El
poético, amoroso y sabio Francisco de Asís fue conocido como “el hermano de la
naturaleza” porque a todo, fuesen conceptos concretos o abstractos, lo llamaba
como hermano o hermana. Era “hermano sol”, “hermano fuego”, “hermana luna”,
“hermana agua”, así como era “hermana pobreza”, “hermana caridad” y así
sucesivamente. Lejos de ser fuerza de expresión, lo que estaba por detrás de
ese hablar de Francisco era una profunda comprensión de la Creación. Como todo
emanó de Dios, cada proceso natural, cosa o ser viviente es hijo o hija de la
“Inteligencia Suprema, Causa Primera de Todas las Cosas”. Así, somos todos hermanos o hermanas.
Nos
viene a la mente, al iniciar este estudio sobre los minerales a la luz del
Espiritismo, el frenesí con que tantas personas en todo el mundo se dedican a
estudiar y a loar las alegadas propiedades curativas de los cristales y la fe
con que nosotros, espíritas, tomamos un vasito de agua fluidificada. ¿Habrá
fundamento para tales creencias? ¿Existirá alguna relación entre un vaso de
agua y un cristal en un proceso de cura? Creemos que, antes de extendernos en
ponderaciones sobre tales cuestiones, es menester que sepamos de lo que estamos
hablando.
¿Qué
es esa materia inerte e inorgánica que se encuentra en todas partes? ¿Qué son
esas rocas majestuosas que adornan el horizonte? ¿Qué es esa pulverizada arena
que nos ofrece el placer gratuito de la playa? ¿Qué son esos nombres extraños
asociados a nuestra salud, unos que nos dejan enfermos cuando hacen falta en
nuestro cuerpo y otros que lo hacen justo por encontrarse en el presente? ¿Qué
significa, al final, toda esa pluralidad que ofrece los diminutos ladrillos con
los cuales la naturaleza yergue el magnifico edificio de la vida?
Creemos
que es conveniente hablar un poco de nuestros olvidados hermanos del reino
mineral, que tanto nos auxilian y de los cuales dependemos tanto y que, a
despecho de eso, acostumbran a ser ignorados en nuestras conversaciones sobre
la evolución. Antes de continuar, es importante esclarecer una confusión que es
común que ocurra cuando hablamos del reino mineral, como es, encontrar que el
mismo está constituido de rocas y piedras. No, el reino mineral está
constituido, como el nombre dice, de minerales. Las piedras y rocas no son más
que el resultado de los millones de diferentes maneras con que dos o más
minerales se pueden combinar de acuerdo con las condiciones a que fueron sometidos
a lo largo de los siglos. Luego, cuando rompemos una piedra o explotamos una
roca no estamos rompiendo un mineral, nada está pasando, por tanto, con el
principio inteligente que por ventura pueda existir asociado al mismo. ¿”Por
qué”?, podrá a esta altura preguntarnos, sorprendido, sobresaltado, el amable
lector.
“¿Qué
historia es esa de principio inteligente asociado a un mineral? La perspectiva
de tal pregunta nos invita a profundizar un poco más el entendimiento de lo que
son eses integrantes del reino mineral. Los minerales encontrados en la
naturaleza terrestre son, normalmente, sólidos, duros y compactos, exhibiendo
formas precisas, que llamamos cristal. Algunos sólidos y líquidos amorfos
encontrados en la naturaleza son, también, aceptados como minerales, por
atender a los criterios físico-químicos pertinentes. Un caso particular de
estos últimos son los elementos o sustancias que se encuentran en el estado
líquido en la naturaleza pero que solamente exhibe la forma cristalina en el
estado sólido. Un caso conocido es el hidróxido de oxigeno. En su estado
sólido, esa sustancia es un mineral cristalino que se encuentra en las nubes,
en heladas o en los majestuosos iceberg y a la cual nuestro vocabulario da el
nombre de hielo. No obstante, ella se encuentra mucho más fácilmente en la
naturaleza en su forma líquida y amorfa, cuando es conocida como agua.
El
cristal es un elemento de geometría constante y regular, geometría esta que es
mantenida, no importa cuanto se rompa el mineral, ni incluso si lo reducimos a
polvo. Esto se da por una razón al mismo tiempo simple e intrigante, como es,
el hecho de la estructura exhibida externamente por el cristal, no importa su
tamaño, es exactamente la misma con que se organizan los átomos de los
elementos químicos que lo componen. Cada mineral posee propiedades
físico-químicas bien definidas y únicas que lo caracterizan. La composición
química y la estructura cristalina son las características que, juntas, definen
a un mineral específico. El grafito y el diamante, por ejemplo, poseen
propiedades físico-químicas distintas, a despecho de tener ambos la misma
composición química, como sea, la de átomos de carbono. Eso se da porque las
respectivas estructuras cristalinas difieren, siguiendo el carbono el sistema
cristalino cúbico y el diamante, el hexagonal, fruto de las condiciones
diferentes bajo las cuales se formaron uno y otro.
Ahora
que ya hablamos de minerales, volvemos a nuestra pregunta de arriba, sobre el
“principio inteligente”. Examinando la Codificación, constataremos que la
Pregunta 540 de El Libro de los Espíritus nos da una pista para responder,
cuando los Espíritus afirman: “… Es así que todo sirve, que todo se encadena en
la Naturaleza, desde el átomo primitivo hasta el arcángel, que también comenzó
por ser átomo”. Y cuando leemos a León Denis, en El Problema del Ser, del
Destino y del Dolor, vemos que él usa una forma poética para dar la misma idea:
“...El espíritu duerme en el mineral, sueña en el vegetal, se agita en el
animal y despierta en el hombre”. Sin mayores razonamientos, con base apenas en
las dos citas de arriba, podemos aceptar que algo existe en el mineral más allá
de lo puramente físico.
El
hecho de seguir los minerales un sistema tan ordenado en su formación sugiere
la existencia de una inteligencia que los organiza. Parece, aun, sugerir que la
matriz inteligente que define un mineral reside más allá de cada trozo, más
allá del bloque del cual se haya cortado el pedazo, más allá incluso del
mineral como especie presente en el planeta. Cuando los diversos equipamientos
de prospección geológica a bordo de la sonda Cassini-Huygens escrutaron el
planeta Saturno y su luna Titán, ellos buscaron allí señales claras de la
existencia de los mismos minerales que existen aquí en la Tierra. Sabiendo los
científicos, a pesar de usar otro argumento y otros conceptos, que tenemos una
matriz inteligente única para todas las circunstancias de cada elemento mineral
en nuestro planeta, ellos parten de la premisa de que tal matriz sea única en
todo el Universo o, por lo menos, en nuestro Sistema Solar. Si tomáramos el
concepto de alma-grupo-de la-especie, propuesto por Jorge Andrea en Impulsos
Creativos de la Evolución para las especies animales, y lo extendiéramos para
el reino mineral, la única diferencia que resaltaría a nuestros ojos es que
existe una diversidad muchísimo mayor de especies animales que de minerales.
Lo
que vemos, por tanto, es que el proceso que desencadenó la formación de
vértices con características propias en el interior de las almas-grupos de las
diversas especies animales con vistas a la formación sucesivas de sub-especies,
razas y, finalmente, individuos, aun no fue disparado en el reino mineral.
Entendiendo de esa forma, la figura poética de León Denis queda clara cuando él
informa que el “Espíritu duerme en el mineral” (las comillas son nuestras). Nos
dice Emmanuel, en la respuesta a la Pregunta 79 de El Consolador, que “el
mineral es atracción”, idea que Jorge Andrea desarrolla extensamente en el
Capítulo I de la obra citada más arriba. Por falta de espacio en un artículo
como este, sugerimos al lector que no deje de leer obras tan importantes para,
entre otras enseñanzas, reciban aquellas que se refieren al reino mineral,
objeto de nuestra conversación. De lo que pudimos aprender con los citados
autores, parece lícito deducir que el principio inteligente se ejercita en el
reino mineral experimentando exactamente las características que estudiamos,
como son, la combinación química de los elementos básicos, la estructura
cristalina en que esa combinación es adquirida y las transformaciones que la
naturaleza y el hombre ejercen sobre ese resultado.
Estaría,
de esa forma, preparándose para continuar su jornada, no en el reino vegetal
terrestre, sino en el propio reino mineral, sin embargo, en mundos más y más
evolucionados, donde la diversidad de opciones se le irá abriendo de forma
creciente, dando ocasión a los numerosos grados de sutiliza que nuestra
Doctrina nos informa que existen. Concluir que los minerales no evolucionan por
la observación de aquellos existentes en nuestro planeta es ignorar la
constitución de los mundos en las diferentes etapas evolutivas. Concluir que
ellos no poseen vida, siendo incapaces, por tanto, de evolucionar por sí
mismos, es razonable, sensato y en consonancia con las enseñanzas doctrinarias.
No obstante, el hecho de que ellos no posean vida no significa que no
evolucionen pues, si eso no ocurriese, no habría como existir minerales más
sutiles en los mundos más evolucionados.
Creyendo
que ya tenemos una mejor idea de lo que son los minerales, pensemos, un poco,
en las alegadas propiedades curativas de los cristales de que hablamos al
inicio de este estudio. Sabemos que todo objeto de uso personal queda
impregnado, en mayor o menor grado, de las energías emanadas de su dueño,
conforme sea mayor o menor el apego del poseedor por el objeto poseído. Tal
realidad es estudiada por la psicometría. No es de eso, no obstante, de lo que
estamos hablando y, sí, de la impregnación consciente y bien intencionada de
vibraciones puras y amorosas. A la luz de las enseñanzas espíritas, sabemos que
los buenos Espíritus pueden utilizar a médiums con buena capacidad de
magnetización para transferir fluidos curadores para el agua o para cualquier
sustancia u objetos adecuados para eso.
Tal
certeza es lo que justifica el uso generalizado en las casas espíritas de
aquello que llamamos agua fluidificada. Del mismo modo, debemos entender que un
cristal que haya sido impregnado por un Espíritu, encarnado o no, con sus
mejores sentimientos, puede, sí, tener efectos benéficos sobre quien lo posee.
No, sin embargo, por seguir el éste o aquel sistema de combinación espacial en
su estructura cristalina, ni por poseer tal o cual composición química.
Quitando los cristales de minerales radioactivos, cancerígenos y venenosos,
todos los demás podrán ser benéficos para nosotros, por lo menos, tan benéficos
como puro fuera el amor de quien los hubiera impregnado de buenas vibraciones y
grande fuera la fe y el merecimiento de quien los utilizara. La composición
química y la estructura cristalina del mineral irán, sí, a determinar, con
mayor o menor facilidad con que los fluidos curativos serán transmitidos a el y
la duración con que los mismos quedaran presentes en el cristal, del mismo modo
que hace con la energía luminosa que sobre el incide.
Para
finalizar, queremos dejar claro que no estamos sugiriendo, ni apoyando, el uso
de cristales en las casas espíritas. Al contrario, lo juzgamos contraindicado.
Según el entendimiento que nos propicia el estudio de la Doctrina, no hay nada,
absolutamente nada, que pueda ser obtenido de un cristal, que no pueda ser
igualmente obtenido de un vasito de agua fluidificada, de un pase transmitido
con amor y recibido con compenetración o con el simple y dedicado trabajo en el
bien, en cualquier hora y lugar. ¿Por qué volver indispensable para la
institución un tratamiento si el mismo o mejor efecto puede ser obtenido con
simplicidad y casi sin coste?
Renato
Costa
Bibliografía
ANDRÉA
DOS SANTOS, Jorge. Impulsos Creativos de la Evolución. 3. ed. Río de Janeiro:
Societo Lorenz, 1995. KARDEC, Allan. E Libro de los Espíritus. 76. Ed. Río de
Janeiro: FEB, 1995. DENIS, León. El Problema del Ser, del Destino y del Dolor.
10. ed. Río de Janeiro: FEB, 1997. PERONI, Rodrigo. Mineralogía – Estudio de
los Minerales. Apostilla de Geología de Ingeniería I del Departamento de
Ingeniería de Minas de la Universidad Federal de Río Grande del Sur. Obtenido,
en 09/07/2004 de http://www.lapes.ufrgs.br XAVIER, Francisco
Cándido. El Consolador. Por el Espíritu Emmanuel. 17. Ed. Río de Janeiro: FEB,
1995.
Artículo
originalmente publicado en Tribuna Espírita - Septiembre/Octubre de 2005 - João
Pessoa, PB João Cabral ADE-SERGIPE Aracaju-Sergipe-Brasil En: 27.07.07 Mensaje
traducido por Isabel Porras-España
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