martes, 27 de mayo de 2014

BRUNO Y GALILEO


La ciencia, tal como se practica en la actualidad, no es capaz de tratar de la conciencia, experiencia, valores, ética, ni de nada referente a la calidad. Esto se debe a algo que ocurrió en la conciencia europea en la época de Galileo y de Giordano Bruno. Ellos representan el epítome de dos paradigmas: Bruno, que fue torturado y quemado en la hoguera católica por afirmar que había infinidad de mundos, y Galileo, según quien el método científico consistía en estudiar el mundo como si la conciencia no existiera ni hubiera seres vivientes en este. Galileo afirmó (para salvar su vida) que sólo los fenómenos cuantificables eran admisibles en el dominio de la ciencia. Según él, “todo lo que no pueda ser medido y cuantificado no es científico”. En la ciencia posgalileana eso se ha convertido en “lo que no puede ser cuantificado, no es real”. 

Esto ha significado una profunda corrupción del punto de vista griego de la naturaleza como “física”, que es algo vivo, en transformación permanente y no desvinculado de nosotros. El programa de Galileo ofrece un mundo muerto porque prescinde de la vista, el oído, el gusto, el tacto, y el olfato. Desde entonces se ha prescindido también de la estética y de la sensibilidad ética, de los valores, la calidad, la conciencia y el espíritu. 

La experiencia personal como tal, ha sido desechada del discurso científico. Casi nada ha cambiado tanto el mundo en los últimos cuatrocientos años como el audaz programa de Galileo. Hubo que destruir el mundo en teoría antes de poder destruirlo en la práctica.

Hoy hay muchos que pretenden dar un primer paso para cambiar la ciencia actual, de tal modo que las consideraciones mencionadas pudiesen ser incorporadas en el marco científico del futuro. Ese paso parece consistir en cambiar el enfoque mecanicista y fragmentario de la ciencia clásica por un paradigma holístico, en el que el énfasis principal se concentre en el ser vivo y las relaciones con el entorno y no en las entidades independientes a las relaciones.

Fritjof Capra, en Sabiduría Insólita

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