Cuando el oscurantismo de la fe dominaba
las mentes, llevándolas al fanatismo desestructurador de la dignidad y del
comportamiento; cuando a cultura, enloquecida por sus conquistas en el campo de
la ciencia de laboratorio, proclamaba a desnecesidad de cualquier preocupación
con Dios y con el alma, en fase à fragilidad con que se presentaban en el
proscenio del mundo; cuando la filosofía divagaba por las múltiples escuelas de
pensamiento, cada cual más arrebatadora e irresponsable, inculcándose como
portadora de la verdad que libera el ser humano de todos los atavismos y
limitaciones; cuando el arte rompía los lazos con lo clásico, lo romántico y la
belleza convencional, para expresarse en formulaciones modernistas,
impresionistas, abstraccionistas, traduciendo, ora a angustia de la su
generación remaneciente de los atavismos y limitaciones del pasado, ora la
ansiedad por diferentes paradigmas de afirmación de la realidad; cuando se
tornaban necesarios diversos comportamientos sociales y políticos para amenizar
la desgracia moral y económica que avasallaba la Humanidad; cuando la religión
perdía el control sobre las conciencias e intentaba rearticularse para
proseguir con los métodos medievales ultramontanos e insoportables; cuando las
luces y las sombras se alternaban en la civilización, surgió el Espiritismo con
su razón de ser para promover el hombre y la mujer, la vida y la inmortalidad,
el amor y el bien a niveles antes jamás alcanzados.
Realizando una revolución silenciosa
como pocas jamás ocurridas en la Historia, tornóse poderosa palanca para el
surgimiento del ser humano, retirándolo del caos del materialismo a que se
arrojara o fuera lanzado sin la menor consideración, para que adquiriese la dignidad
ética y cultural, fundamentada en la identificación de los valores morales,
indispensable para la identificación de los objetivos esenciales e insuperables
de la paz interna y de la conciencia de sí mismo durante el transito corporal.
Después, en el College de France,
proclamando que Jesús era un hombre incomparable,
en su memorable discurso, el académico e inmortal Ernesto Renán confirmaba, a
su turno, aunque sin contacto alguno con la Doctrina naciente, la humanidad del
Rabi galileo, rompiendo la tradición dogmática del Hombre Dios
o del ancestral Dios hecho hombre.
Bajo la acción del cincel inexorable de
las informaciones de más allá del túmulo, el decantado reposo o punición
eterna, el arbitrario juicio más punitivo que justiciero, cedían lugar a la
conciencia de la vida exuberante que prosigue a la muerte afora imponiendo a
cada cual la responsabilidad por la conducta mantenida durante la trayectoria
cerrada.
Las narraciones de la sobrevivencia
tocadas por la legitimidad de los hechos fundamentadas en la lógica de la
indestructibilidad del ser espiritual, daban colorido diferente a los paisajes de la Eternidad,
diluyendo las fantasías y mitos que las adornaron por diversos milenios.
Permitió que el ser humano se
redescubriese como Espíritu inmortal que es, preexistente a la cuna y
sobreviviente al túmulo, facultándole comprender la finalidad existencial, que
es emerger en el océano del inconsciente, donde duermen los actos pretéritos y
las construcciones que proyectan directrices para el momento y el futuro,
finalmente diluir las voluminosas barreras de sombra y de crueldad a que se
entregó y que le obnubila la comprensión de su realidad, emergiendo en triunfo,
para que lubrique la inmarcesible luz de la verdad que lo ha de conducir por
los infinitos derroteros del porvenir.
Intoxicado por los vapores de la
organización fisiológica, sumergido en sombras que le impiden el
discernimiento, vagando por los dédalos interminables de la busca de la
realidad, solamente al precio de la fe razonada y lógica, portadora de los
instrumentos que se derivan de los hechos constatados, el hombre y la mujer
pueden avanzar sin temor por las veredas de los sufrimientos inevitables, que
son inherentes a su condición de humanidad, vislumbrando niveles más nobles que
deben ser conquistados.
El Espiritismo trazó nuevos programas
para la comprensión de la vida y la más eficaz manera de enfrentarla,
desafiando el materialismo en su reducto y los materialistas en su
escepticismo, ofreciéndoles más seguras propuestas de comportamiento para la
felicidad ante las vicisitudes del proceso existencial.
No compadeciéndose de la presunción de
los vacíos de sentimiento y soberbios de conocimientos en ebullición de ideas,
demostró su fuerza arrastrando desesperados que fueron confortados, violentos
que se calmaron, alucinados que recuperaran la razón, delincuentes que
volvieron al culto del deber, perversos que se transformaron, ateos que
hicieron las paces con Dios, ingratos que se rehabilitaron delante de sus
benefactores, miserables morales que se enriquecieron de esperanza y de alegría
de vivir, construyendo juntos el mundo de bienestar por todos anhelado.
El Espiritismo trajo el mensaje perfecto
de la justicia divina, en cuanto mal traducida por la conciencia humana, contribuyendo
para la transformación de la sociedad, mas sin la revolución sangrienta de las
pasiones en predominio, que siempre impone una clase poderosa sobre las otras
que son debilitadas a medida que van siendo expoliados sus parcos recursos
hasta la extinción de sus fuerzas, cuando nuevas revoluciones del mismo género
explotan, produciendo desgracias y odios que nunca terminan…
Trabajando la transformación moral del
individuo, proponerle el comportamiento solidario y fraternal, la aplicación de
la justicia correctiva y reeducativa cuando delinque, concienciándolo de que
sus acciones serán también sus jueces y que no huirá de sí mismo donde quiera
que vaya.
Todo esa contribución moral fue retirada
del Evangelio de Jesús, especialmente de su Sermón de la montaña,
en el cual reformuló los valores humanos hasta entonces aceptados, demostrando
que el fuerte no es el vencedor de afuera, mas aquel que se vence a sí mismo, y
poderoso, en su sentido profundo, no é aquel que mata cuerpos, mas no es capaz
de evitar su propia muerte.
Revolucionando el pensamiento ético y
abriendo espacio para nuevo comportamiento filosófico, su palabra vibrante y su
vivencia inigualable, colocaran las piedras básicas para el Espiritismo en el
futuro fundamentar, conforme ocurrió, sus postulados morales a través de la
ética del amor bajo cualquier punto de vista considerado.
En los campamentos de luchas que se
establecían en el Siglo XIX, cuando la ciencia y la razón enfrentaban la fe
ciega y la prepotencia de las Academias y de sus miembros
fascinados como Narciso por sí mismo, el Espiritismo surgió como débil claridad
en la noche de las ambiciones perturbadoras y lentamente se afirmó como
amanecer de un nuevo día para la Humanidad ya cansada de aberraciones de
conducta como fugas de la realidad y sueños de poder transitorio, transformados
en pesadillas de guerras infames, cuyas secuelas todavía se demoran truncando
vidas y dilacerando sentimientos.
La razón de ser del Espiritismo se
encuentra en su estructura doctrinaria, diversificada en sus aspectos de
investigación científica al lado de las demás corrientes de la ciencia, del
comportamiento filosófico con su escuela optimista y realista para el
enfrentamiento de ser consigo mismo y de la vivencia ético-moral-religiosa que
se estructura en Dios, en la inmortalidad, en la justicia divina, en la
oración, en la acción del bien y sobretodo del amor, única psicoterapia
preventiva-curativa a disposición de la Humanidad actual y del futuro.
(Página psicografiada por el médium
Divaldo P. Franco, en el día 7 de junio de 2001, en Paris, Francia)
(Jornal Mundo Espírita de Noviembre de
2001)
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