sábado, 10 de mayo de 2014

CARTA DEL DR. MORÉHRY; REV. ESP. 1859-VI


REVISTA ESPIRITA – Correspondencia – Carta del Dr. Morhéry, págs. 50-52.
          
Loudéac, 20 de diciembre de 1858.

Sr. Allan Kardec,

Me congratulo por haberme puesto en contacto con vos para el género de estudio al cual nos entregamos mutuamente. Hace más de veinte años que me ocupo de una obra que debería intitularse: Estudio sobre los Gérmenes. Esta obra debía ser especialmente fisiológica; sin embargo, mi intención era demostrar la insuficiencia del sistema de Bichat, que no admite sino la vida orgánica y la vida de relación. Yo quería probar que existe un tercer modo de existencia que sobrevive a los otros dos, en estado no orgánico. Este tercer modo no es otro que el de la vida anímica o espírita, como la llamáis. En una palabra, es el germen primitivo que engendra a los dos otros modos de existencia: el orgánico y el de relación. También quería demostrar que los gérmenes son de naturaleza fluídica, biodinámicos, que se atraen, que son indestructibles, autógenos y en número definido, ya sea en nuestro planeta como en todos los medios circunscritos. Cuando apareció Terre et Ciel, de Jean Reynaud, fui obligado a modificar mis convicciones. Reconocí que mi sistema era demasiado limitado, y admití con él que los astros, por el intercambio de electricidad que pueden establecer recíprocamente, deben necesariamente –por esas diversas corrientes eléctricas– favorecer la transmigración de los gérmenes o Espíritus de la misma naturaleza fluídica.

Cuando se habló de las mesas giratorias, en seguida me entregué a esta práctica y conseguí resultados tales que no tuve más ninguna duda sobre esas manifestaciones. Luego comprendí que había llegado el momento en que el mundo invisible iba a volverse visible y tangible y que, desde entonces, marchábamos hacia una revolución sin precedentes en las Ciencias y en la Filosofía. Sin embargo, yo estaba lejos de esperar que un periódico espírita pudiera establecerse tan rápido y mantenerse en Francia. Hoy, Sr., gracias a vuestra perseverancia, es un hecho adquirido, y este hecho es de un gran alcance. Estoy lejos de creer que las dificultades estén vencidas; encontraréis bastantes obstáculos y sufriréis muchas injurias, pero al final de cuentas, la verdad se abrirá Textos extraídos de las Obras de Allan Kardec paso; se llegará a reconocer la exactitud de la observación de nuestro célebre profesor Gay-Lussac, que nos decía en su Curso, con respecto a los cuerpos imponderables e invisibles, que estas expresiones eran inexactas, y que solamente constataban nuestra impotencia en el estado actual de la Ciencia; agregó que sería más lógico llamarlos no ponderosos. Sucede lo mismo con la visibilidad y la tangibilidad; lo que no es visible para uno, lo es para otro, incluso a simple vista, como por ejemplo: los sensitivos; en fin, la audición, el olfato y el gusto –que no son más que modificaciones de la propiedad tangible– son nulos en el hombre en comparación con los del perro, con los del águila y con los de diversos animales. Por lo tanto, nada hay de absoluto en esas propiedades que se multiplican según los organismos. Nada hay de invisible, de intangible, de imponderable: todo puede ser visto, tocado o pesado cuando nuestros órganos – que son nuestros primeros y más preciosos instrumentos – se vuelvan más sutiles.

A tantas experiencias a las que ya habéis recurrido para constatar nuestro tercer modo de existencia (la vida espírita), os pido que agreguéis la siguiente: tened a bien magnetizar a un ciego de nacimiento, y en el estado sonambúlico dirigidle una serie de preguntas sobre las formas y los colores. Si el sensitivo es lúcido, os probará de una manera perentoria que sobre esas cosas tiene conocimientos que sólo podría haber
adquirido en una o en varias existencias anteriores.

Termino, Sr., rogando que aceptéis mis más sinceras felicitaciones por el género de estudios al cual os consagráis. Como nunca he tenido miedo de manifestar mis opiniones, podéis incluir mi carta en vuestra Revista, si así lo juzgáis de utilidad.

Vuestro servidor muy devoto,
MORHÉRY, Doctor en Medicina.

Nota – Nos sentimos muy felices con la autorización que el Dr. Morhéry consintió en darnos para publicar su notable carta que acabamos de leer. La misma prueba que, al lado del hombre de Ciencia, en él existe el hombre juicioso que ve algo más allá de nuestras sensaciones y que sabe hacer el sacrificio de sus opiniones personales en presencia de la evidencia. En él la convicción no es una fe ciega, sino razonada; es la deducción lógica del sabio que no cree saberlo todo.

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