martes, 25 de junio de 2013

ESPIRITISMO DIALÉCTICO– Manuel Porteiro


Final del 1er capítulo: “Fundamentos Científicos de la Concepción Neo Espiritista de la Vida y de la Historia”

Hasta mediados del siglo pasado, el Espiritismo no formó un cuerpo de doctrina. Los elementos de esta profunda ciencia del espíritu, lo mismo en lo que se refiere a los fenómenos que a los conceptos filosóficos, se hallaban dispersos por todos los pueblos de la tierra y se encuentran en todas las épocas de la historia mezclados con las más diversas creencias y prácticas religiosas. Las personas dotadas de facultades mediúmnicas fueron consideradas una veces como dioses o adivinos, otras como demoníacos, brujos o hechiceros. Las prácticas fueron del dominio esotérico de las religiones, y por eso que, en algunos casos, todavía conservan ese sello de misticismo y de superstición del que aún el Espiritismo no se ha podido desprender, no obstante los adelantos de la ciencia y de la crítica razonada. Los fenómenos fueron aceptados sin clasificación ni orden, tomando las manifestaciones anímicas por revelaciones espíritas o éstas por aquellas y, muchas veces, la charlatanería y la sofisticación, por la verdad. Y no es extraño que haya todavía muchas personas que crean firmemente que todo lo que sale por la boca de un médium es manifestación genuina del más allá.

Si esto sucedió con los fenómenos, ¿qué podía esperarse de la teoría? Esta adoleció y adolece aún de análogos defectos, defectos de interpretación y, por ende, de uniformidad filosófica e ideológica, debido todo ello, a la influencia de las religiones, al carácter de revelación providencial, de infalibilidad, o de superioridad que, la gente sencilla o ignorante, atribuye a las comunicaciones espíritas, ir a esa tendencia al sincretismo que todo lo quiere conciliar - aún los absurdos religiosos más grandes, con los hechos y conceptos más claros y verdaderos, - tendencia que se nota en casi todos los autores clásicos y no en pocos modernos, que aún viven pegados a la roca de los prejuicios de la vieja escolástica. De ahí que el Espiritismo, como filosofía, resulte una doctrina heterogénea y, en algunos casos contradictoria, cuyos principios y preceptos difieren entre sí, a tal punto que originan dos corrientes opuestas: una religiosa y conservadora, la otra racionalista ir revolucionaria, que hoy se manifiestan pronunciadamente.

En 1857, Hipólito Denizar Rivail, (Allan Kardec), espíritu observador y de una penetración poco común, examinó, compiló y clasificó los hechos, formuló la teoría y estableció la nomenclatura espírita, creando un vocabulario con el cual expresó los hechos y los conceptos doctrinarios que de ellos se desprenden. Pero la doctrina de Kardec y de sus colaboradores, con ser verdadera en sus principios fundamentales, no pudo traspasar los límites de su época ni romper por completo con los moldes religiosos a los cuales se ajustó. Kardec buscó conciliar el Espiritismo, por un lado, con la ciencia, por otro, con las religiones, usando métodos, procedimientos de lógica, formas de pensamiento y de lenguaje propios de los dos. Esto pudo ser conveniente en su tiempo, en que la fe religiosa, a falta de una mejor comprensión de los fenómenos espiritistas y del carácter de revelación que se les atribuía, desempeñaban un papel primordial en el ánimo de los creyentes, no así en el de los que buscaban la verdad por la experiencia y el razonamiento, aún sabiéndola posible y demostrable. Por otra parte, la creencia en la supervivencia del espíritu no había sido desalojada aún de la ciencia por el positivismo y por el materialismo. Hoy las exigencias del espíritu científico y filosófico, que abarcan horizontes más amplios no se satisfacen con los expedientes religiosos y morales de San Luis, de San Agustín, o de cualquier otro santo filósofo o teólogo, ni con versículos, preceptos o parábolas extraídas de la Biblia.

La concepción moderna del Espiritismo ha venido elaborándose con la experiencia de los hechos, no sólo en el terreno de la psicología experimental, en el fenomenismo metapsíquico y espírita – que le sirve de base fundamental – sino también abonando este terreno con la contribución de las demás ciencias físicas y naturales y con las reflexiones filosóficas que
éstas sugieren.

En una palabra, podemos afirmar que el Espiritismo, durante el proceso de su evolución, estaba gestándose en la conciencia y en la mente de los hombres que lo habían de elevar a una nueva concepción científica y filosófica, estaba formando la nueva dialéctica espiritualista ajustada a los hechos de la psicología moderna y de la concepción espiritista, dínamo-genética, de la vida y de la historia.

Nuevos tiempos, nuevos hombres, nuevas concepciones del universo, nuevas ideologías y nuevas formas a las ideas.

El signo de progreso evidente del Espiritismo, en la actualidad, es su grandiosa concepción dialéctica, cuyos elementos fundamentales exponemos en esta obra, como asimismo el enriquecimiento de su terminología, que ha sufrido una sensible renovación y ha sido aumentada considerablemente con neologismos apropiados, necesarios para la comprensión y debida clasificación de los hechos y de las ideas y conceptos.

No hay ciencia ni filosofía que, en el curso de su evolución, no sufra modificaciones, que no cambie en alguno de sus conceptos y en los términos del conocimiento, a medida que éste se, hace más extensivo, más claro, más comprensible, más ajustado a la verdad esencial que encarnan los hechos o fenómenos estudiados.

La concepción dialéctica y su lógica científica ponen de manifiesto la renovación y avance del Espiritismo despojándolo de todo elemento ajeno a su contenido científico y filosófico y reafirmando uno de los más hermosos principios de su doctrina: El Espiritismo, marchando de acuerdo con los progresos de la ciencia, no tiene nada que temer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario