Las concepciones materialistas no aceptan el alma, lo entienden que lo que se atribuye a ella no pasa de propiedades del organismo humano. Los autores contemporáneos que adoptan esta posición pueden admitir muchas variaciones en torno do tema. Unos insisten que las facultades humanas son producto del organismo y de su herencia, otros valorizan más la influencia de las experiencias culturales en la constitución del espíritu humano y otros admiten la construcción de la subjetividad en la vida social, mas todos ellos entienden que las facultades del individuo se extinguen con la muerte del cuerpo.
Las concepciones panteístas proponen la indisociabilidad entre el concepto de Dios y del Universo. Esta idea central acomoda diversas variaciones, como la idea de un universo con conciencia, la idea de que Dios es nada más que el universo o la idea que postula que el universo es apenas apariencia, existiendo apenas Dios. Rivail posiblemente tuvo contacto con las tesis panteístas de Plotino, de Espinoza y con las tesis panteístas de las doctrinas orientales, como las de las doctrinas hinduistas y las de las doctrinas budistas. Con relación al Espíritu, Kardec destacó una de las ideas panteístas que afirmaba que el principio inteligente sería extraído de un todo universal, al nacer, y que tras la muerte retornaría a este todo, perdiendo su individualidad “como las gotas de lluvia en el océano”. La individualidad sería, por consecuencia, una ilusión a que estamos temporalmente sujetos.
La concepción espiritualista propone la existencia de un “ser moral, distinto e independiente de la materia y que conserva su individualidad tras la muerte”. Ella entiende que la inteligencia y las otras facultades psicológicas tienen su origen en este ser distinto, y no son un mero producto del funcionamiento del organismo. Esta concepción abarca un gran número de escuelas de pensamiento. Religiones como el catolicismo, los movimientos protestantes, el islamismo y los cultos celtas son igualmente espiritualistas. Como a esta idea central, Kardec adicionó otras ideas que obtuvo en comunicación con los espíritus, él consideró mejor crear un nombre para este nuevo conjunto de concepciones sobre el Espíritu, que denominó Espiritismo.
La Concepción Espírita
La concepción espírita que encontramos en la obra kardeciana, acepta la idea general espiritualista, expuesta arriba, y le hace diversas contribuciones. Allan Kardec desarrolló el concepto a partir de dos grandes fuentes: la observación de las facultades de médiums y de sonámbulos y el diálogo con los espíritus que se manifestaban y sus reuniones y en las de grupos con los cuales mantenía contacto.
Allan Kardec trabaja con dos definiciones de espíritu en “El Libro de los Espíritus”: el Espíritu como un principio y los Espíritus como seres.
Como principio el Espíritu es la fuente de la inteligencia, de las capacidades cognitivas, sin lo cual un cuerpo no posee conciencia de sí y del mundo a su derredor. El codificador subscribe el decir de su interlocutor, que afirma que el Espíritu es quien “intelectualiza la materia”, esto es, permite la existencia del hombre encarnado y de los animales superiores, una vez que estos últimos presentan rudimentos de cognición. Kardec afirma que el origen de los pensamientos reside más allá del cuerpo, aunque éste sea el principal medio de comunicación de las ideas entre los espíritus encarnados. Este concepto de Espíritu, es una abstracción con fines pedagógicos, una idea que explica el origen extra-corporal de la consciência de sí, de la individualidad y de la capacidad de pensar y de percibir sin el intermedio de los órganos de los sentidos. El Espíritu, entretanto, no existe, una vez que ele sólo es encontrado en el universo revistiendo algún tipo de materia, sea la materia densa (espíritu encarnado), sea la materia sutil o fluido universal en un estado próximo al primitivo (espíritu desencarnado).
Como seres, los Espíritus son los “seres inteligentes de la creación”, que pre-existen y sobre-existen al cuerpo. Son creados por Dios, que los hace constantemente. Los espíritus son creados en condiciones de igualdad, “simples y ignorantes” 7, dotados de potencial y libertad de escoger para desenvolverse. De su relacionamiento con los demás espíritus y con la naturaleza sobreviene el desenvolvimiento intelectual y moral. No se concibe en el Espiritismo la existencia de seres especiales creados para la práctica del mal (demonios) o para la práctica del bien (ángeles). En el uso del libre albedrío, entretanto, los espíritus escogen lo que desean hacer, pudiendo practicar actos de crueldad, intolerancia, mezquindad y otros considerados malos o actos de benevolencia, caridad, sabiduría y dedicación, considerados buenos.
En cuanto el Espíritu sería una fuente irradiadora de pensamientos, sin forma humana, los Espíritus son encuentran envueltos por un periespíritu, un involucro semimaterial 12 que generalmente asume la forma humana, mas que es moldeable por las emanaciones del Espíritu.
Los espíritus (las personas consideradas muertas, por tanto) son capases de comunicarse con los hombres vivos (que denominamos “encarnados”) a través del pensamiento, y se hacen percibir por algunas personas que poseen una capacidad especial denominada mediumnidad. Los médiums son capaces de percibir, consecuentemente, a los Espíritus (el Espíritu revestido del periespíritu) y sus emanaciones (pensamientos, sentimientos, deseos, etc.).
A partir del tipo de pensamientos, intenciones, palabras y acciones de lo cotidiano de un espíritu, se le cualifica la condición interior. Así como los hombres, hay diversos tipos de espíritus: ignorantes, pretensiosos, bondadosos, sabios, etc. Kardec propuso una escala para clasificar los espíritus, que auxilia al estudioso y al practicante de la mediumnidad a identificarlos, preservándolos de creer en todo lo que dicen.
Allan Kardec también emplea el término alma para referirse a los espíritus, mas restringe o su empleo a los espíritus encarnados, posiblemente para evitar confusión.
En la concepción espírita los Espíritus son perfectibles, y se reencarnan diversas veces hasta que se tornen puros. El olvido aparente de las experiencias pasadas no constituye un obstáculo al desenvolvimiento, una vez que el bagaje adquirido por los espíritus continúa influenciándolos bajo la forma de impulsos y de predisposiciones. Los espíritus no se reencarnan inmediatamente tras la muerte, permaneciendo un tempo más o menos dilatado en el mundo de los espíritus, estado éste que Kardec a veces denomina erraticidad cuando aplicado a los espíritus que aún tienen que reencarnar.
El alma tiene por origen el principio inteligente 19 que se encuentra en los seres inferiores de la creación. Este principio se “individualiza poco a poco” y desenvuelve las capacidades humanas, teniendo “conciencia de su futuro, capacidad de distinguir el bien del mal y la responsabilidad de sus actos”. Teniendo, una vez, desarrolladas las capacidades humanas, el principio inteligente puede ser denominado Espíritu.
Un punto importante desarrollado por el Codificador es con respecto a las sensaciones y percepciones de los espíritus y hay todo un estudio sobre la vida de relación con los otros espíritus, los hombres y la naturaleza cuando los espíritus se encuentran en el intervalo entre encarnaciones, cuyos detalles escapan al propósito de este trabajo.
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