sábado, 3 de mayo de 2014

LA RAZÓN DE SER DEL ESPIRITISMO

Por Víctor Hugo (espíritu)


Cuando el oscurantismo de la fe dominaba las mentes, llevándolas al fanatismo desestructurador de la dignidad y del comportamiento; cuando a cultura, enloquecida por sus conquistas en el campo de la ciencia de laboratorio, proclamaba a desnecesidad de cualquier preocupación con Dios y con el alma, en fase à fragilidad con que se presentaban en el proscenio del mundo; cuando la filosofía divagaba por las múltiples escuelas de pensamiento, cada cual más arrebatadora e irresponsable, inculcándose como portadora de la verdad que libera el ser humano de todos los atavismos y limitaciones; cuando el arte rompía los lazos con lo clásico, lo romántico y la belleza convencional, para expresarse en formulaciones modernistas, impresionistas, abstraccionistas, traduciendo, ora a angustia de la su generación remaneciente de los atavismos y limitaciones del pasado, ora la ansiedad por diferentes paradigmas de afirmación de la realidad; cuando se tornaban necesarios diversos comportamientos sociales y políticos para amenizar la desgracia moral y económica que avasallaba la Humanidad; cuando la religión perdía el control sobre las conciencias e intentaba rearticularse para proseguir con los métodos medievales ultramontanos e insoportables; cuando las luces y las sombras se alternaban en la civilización, surgió el Espiritismo con su razón de ser para promover el hombre y la mujer, la vida y la inmortalidad, el amor y el bien a niveles antes jamás alcanzados.

Realizando una revolución silenciosa como pocas jamás ocurridas en la Historia, tornóse poderosa palanca para el surgimiento del ser humano, retirándolo del caos del materialismo a que se arrojara o fuera lanzado sin la menor consideración, para que adquiriese la dignidad ética y cultural, fundamentada en la identificación de los valores morales, indispensable para la identificación de los objetivos esenciales e insuperables de la paz interna y de la conciencia de sí mismo durante el transito corporal.

Después, en el College de France, proclamando que Jesús era un hombre incomparable, en su memorable discurso, el académico e inmortal Ernesto Renán confirmaba, a su turno, aunque sin contacto alguno con la Doctrina naciente, la humanidad del Rabi galileo, rompiendo la tradición dogmática del Hombre Dios o del ancestral Dios hecho hombre.

Bajo la acción del cincel inexorable de las informaciones de más allá del túmulo, el decantado reposo o punición eterna, el arbitrario juicio más punitivo que justiciero, cedían lugar a la conciencia de la vida exuberante que prosigue a la muerte afora imponiendo a cada cual la responsabilidad por la conducta mantenida durante la trayectoria cerrada.

Las narraciones de la sobrevivencia tocadas por la legitimidad de los hechos fundamentadas en la lógica de la indestructibilidad del ser espiritual, daban colorido diferente  a los paisajes de la Eternidad, diluyendo las fantasías y mitos que las adornaron por diversos milenios.

Permitió que el ser humano se redescubriese como Espíritu inmortal que es, preexistente a la cuna y sobreviviente al túmulo, facultándole comprender la finalidad existencial, que es emerger en el océano del inconsciente, donde duermen los actos pretéritos y las construcciones que proyectan directrices para el momento y el futuro, finalmente diluir las voluminosas barreras de sombra y de crueldad a que se entregó y que le obnubila la comprensión de su realidad, emergiendo en triunfo, para que lubrique la inmarcesible luz de la verdad que lo ha de conducir por los infinitos derroteros del porvenir.

Intoxicado por los vapores de la organización fisiológica, sumergido en sombras que le impiden el discernimiento, vagando por los dédalos interminables de la busca de la realidad, solamente al precio de la fe razonada y lógica, portadora de los instrumentos que se derivan de los hechos constatados, el hombre y la mujer pueden avanzar sin temor por las veredas de los sufrimientos inevitables, que son inherentes a su condición de humanidad, vislumbrando niveles más nobles que deben ser conquistados.

El Espiritismo trazó nuevos programas para la comprensión de la vida y la más eficaz manera de enfrentarla, desafiando el materialismo en su reducto y los materialistas en su escepticismo, ofreciéndoles más seguras propuestas de comportamiento para la felicidad ante las vicisitudes del proceso existencial.

No compadeciéndose de la presunción de los vacíos de sentimiento y soberbios de conocimientos en ebullición de ideas, demostró su fuerza arrastrando desesperados que fueron confortados, violentos que se calmaron, alucinados que recuperaran la razón, delincuentes que volvieron al culto del deber, perversos que se transformaron, ateos que hicieron las paces con Dios, ingratos que se rehabilitaron delante de sus benefactores, miserables morales que se enriquecieron de esperanza y de alegría de vivir, construyendo juntos el mundo de bienestar por todos anhelado.

El Espiritismo trajo el mensaje perfecto de la justicia divina, en cuanto mal traducida por la conciencia humana, contribuyendo para la transformación de la sociedad, mas sin la revolución sangrienta de las pasiones en predominio, que siempre impone una clase poderosa sobre las otras que son debilitadas a medida que van siendo expoliados sus parcos recursos hasta la extinción de sus fuerzas, cuando nuevas revoluciones del mismo género explotan, produciendo desgracias y odios que nunca terminan…

Trabajando la transformación moral del individuo, proponerle el comportamiento solidario y fraternal, la aplicación de la justicia correctiva y reeducativa cuando delinque, concienciándolo de que sus acciones serán también sus jueces y que no huirá de sí mismo donde quiera que vaya.

Todo esa contribución moral fue retirada del Evangelio de Jesús, especialmente de su Sermón de la montaña, en el cual reformuló los valores humanos hasta entonces aceptados, demostrando que el fuerte no es el vencedor de afuera, mas aquel que se vence a sí mismo, y poderoso, en su sentido profundo, no é aquel que mata cuerpos, mas no es capaz de evitar su propia muerte.

Revolucionando el pensamiento ético y abriendo espacio para nuevo comportamiento filosófico, su palabra vibrante y su vivencia inigualable, colocaran las piedras básicas para el Espiritismo en el futuro fundamentar, conforme ocurrió, sus postulados morales a través de la ética del amor bajo cualquier punto de vista considerado.

En los campamentos de luchas que se establecían en el Siglo XIX, cuando la ciencia y la razón enfrentaban la fe ciega y la prepotencia de las Academias y de sus miembros fascinados como Narciso por sí mismo, el Espiritismo surgió como débil claridad en la noche de las ambiciones perturbadoras y lentamente se afirmó como amanecer de un nuevo día para la Humanidad ya cansada de aberraciones de conducta como fugas de la realidad y sueños de poder transitorio, transformados en pesadillas de guerras infames, cuyas secuelas todavía se demoran truncando vidas y dilacerando sentimientos.

La razón de ser del Espiritismo se encuentra en su estructura doctrinaria, diversificada en sus aspectos de investigación científica al lado de las demás corrientes de la ciencia, del comportamiento filosófico con su escuela optimista y realista para el enfrentamiento de ser consigo mismo y de la vivencia ético-moral-religiosa que se estructura en Dios, en la inmortalidad, en la justicia divina, en la oración, en la acción del bien y sobretodo del amor, única psicoterapia preventiva-curativa a disposición de la Humanidad actual y del futuro.

(Página psicografiada por el médium Divaldo P. Franco, en el día 7 de junio de 2001, en Paris, Francia)


(Jornal Mundo Espírita de Noviembre de 2001)

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