sábado, 11 de febrero de 2012

ESPIRITISMO Y SOCIOLOGÍA

Muchas son las personas que creen que el Espiritismo se desentiende enteramente de la vida material. Y esta suposición es en un todo errónea. Claro que la doctrina espírita no preconiza el nivelamiento general, por cuanto las desigualdades sociales no tienen meramente su origen en causas económicas, sino que, antes bien, se relacionan con el principio reencarnacionista, cuyas consecuencias sociales ningún economista ni sociólogo de predicamento ha querido aún reconocer, pero que constituyen un hecho de evidencia lógica.

¿Cuál es el problema mayor del siglo pasado y de éste? A no dudarlo, la cuestión social, cuyo carácter se ha tornado más grave tras la primera guerra mundial de 1914–18. La lucha entre el capital y el trabajo —claro está que en diferentes aspectos— viene acompañando desde hace centurias la evolución de la sociedad humana. Las dos contiendas mundiales del siglo XX, y todas las otras que le siguieron (frías o calientes, han traído nuevos problemas, nuevas formas de reivindicación, pero el conflicto permanece siendo insoluble, porque no se ha logrado aún el equilibrio entre la producción y el consumo, así como entre el poder adquisitivo y la distribución de los recursos.

Precisamente, a propósito de la desigualdad de las riquezas, se lee lo siguiente en "El Evangelio Según el Espiritismo", capítulo XVI, § 8: “...La fortuna, repartida con igualdad, daría a cada uno una parte mínima e insuficiente”.

Punto, éste, constitutivo de una tesis económica —tesis actual— que ha dado materia para muchas discusiones sobre los problemas de postguerra. ¿Está o no está el Espiritismo al día con los problemas actuales?

Para un economista lleno de prejuicios intelectuales fuera absurdo admitir que el Espiritismo trate asimismo de cuestiones atañederas al terreno económico. En la proposición que sigue tenemos un postulado económico, y de absoluta actualidad:
“... Si la producción de una comarca resulta insuficiente, ha menester buscarla más lejos.” (Ibídem, Capítulo XVI, § 7. Trad. cast., ed. cit.)

Con lo que se prescribe el intercambio económico, el trueque de productos entre las varias naciones, principio que destruye en su base el sistema proteccionista, asaz debatido en estos últimos años. La doctrina proteccionista —que carece de consistencia, porque los pueblos se orientan hacia el intercambio, hacia la libre permuta, puesto que no hay lugar para el aislamiento— imponía trabas aduaneras a la entrada de productos extranjeros. Empero, la ética política aconseja el intercambio como fundamento de la buena convivencia internacional. A este respecto, la enseñanza de El Evangelio Según el Espiritismo se acuerda con la de El libro de los Espíritus, visto que afirma este último: “Si la civilización multiplica las necesidades, multiplica también los orígenes de trabajo y los medios de vivir; (...) La naturaleza no puede ser responsable de los vicios de la organización social ni de las consecuencias de la ambición y el amor propio”. ("El Libro de los Espíritus", Libro Tercero, Capítulo V, comentario de Allan Kardec al §707. Trad. cast., Barcelona, 1892.)

Bien se echa de ver que la buena organización social, permitiendo el libre trueque de medios de subsistencia, puede perfectamente mantener el equilibrio general, sin pretender la igualdad absoluta, que resulta imposible. La doctrina espírita es más clara todavía cuando expresa: “...Las diversas aptitudes de los hombres no dependen de la naturaleza íntima de su creación sino del grado de perfeccionamiento a que han llegado los espíritus encarnados en ellos”. (Ibídem, Libro Tercero, Capítulo IX, comentario de Allan Kardec al §805. Trad. cast., Barcelona, 1892.)

Aquí, pues, entra el Espiritismo en los dominios de la sociología, puesto que trata de la posición del hombre, su comportamiento y sus posibilidades de cooperación en la vida social. Todo individuo normal es necesario y útil al organismo social. Más no existe aún una sociedad bien organizada, en condiciones de poner por obra la distribución inteligente y juiciosa de los individuos, aprovechando la capacidad de cada cual dentro de la esfera de sus recursos materiales, intelectuales, profesionales, etc. Es el Espiritismo una doctrina coherente, desde que no cree en las soluciones mecánicas y artificiales, sino que sustenta, como base de la armonía social, la buena distribución de los valores humanos, dentro del curso universal de la evolución.

Extraido del libro: El Espiritismo y los Problemas Humanos por Deolindo Amorim

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