La Revista Espírita, fundada por Allan Kardec, contiene el relato de las manifestaciones materiales o inteligentes de los Espíritus, apariciones, evocaciones, etc., también como todas las noticias relativas al Espiritismo. La enseñanza de los Espíritus sobre las cosas del mundo visible y del invisible; sobre las ciencias, la moral, la inmortalidad del alma, la naturaleza del hombre y su futuro. La historia del Espiritismo en la antigüedad; sus relaciones con el magnetismo y con el sonambulismo; la explicación de las leyendas y de las creencias populares, de la mitología de todos los pueblos, etc.
En la Revista Espírita de 1864 Kardec relata: (Ítems 154 al 157)
154. En un horrible ático, en Clichy, vivía un hombre llamado Luis-Enrique, de 64 años, que más parecían noventa. Era trapero, pero tan trémulo, tan flaco estaba en sus últimos días, que no recogía casi nada. Cuando murió, lo encontraron ya roído por los ratones, acostado en su lecho, que era formado de los trapos y de las inmundicias que recogía. Fue el olor infecto, que exhalaba de su alojamiento, lo que atrajo la atención de los vecinos. (Pp. 377 y 378)
155. Evocado en la Sociedad Espírita de Paris, el Espíritu de Luis-Enrique resumió su historia. Él no cometiera ninguno de los crímenes punidos por las leyes de los hombres, mas viviera en medio a los vicios y excesos que la sociedad tolera, pero que no quedan impunes por la justicia de Dios. Jamás él reculara ante ninguna falta para satisfacer sus pasiones y, cierta vez, en un duelo de sangre, exterminó a su propio hijo, que él abandonara y no pudiera entonces reconocer. De rico y bello que fuera, los excesos lo llevaron al último grado de la miseria, del enviciamiento y del desprecio. (Pp. 378 a 382)
156. Comentando el caso, Kardec examina el papel de la sociedad en esa y en otra circunstancias, recordando que la verdadera llaga de la sociedad, la causa primera de todas los desórdenes, es la incredulidad. La negación del principio espiritual, la creencia en la nada después de la muerte, las ideas materialistas se infiltran en la juventud, que las absorbe, por así decir, con deleite. De ahí a querer gozar la vida a todo costo, la distancia es corta. (P. 383)
157. ¡Cuántos desórdenes, cuántas miserias, cuántos crímenes tienen su fuente en esta manera de encarar la vida! ¿Y, quienes son los culpables? Los primeros culpables son los que la erigen en dogma, en creencia, escarneciendo y tratando como locos los que creen que no todo está en la materia y en la vida visible. Luis Henrique no fue bastante fuerte para resistir esa corriente de ideas y sucumbió, víctima de sus pasiones, que encontraban justificación en las ideas materialistas, al paso que una fe sólida y razonada le habría puesto un freno más poderoso que todas las leyes represivas. (P. 383)
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