Para que la observación o estudio de cualquier cuestión sea exacta, verdadera y lógica, el sujeto observador debe desposeerse por completo de toda anterior creencia, de toda idea preconcebida, y marchar en línea recta por el camino que las inducciones analíticas y las deducciones sintéticas le marquen en su investigación. Porque la verdad no admite condiciones ni se somete a caprichos, y quien la busca debe prepararse de antemano a aceptarla tal y como se presente, con todo su cortejo de legítimas y naturales consecuencias.
Una vez revestido el filósofo o amigo del saber del carácter de una absoluta e inalterable impar-cialidad, y saturado del sereno valor que requieren los peligros que presentársele pudieran en la trascendental exploración que va a emprender, peligros que, aunque graves, solo pueden consistir en verse precisado a arrancar del corazón el sentimiento de creencias, si bien viciosas y nocivas, secularmente arraigadas y que la mente acarició formando la costumbre el modo de su ser, está en la obligación de marcarse seguro itinerario que le conduzca más derecha y prontamente al fin que se propuso investigar y conocer.
Dicho itinerario, no es otra cosa que el método adoptado para el estudio.
Sabido es, que el conocimiento de la realidad empírica conduce, por inducción, al conocimiento de la naturaleza de los principios; y el conocimiento de estos llevan en línea recta, por igual procedimiento, al principio matriz, único, absoluto, principio de todos los principios. Mas el método puro del análisis presenta un grave obstáculo, y aún más que grave, insuperable. Porque, ¿le es acaso dado al hombre conocer el inferior principio de las cosas, ni aun las transiciones de enlace en su inmediato orden superior? – No; y eso depende de que el principio que hemos calificado de inferior es el mismo principio superior, el principio matriz, único, absoluto, principio de todos los principios; o lo que es igual, el fin de todas nuestras investigaciones: y siendo uno el principio y el fin de las cosas que nos proponemos conocer, conviene adoptar otro procedimiento de investigación que se adapte más a nuestros naturales elementos de estudio y comprensión.
Siendo el hombre un verdadero centro entre lo infinitamente grande y lo infinitamente pequeño, tanto en conocimiento como en relativa perfección, y encontrando en sí mismo la primera evidencia de realidad, su conocimiento propio debe ser su punto de partida para toda investigación tanto superior cuanto inferior, sin perjuicio de relacionarla luego a un todo solidario y sintético, o dividirla en series y hasta en individualidades características.
Es decir que, el verdadero método analítico posible para el hombre, de adoptar en su estudio científico, es hasta cierto punto impropio de tal nombre, puesto que parte del sintetismo de su ser dual, por un lado, y del sintetismo de sus perfecciones, centro entre su punto de partida eterno y su infinito fin. Pero como la armonía racional de todo estudio, empírico e intelectual consiste en partir de un conocimiento absoluto, de una certeza inalterable y permanentemente indestructible, de aquí que, para distinguir el procedimiento investigatorio que parte del empirismo, del que principia en la abstracción se haya denominado aquel, procedimiento o método analítico.
El método hipotético o de construcción, es bello y valiente; pero como establece verdades a priori y sin confirmación, conviene, cuando de metafísica se trata, iniciar como principio investigatorio, un análisis experimental que ante todo conduzca a la certeza y legitimidad de las ulteriores deducciones, fundamento y base de toda construcción.
Estas consideraciones no quieren decir, sin embargo, que el método sintético deje de ser conveniente y fructuoso, siempre que tratándose de una investigación universal, el principio de los principios es la fuente y la raíz de toda especulación posterior y empírica. Y además, por cuanto el análisis rigoroso del empirismo es imposible realizarlo sin aventurar anticipaciones reflexivas basadas en conocimientos adquiridos por el procedimiento a priori. Pero se hace conveniente y necesario, en primer término, cuando la verdad se busca, conocer al menos la posibilidad de adquirirla por la certeza de los medios con que para verificarlo el hombre cuenta: después, el valor de los conocimientos adquiridos y de las ideas despertadas, prestarán incontestable autoridad para proceder a la construcción de invulnerables síntesis, de las que deductivamente pueda descenderse, tanto a certificar lo establecido, cuanto a resolver principios, consecuencias y detalles, del sistema a que se aplique la investigación.
El método analítico, es decir, la investigación de las causas por el conocimiento de los efectos, parece que se adapta más a nuestra naturaleza, que el procedimiento sintético, o sea la investiga-ción de los efectos por el conocimiento de las causas. Pero esa naturalidad, debida a que la mayoría de los hombres somos aun más seres afectivos que razonables, cesa desde el momento en que sabemos que las primordiales causas a que pretendemos elevarnos, no pueden afectar nuestra sensible experiencia, por cuanto pertenecen a la mas pura razón. Así pues, el más seguro procedimiento investigatorio en los seres que hayan llegado a cierto grado de desarrollo intelectual, es el sintético para sentar los fundamentos de raciocinio; y el analítico para inquirir la naturaleza de las cosas que pertenecen al orden de nuestro inmediato dominio por la experiencia sensible, en las ideas que sus afecciones hayan despertado en el espíritu.
Este método mixto posee además la incalculable ventaja de asegurarnos del acierto de los principios admitidos por la precisa concordancia de los fines que se investigan, y la de darnos mayor seguridad de la verdad dilucidada de los fines, por conducirnos directamente a la inmediata procedencia de los principios sentados. No queda reducida a lo dicho la conveniencia de semejante método, sino que hasta puede revelarnos el error en que inadvertidamente pudiéramos incurrir sobre cualquiera de las secciones investigadas, no acusando la exacta concordancia que en su necesaria solidaridad ha de constituir el todo en razonable y lógico sistema.
Una vez indicadas las circunstancias que deben caracterizar al investigador científico, y el procedimiento más racional y seguro que al efecto debe adoptar, solo nos resta un punto que exponer, y es el fundamento conveniente de que para sus estudios debe partir.
Un hecho de conciencia pura, una absoluta evidencia, debe constituir el principio, la base, el fundamento de toda investigación científica, anteriormente histórica, y posteriormente inductiva.
Y como no existe hecho más positivo, ni axiomático para el hombre que el conocimiento de su personalidad, de su individualidad, de su Yo, de este conocimiento dilucidado en sí mismo, deben brotar los elementos todos para la investigación de la verdad.
Convencido el hombre de que conoce, de que puede conocer, y sabiendo el procedimiento que está a su alcance para conseguir conocer lo que desea, hará llegar a sí mismo las influencias subjetivas sin salirse de su ser, para que el delicado escalpelo de su razón las anatomatice, y su análisis le preste su conocimiento, más o menos extenso, según la finura del instrumento perceptivo con que cuente, y la perfección del prisma examinador que lo maneja.
Un pequeño preámbulo. Planteemos una tesis para demostrarla.
Esta será: El Espiritismo no es UNA filosofía, sino LA FILOSOFIA.
La demostración de la enunciada tesis requiere gran prudencia, no lo ignoramos; pero para verificarlo hay que ajustarse a una medida dada, que es lo más difícil. Si se tratara de escribir una obra filosófica sobre Espiritismo, habría el extenso campo de los tomos en donde sin temor alguno podrían multiplicarse las aclaraciones de los conceptos vertidos; mas cuando se trata de una exposición sucinta de la filosofía, hay que reducir a tan estrechos límites una tan grande obra, que el espíritu se asfixia al comprenderlo. Pero siendo indispensable realizarlo en dicha forma, habremos de concretarnos al terreno que las circunstancias nos ofrecen aun cuando las ideas se opriman unas contra otras sin poder ninguna presentarse en su propia grandeza y desarrollo, y aun cuando la luz de la verdad no irradie a su potente alcance por encerrarla en tan mezquino círculo.
Ya hemos manifestado en el artículo anterior que, el único procedimiento para la investigación de la verdad científica, consiste en unir en íntimo consorcio a la experiencia sensible y la razón, exclusivos medios que al hombre le han sido concedidos para buscar la relativa realidad de Dios.
Porque la ley de las mayorías, es absurda.
Porque el imperio de la fuerza, es salvaje.
Porque la imposición del sentimiento, es insensata.
Porque la aceptación por conveniencia, es imposible.
Porque la prueba del testimonio histórico o contemporáneo, es insuficiente.
Pues bien; meditada con detenimiento la forma expositiva conveniente como fundamento analítico de este filosófico trabajo, y recordando el adoptado por varios sistemas, nos ha parecido mas metódico y completo el usado en el krausismo por nuestro malogrado y eminente filósofo Sanz del Río y aunque sólo en microscópico bosquejo, tanto por extensión cuanto por forma y fondo, lo tomamos por norma y por modelo.
Mucho sentimos que la necesidad nos fuerce a no escribir sobre el asunto con la vulgarísima claridad que hace los conceptos comprensibles al primer golpe de vista; pero la índole científica que naturalmente entraña, no nos permite verificarlo según nuestro deseo. Sin embargo, pondremos todo nuestro cuidado y voluntad en exponer lo mas sencilla y claramente que podamos.
Demos, pues, principio a nuestra tarea, con una primera parte que propiamente podremos denominarle análisis.»
(Manuel González Soriano, El espiritismo es la filosofía, Imprenta de Juan Torrents, San Martín de Provensals 1881, páginas 7-20.)
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