Allan Kardec fue un hombre de fe.
Abandonó, a los 51 años, un tipo de vida para entregarse, sin reservas, a lo que consideró la obra de su vida: la codificación y la fundación del Espiritismo.
Quiso inaugurar un nuevo tipo de ejercicio de la fe: "Fe inquebrantable sólo es la que puede encarar frente a frente a la razón, en todas las épocas de la humanidad", sentenció al abrir su libro El Evangelio según el Espiritismo, que después de todo, trata de la fe.
En el capítulo XIX – la fe transporta montañas - afirma "La fe necesita de una base, que es la inteligencia perfecta de aquello en que se debe creer. y, para creer, no basta ver; es preciso, sobretodo, comprender (...) la fe razonada, por apoyarse en los hechos y en la lógica, ninguna oscuridad deja. La criatura entonces cree, porque tiene certeza, y nadie tiene certeza sino porque comprendió."
Analizando un trecho evangélico, en la abertura del capítulo, Allan Kardec pondera sobre el poder de la fe . "En el sentido propio, es cierto que la confianza en sus propias fuerzas torna al hombre capaz de ejecutar cosas materiales que no consigue hacer quien duda de sí.". y adelante: "En otra acepción, se entiende como fe la confianza que se tiene en la realización de una cosa, la certeza de alcanzar determinado fin. Ella da una especie de lucidez que permite que se vea, en pensamiento, la meta que se quiere alcanzar y los medios de llegar hasta allá, de suerte que aquel que la posee camina, por así decir, con absoluta seguridad. En uno como en el otro caso, puede ella dar lugar la que se ejecuten grandes cosas. Mas advierte " Cumple no confundir la fe con la presunción. La verdadera fe se conjuga a la humildad; aquel que la posee deposita más confianza en Dios que en sí propio, por saber que es simple instrumento de la voluntad divina, nada puede sin Dios".
Esa fe mixta, entre la creencia en Dios y la importancia de la razón es el desafío mayor que él mismo enfrentó. Hombre creyente, buscó en la ciencia, en la razón, el sustentáculo capaz de mantener la fidelidad a Dios y superar los límites de la fe ciega. Todavía, en el último parágrafo reproducido él cierra el círculo al minimizar el poder de la fe personal, todo sometiendo, , a la voluntad divina.
Sin desmerecer el poder divino, parece extremadamente limitado decir que "nada puede sin Dios". Tomado como verdad absoluta, torna el libre albedrío una fantasía. Tenemos que evolucionar en esa comprensión de la relación de Dios con la persona, enfatizando la abrangencia de la Ley, mas sabiendo que dentro de ella, el libre albedrío es soberano.
la fe de Kardec, por tanto, combina los factores espirituales, mas no queda a la espera de la acción divina para resolver los problemas. Refuerza el poder interior, la fuerza interior, que cada uno tiene y que precisa ser movilizada por la perspectiva de vida. Lo que falta es decisión y sobra pereza mental, espiritual y humana, y mucho.
(Traducido de un Editorial del periódico espírita "APERTURA")
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