sábado, 25 de febrero de 2012

DESTINO


El destino se construye a cada momento de nuestra existencia. Si es verdad que hoy navegamos por el río de la vida con la canoa que construimos con los golpes del marrón de nuestros propios actos, también es verdad que nos cabe remar en el sentido que deseamos y sujetándonos a avanzar lenta o velozmente en el rumbo a ser alcanzado. A cada instante reforzamos los mantenimientos de nuestro bagaje por el apoyo de corazones amigos que promueven amparo fraternal.

Nuestro libre albedrío nos permite, a todo momento, echar fuera del barco el lastre excesivo de las piedras de la culpa que inmaduramente juntamos en el transcurrir de nuestra jornada. El esfuerzo propio para vencer la corriente de las adversidades de la existencia, nos lleva a escoger los afluentes de aguas menos caudalosas, aunque de curso más largo. Sin las sorpresas de las rocas ocultas que desafían nuestra visión limitada. El equipo de a bordo es fruto de nuestras posibilidades, entretanto, la dirección del barco de la vida depende de nosotros.

No hay karma estático. la idea de que el destino ya está indeleblemente trazado existe en las estrechas mentes que se expresan en el desfiladero limitado por las murallas pétreas de la rigidez de percepción. El karma es dinámico y sufre modificaciones a cada pensamiento nuestro. Cuando pensamos, ocurre movimiento de energías, emisión de ondas y creación de situaciones atenuantes o agravantes a los problemas. Es verdad que somos peces libres en el acuario de la vida. No en tanto, estamos limitados a las cuatro paredes envidradas que corresponden a los puntos cardinales de nuestra dimensión física; libres apenas en el espacio dimensional que conocemos, pero inmersos en otros espacios que no percibimos.

En la trayectoria de la vida, los actos constructivos y amorosos además de conquistar la simpatía y el amparo a nuestro derredor, generan vórtices energéticos superiores en nuestra estructura espiritual. La presencia de estas energías sutiles suavizan acentuadamente nuestras desarmonías energéticas, y también reducen nuestras tendencias a determinadas situaciones de desequilibrio y sufrimiento.

En el transito por el campo de la vida podemos, a cada momento, esparcir las semientes de amor que aceleradamente desabrochan en las flores perfumadas del compañerismo, en criaturas que maduran como frutos sabrosos de la solidaridad humana.

El karma, o el DESTINO, deben ser comprendidos siempre como una tendencia a determinadas situaciones resultantes de nuestra naturaleza psíquica, a cual fue elaborada en las múltiples existencias. Nada impide que luchemos contra ellas, al contrario, mentores espirituales nos amparan constantemente infundiendo fuerza para vencer, evitando, muchas veces, sufrimientos innecesarios.

Dr. Ricardo Di Bernardi

No hay comentarios:

Publicar un comentario