viernes, 26 de diciembre de 2014

ADORADORES DE LIBROS


     Algunos adoran la Biblia, y no al Padre. Resulta alarmante comprobar esta verdad. Muchos individuos afincan todas sus inquietudes espirituales en la contemplación y adoración de determinados libros, sin sentir la necesidad de elevar el pensamiento en alas de la inspiración, la lógica y la investigación. Reducen todas sus inquietudes al deseo de aprenderse lo que encierran las páginas que alguien escribió. Se aferran a esa costumbre y resultan inconmovibles, sin que valgan explicaciones ni demostraciones que a otros resultan claras evidencias.

     Adoradores de libros los ha habido en todos los tiempos. Representan un tipo de mentalidad, que arraiga leyendas y supersticiones. No les interesan las conquistas de la razón y del pensamiento. No creen que haya otras verdades, en otros libros, ni más autoridad que la de X autor. Les ciega un fanatismo traidor que los sofoca y atrasa, impidiéndoles la posibilidad de obtener distintas informaciones, que les servirán para realizar útiles comparaciones.
     Son irreductibles seguidores de "tesis", que no quieren saber de las antítesis, ni mucho menos, de la síntesis. Forman una misma y triste familia, aun cuando los hallamos en las religiones, las artes, las ciencias y el Espiritismo. Los adoradores de la Tora, los de la Biblia, los de los libros de Kardec, o de Trincado, o de Emmanuel, o de Ramatis; todos son iguales. Los espiritistas que sólo han leído los libros de Kardec, no lo han entendido; porque él no cesa de recordar que debe leerse todo, para conocer y compararlo todo, y elegir luego.
     Los libros no son fines, sino medios. Con ellos el estudioso se informa y se instruye; pero, sólo meditando y evocando las diversas lecturas, se educa. Repetir de memoria trozos o capítulos de un libro, es un prodigio memorístico y una triste práctica bizantina, que sólo impresiona a la gente mediocre. El verdadero saber no se expresa repitiendo las ideas en su forma original y primitiva, sino traduciendo dichas ideas enriquecidas por la experiencia personal. Quien se precie de “saber", debe leer mucho para asimilar nuevos aportes. Las auténticas verdades no son las que permanecen inalterables, sino las que se remozan con los nuevos hallazgos científicos.
     Quienes se dicen "espiritistas" y creen que nada ha cambiado desde los tiempos de Jesús, de Swedenborg, de Kardec o de Trincado, le hacen un flaco favor al Espiritismo. Admitir que las ideas que ellos expusieron han evolucionado, es honrarlos; porque no se les señala como frenos o muros que detengan el uso del pensamiento.
     Las innegables conquistas de la Humanidad, han demostrado que ya el "cielo" no está arriba. Se aprende mirando hacia abajo. Hacia arriba solo se mira cuando se puede darle el frente al sol, capaces de resistir la luz de la verdad. Ni Marcos, ni Mateo, Lucas o Juan; ni Kardec, ni Trincado, tendrán que responder a las graves cuestiones que los hombres de ciencia y los filósofos, le plantearán al Espiritismo dentro de muy contados años. Cuando, se pida a los espiritistas, que expliquen los hechos que las ciencias oficiales no entienden, no se les podrá responder con citas de los Evangelios, ni con frases de Kardec, o de Juana de Angelis.
     Ya está naciendo, el mundo nuevo, que anunciaron los espíritus orientadores del Espiritismo. Trae problemas nuevos y requerir aún soluciones nuevas, que sólo puede aportar una mentalidad nueva, de hombres nuevos. Hay que abandonar la postración de rodillas, que mantienen algunos que no han visto salir el sol del nuevo día.
     También los espiritistas deben ponerse de pie y en guardia, pues, como se lee en La Misión del Espiritismo, página 20, de Chico Xavier:
"El Espiritismo… exige que sus adeptos también abandonen las sandalias empolvadas del mundo ilusorio, en el portal del templo del Espíritu".
     El hombre antiguo tenía como lema de su vida: "ME ES INDISPENSABLE CREER PARA ENTENDER"; pero, el dominio teológico ha sido vencido por las comunicaciones, la investigación y la tecnología, y el hombre contemporáneo se expresa de esta otra manera: "ME ES INDISPENSABLE ENTENDER PARA CREER".
     Los conocimientos adelantan según la razón se desarrolla. Cada idea, cada ciencia, cada ramo del saber ha sufrido, 3 metamorfosis: la primera estuvo determinada por la influencia teológica. Sólo guiaba el sentido íntimo de la conciencia en un mundo desconocido, y sin otro maestro para distinguir lo bueno de lo malo, lo justo de lo injusto. La inteligencia concibió la Causa de las causas, y atribuyó al Creador, no sólo los primordiales hechos, sino también los privados y finitos; y personificando hasta las abstracciones de la mente, todo, fue Dios, excepto, Dios mismo.
     La segunda metamorfosis se debió a los esfuerzos de la razón para comprender el "yo" en el caos de la inteligencia y la intuición, así como las verdades materiales y contingentes. Esta etapa o metamorfosis, fue metafísica y abstracta.
     La tercera, hija de la duda, para hallar la verdad revisó los hechos y produjo la evidencia que trajo la certidumbre, y la razón, en su energía, pudo apreciar el hombre y al mundo como, son en sí. Esta metamorfosis se llama CIENCIA, y es una etapa positiva; porque busca el conocimiento observando los hechos de la realidad.
     La etapa teológica, que fue la primera, alcanzó su perfección al proclamar la existencia de un solo Dios y de la inmortalidad del alma. La etapa metafísica, al fundir las deidades primitivas en la gran entidad llamada Naturaleza, facilitó la búsqueda de la verdad. Pero, la última etapa, la que corresponde a la CIENCIA, no llegará a su apogeo, hasta que consiga presentar la demostración irrecusable de lo cierto, en el problema de la individualidad, personalidad, eternidad, preexistencia y supervivencia del espíritu. Demostración que solamente podrá hacer una ciencia, y no lo hará jamás una religión. Hay que solidarizarse con Carl du Prel, y repetir estas palabras:

"Es una vergüenza científica que todavía exista un desconocimiento tan profundo de la cuestión mas importante para la Humanidad: la inmortalidad".
     Por lo mismo, los espiritistas que sientan este llamado que se le hace a sus conciencias, para que escuchen las recomendaciones de Kardec y otros auténticos Maestros, que insisten en que se practique un Espiritismo "bien entendido", deben rectificar la ruta, enderezar sus pasos por el campo de la ciencia, y reservarse para la intimidad de sus sentimientos, los deseos de adoración mesiánica o las preferencias contemplativas.
     Todos los hombres pueden conocer la Ley fundamental de Dios. Pero, no todos, la comprenden bien. El correcto concepto de progreso, coloca al Cristianismo, a veinte siglos retrospectivos, y al Espiritismo, más en el futuro, que en el presente, pues ahora sólo es una ciencia en formación; pero, ciencia al fin. Hoy no lo comprenden todos; pero, todos lo comprenderán algún día; porque esa Ley no hay que subir a buscarla en el monte, ni está escrita en piedra. Se halla escrita en la conciencia humana.
     Todavía el Espiritismo no puede hacer otra cosa que llevar a una solución aproximada, en cuanto al problema de la inmortalidad, y al del origen del hombre, del Universo, etc. Pero, a diferencia de otras doctrinas, el Espiritismo admite la posibilidad de que no le venga en suerte ofrecer las respuestas definitivas a tales cuestiones, puesto que admite, razonablemente, que hay cosas que son secretos de Dios, quizás por muchísimo tiempo aún.
     Pero, sí hay verdades nuevas, obtenidas gracias a los esfuerzos de los espiritistas. Pero, verdades difíciles de desprender de la mística religiosa en que están incluidas, como acertadamente señaló Charles Richet. Verdades que solo se han obtenido por el camino experimental, buscando respuestas a los planteamientos fundamentales de la filosofía moral, interrogando directamente a la vida, sin saber anticipadamente qué responderá; pero, con la seguridad de que, toda afirmación que haga, deberá ofrecer la comprobación que se le pida. Bueno es, leer aquí, ahora, lo escrito por el espiritista francés León Denis, en “El Espiritismo y las contradicciones de la Iglesia Católica”, que dice así:
     “… un católico ignorante, rutinario y timorato, no aceptará estos antecedentes (encontrar en el Espiritismo, pruebas experimentales para defender el Espiritualismo); pero, un cristiano instruido, informado, y por su cultura intelectual y moral predispuesto a las revelaciones del Más Allá, lejos, de ver en el Espiritismo un enemigo de su creencia, encontrará en él el complemento racional y necesario, de su fe y un nuevo medio de orientar su vida hacia un fin elevado”.

Autor : Pedro Barboza de la Torre



No hay comentarios:

Publicar un comentario