miércoles, 19 de junio de 2013

IMAGEN Y SEMEJANZA


Hay en el alma humana una impronta de Dios, un Arquetipo, del que brota una fuerza poderosa que necesita ser expresada. No podría ser de otra manera ya que la evolución se realiza mediante la interacción de condiciones externas con los instrumentos del espíritu y sus potencialidades latentes.
Somos criaturas conscientes pero limitadas que formamos parte de un todo sumamente complejo que nos informa, fundamentalmente desde niveles inconscientes, por eso, dado que esa impronta está arraigada y emerge desde una base en extremo profunda y vital no se la puede expresar acabadamente a través de la racionalidad sino a través de símbolos, ritos y mitos. Todos ellos son intentos de reproducir en superficie lo que palpita en el fondo.

Esta expresión de lo sagrado ha tenido en la humanidad un largo camino evolutivo y diferencias culturales.

Hacia el 2.500 a.c. aproximadamente, finalizó un período de desarrollo con características comunes en todas las altas culturas existentes en el planeta, de aquí en más cada una de ellas, habiendo ya alcanzado madurez, continuó un camino de diferenciación creciente. No solo se delinearon dos formas diferentes de concebir lo sagrado, también se configuraron dos psicologías distintas: la de oriente y la de occidente.

Durante la etapa de desarrollo común, en los albores de la civilización, el arquetipo de lo sagrado, este contenido “numinoso” del alma, se expresó en primer lugar como ASOMBRO frente a la fuerza y misterio de la vida.

Los restos arqueológicos de la etapa pre-histórica y los relatos míticos después, ponen de manifiesto que esa fue la emoción predominante. Hay cientos de miles de estatuillas femeninas que representan la fertilidad e incluso la planta de los templos tenían forma de útero. La percepción de la vida no estaba aún obstaculizada por racionalizaciones por lo que el cosmos seguramente se captaba con toda su fuerza haciendo un impacto fundamental en el alma humana.

La vida se experimentaba como un todo, incluso la vida social participaba del cosmos.

En los rituales con reyes y sacerdotisas, se reproducían los ciclos de nacimiento y muerte que veían en la naturaleza. El rey representaba a la comunidad y la sacerdotisa a los dioses y lo sagrado. Que ambos fueran sacrificados, y en alguna etapa lo fueron con toda su familia y sirvientes, pone de manifiesto lo que antes dijimos: la intensidad con la que se captaban las leyes de la naturaleza y a la vez, la necesidad de expresar la pertenencia al cosmos y de garantizar con el rito su continuidad.

Esta visión de la vida determinó necesariamente que la dirección de la cultura estuviera en manos de los sacerdotes. Ellos descifraban el misterio, lo interpretaban, establecían los rituales y construían los símbolos.

En esta tarea por comprender el movimiento de la vida se dieron los primeros pasos de civilización: desarrollaron la escritura y un calendario matemático, y se dieron los lineamientos de una organización social cada vez más compleja que requería fuertes vínculos y una alta organización, único camino posible para garantizar la supervivencia de la comunidad.

El segundo motivo que aparece como expresión religiosa es la SALVACION, los relatos evidencian una necesidad de redención o liberación de una condición humana que comienza a experimentarse como limitada e incompleta.

Es a partir de aquí que se inicia el proceso de diferenciación cultural.

Para Occidente y Cercano Oriente esta etapa de diferenciación se la puede denominar de DISOCIACION MITICA ya que en el área cultural de la región Mesopotámica situada entre los ríos Tigris y Eufrates (actualmente atraviesan Irán e Irak), el Asombro fue lesionado por las condiciones geográficas y sociales reinantes y se instaló para siempre la disociación del orden humano y el divino y la necesidad de Salvación.

Resulta fundamental destacar aquí que esta es el área cultural en la que nacieron y se nutrieron el Judaísmo, el Cristianismo y el Islamismo.

La primer civilización de la Mesopotamia, estaba conformada por un conjunto de ciudades estados independientes. Estos focos de cultura, eran permanentemente asediadas por tribus nómades de los desiertos que rodean la fértil región, en busca del trigo que se almacenaban en sus templos. Y continúo siendo una región de choques permanentes entre grupos étnicos y pueblos con tradiciones completamente distintas. A esta dificultad con los pueblos del desierto se sumaban las rivalidades entre las diferentes ciudades que se disputan el predominio en la región.

Por otra parte, la geografía y las condiciones climáticas eran sumamente agresivas , las crecidas de los ríos Tígris y Eufrates no eran regulares por eso mismo eran sorpresivas e incontrolables o bien requerían esfuerzos titánicos para soportar sus embates sin sufrir severos daños, las tormentas también era fuertes e imprevisibles.

Estas condiciones sociales y geográficas determinaron, necesariamente, un modo particular de concebir la vida, y profundizaron el desarrollo de la cultura material. La vigilancia de la naturaleza condujo al desarrollo de la astronomía, a la interpretación de condiciones meteorológicas, y de las técnicas de adivinación. En lo social y político condujo a la formación de gobiernos cada vez más fuertes y a la redacción del primer códigos civil que se conoce, en el que está establecido con sumo
detalle la Ley del Talión.

Por otra parte, se pasó de una concepción vegetal y femenina de la vida, vinculada a los ciclos lunares, a una concepción solar, masculina y combativa. La vida ya no era concebida como un orden de ciclos vitales que se suceden y son complementarios a la vez, sino que se impuso una concepción progresiva donde la luz solar siempre es victoriosa en una lucha con la sombra.

Fue así como la concepción sacerdotal de las primeras etapas, de un orden sagrado que se expresaba matemáticamente en un ordenamiento cósmico perfecto fue oscurecida por una concepción antropomórfica de los poderes que mueven el mundo, en permanente lucha y competencia. Los relatos míticos de Mesopotamia como sus ritos ponen de manifiesto una gran inseguridad, temor y angustia, por lo que es válido suponer que la condición humana era experimentada con un sentido trágico.

La vida de los seres humanos ya no se desenvolvía dentro de un orden divino de armonía y perfección, que se expresaba en cada hecho de la naturaleza y en la vida social misma sino que, por el contrario, se había producido una terrible ruptura entre el orden humano y el divino.

La ruptura con lo divino generó un sentimiento de ansiedad por la pérdida, un corrosivo sentimiento de culpa y el anhelo de retorno. Los textos de las cultura que se sucedieron en la región, incluida la Biblia, relatan las sucesivas pérdidas y recuperación del favor divino, y los muestran como niños que tratan de ganarse el favor de su padre. Asimismo el Job Bíblico tienen fuertes antecedentes
en relatos de pueblos anteriores Judios, cristianos y musulmanes han necesitado compulsivamente una alianza o un pacto con Dios que implicara un reconocimiento para ellos, con él que se pudiera restablecer la unidad y que los redima a la vez de una condición de pecado.

Cada una de las tres a su tiempo se consideró a si misma como la elegida para la implantación en el mundo del orden de Dios.

En las culturas que fueron modeladas por estas tres religiones reina la tensión y la dualidad (cuerpo y alma, cielo y tierra, vida y muerte, Dios y Humanos) predominó un sentimiento de exilio y carencia, culpa y pecado. El mundo no es manifestación de lo divino sino territorio de conflicto.
La imagen mitológica del nacimiento del primer humano es común en todas las mitologías del mundo, pero la forma en la que aparece a la vida muestra la profunda diferencia entre la concepción de las religiones de occidente y las de oriente, especialmente la hindú.

En la Biblia, Dios es trascendente al Hombre, son entidades separadas desde el primer momento. A tal punto que la mujer es creada de una costilla de Adán, el primer hombre. Y la presencia de ambos en el mundo que conocemos es producto de un error que no debería haber ocurrido: la desobediencia y posterior expulsión del paraíso. Por el contrario en la versión hindú, Dios, ser sumamente creativo y dinámico produjo en un despliegue de su propia esencia todo lo que existe, todo lo que vive es por lo tanto de naturaleza divina. Dios es Inmanente.

En el mundo hindú la separación de los seres humanos de su fuente no es más que una ilusión de los sentidos que se genera en la condición de tres dimensiones en la que la vida de los humanos parece estar atrapada. Solo se requiere una reorientación mental y psicológica por la cual, la mente que conoce restablece el vínculo con lo divino.

Ello es posible mediante un instrumento por cierto milenario: el YOGA. El término significa “vincular, enlazar o unir” y podría considerarse que equivale al término religión. En la India y en todas las doctrinas que nacieron en su seno como el Budismo, el “ego” resultado inmediato de la ilusión de los sentidos, debe ser disuelto porque es el principio de una ilusión, la ilusión de separación.

El Taoísmo (China) sería una posición intermedia entres estas dos concepciones.

El diagrama del Yin/Yang representa el misterio de un todo que contiene en si mismo los miles de seres. Pero si bien esta es una concepción muy próxima a la India, ya que todo está contenido y no separado, no consideran que este mundo de tres dimensiones deba ser eludido como engañoso. Este mundo, tal como se manifiesta, forma parte de lo divino por lo tanto la tarea sería identificar las leyes que gobiernan la vida en general y la mente en particular y dejarse llevar por ellas, vivir en sintonía con ellas. El objetivo es por tanto experimentar a la vez las imágenes ilusorias de la tercera dimensión y la serenidad del yo profundo enraizado en lo divino.

En una era de intercambios culturales tan notorios como los que vivimos el impulso evolutivo es de superación de las propias metáforas hacia una síntesis mayor que incluya nuevos elementos que oxigenen las viejas concepciones. Esta posibilidad es para mirar, mirarse y comparar, no para combatir o desacreditar sino para mejorar, compartir, y disfrutar en paz de un mundo diverso, rico, colorido y pleno de matices.

Mónica Maggi
Sobre el libro “Las Máscaras de Dios”
de Joseph Campbel (tomo Mitología oriental)

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