su relación con el mundo externo.

Sin duda el Espíritu no depende del cuerpo, porque es un ser delimitado, expresivo y uno. Mas en la encarnación y en la llamada vida errante, más apropiadamente designada de vida extra-física, el ser espiritual se liga necesariamente a organismos sean os criados en el proceso reproductivo humano, sea en la constitución de cuerpos de materia extra-física, el psicosoma o periespíritu, creados a la imagen del cuerpo físico y mantenidos por el pensamiento continuo.

Durante la encarnación, aunque mantiene su identidad espiritual, el ser humano es una relación unívoca, entre el ser espiritual y el ser físico, constituyendo una unidad compleja de relación vibracional.

Aunque no se tenga una idea clara de como se da la relación mente espiritual y cerebro, es fuera de duda que la interrelación Espíritu y cuerpo se procesa en las circunvoluciones y mecanismos cerebrales.

La psicósfera personal es, así, la expresión básica de esa interrelación por proyectar combinaciones físico y psíquicas, integrando el sistema celular con las vibraciones de la mente espiritual y del cerebro.

Al estudiar las funciones cerebrales con instrumentos cada vez más precisos, la ciencia está, a mi modo de ver, descubriendo la inmensa capacidad del Espíritu a través de la maravillosa composición de la estructura cerebral adecuada a nuestro potencial de inteligencia y sentimiento.

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