El
término deshonestidad es utilizado para describir los actos pícaros, la
corrupción, la falta de probidad, la ausencia de integridad, mentir o ser
deliberadamente una persona engañosa. El mal
carácter es adverso a la propiedad, es indecente; deshonrado, es escandaloso y
así sucesivamente...
¿A
propósito, somos realmente honestos? ¿Somos mentirosos? Contemporizamos con la
rapiña, con los fraudes, La evasión de impuestos, el engaño. A rigor, ser
incorruptible requiere disciplina. Ser honesto demanda disciplina moral y
ética, coraje, para combatir las malas tendencias, diligencia para no consentir
caer en la perdición de hacer trampas.
La
deshonestidad remite a la fantasía instantánea de llevar ventaja inescrupulosa,
con todo ciertamente quedaremos a merced de la inevitable cobranza de la
conciencia y no hay como engañarla. La conciencia no se corrompe, en ella están
sentadas las Leyes de Dios, es ella la que nos alerta y trae la realidad de las
circunstancias y actos que practicamos cuando actuamos de mala fe, sirviéndonos
de la infeliz ley de provecho insensato.
Cuando alguna persona nos pregunta si somos incorruptibles, normalmente la
indignación nos invade la mente, solo por creer que alguien duda de que seamos
honestos. ¿Muchas veces nos pronunciamos honrados, más será que verdaderamente
lo somos siempre, o es solo de apariencia esa virtud?
Si
rozamos o abollamos involuntariamente un automóvil en el estacionamiento, cuyo
dueño no está presente, tendemos a huir del lugar, en vez de colocar un aviso
del incidente, dejando nuestro teléfono o una nota para contactar. ¿Cuántas
personas no obedecen la orden de una cola de los bancos, cines, hospitales etc.
intentando encontrar formas de
ocupar el lugar reservado para aquellos que vinieron antes?
Acostumbrados evaluar negativamente a los ladrones, asesinos, encarcelados en
penitenciarias de una forma general.
¿Todavía,
será que fuera de las prisiones hay superávit de gente honesta? ¿Cuántas veces
compramos productos de origen dudoso para evadir impuestos? ¿Cuántas veces
devolvemos el cambio que la cajera del supermercado nos dio de más? ¿Cuántos
mecánicos de automóviles, técnicos de frigoríficos, de televisión, máquinas de
lavar, de ordenadores mienten
para cobrar más caro?
¿Cuántas
veces estacionamos en el aparcamiento del anciano o deficiente sin ser anciano
o deficiente? ¿Cuántos usan de su autoridad para anular multas de transito?
¿Cuántos beben alcohol y conducen ebrios? No nos asombra que administradores se
apropien de los fondos públicos; que empresarios renuncien para tener El máximo
lucro. Según las estadísticas consagradas, Brasil es uno de los países mundialmente
campeón en corrupción, haciendo asociación a determinados diminutos países
africanos. ¿Qué tipo de ambición exorbitante y estúpida está en la base de la
deficiencia de carácter capaz de olvidar todos los escrúpulos para con la
conciencia y aprovecharse tan sagazmente del cofre del Estado? No somos el
primer, el único, o el último en anunciar ese sequito de vicios, con todo la
prensa, frecuentemente, edita y expone tales hechos, francamente execrables y
con gran repercusión negativa.
Algunas
veces pronunciamos en la tribuna que el verdadero espirita es honesto en todo
lo que hace. Si es presidente de una casa espirita precisa presentar los
movimientos financieros a los frecuentadores. Es indispensable tener
transparencia en la prestación de cuentas, mensualmente, con los
contribuyentes de la casa espírita. Creemos que es simple obligación anotar en
el “cuadro de avisos” al público, la comprobación de la correcta aplicación de
los recursos recibidos. Los dirigentes que así proceden ven patentadas la
credibilidad de la institución que
administran y la pureza de sus intenciones.
Cuando
los dirigentes son omisos y no prestan cuentas es evidente que quedamos
atónitos y avergonzados principalmente cuando sabemos, por la prensa, que
algunas instituciones “filantrópicas” desvían recursos, emiten recibos forjados
de falsas donaciones, dejan de pagar impuestos etc.…
Es
imponderable que hay instituciones que reciben, a guisa de
donaciones,
ropas, calzados, alimentos, electrodomésticos, etc. y los administradores se
apropian de ellas. Es irremediable que existan instituciones que acepten
donaciones, hasta de objetos valiosos y sus directores se apropian de las
mejores piezas antes de exponerlas en los bazares llamados “caritativos”.
La
prudencia continúa siendo nuestra mejor consejera. Por cuestión de conciencia
ética, sabemos que un autentico espírita tiene que ser fiel a los principios
que la Doctrina de los Espíritus impone y tener noción de que la honestidad es
práctica obligatoria para todo ser humano, sobretodo, para un cristiano.
¿O será
que debemos reivindicar pedestales en los panteones terrenos por ejecutar
dignamente aquello que es nuestra obligación hacer? es imperiosa romper con los
valores invertidos, con el baño de ética, con la recuperación de la honestidad.
En la
condición de espíritas, sabemos que, para la consustanciación de la “patria del
evangelio” será imperativo una renovación mental y de comportamiento urgente en
el país. Si quisiéramos vivir un panorama social armónico, debemos empeñarnos
para promover una reforma ética generalizada entronizando la fuerza de la
integridad moral.
Traducido por Mercedes Cruz Reyes
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