Algunos adoran la Biblia, y no al Padre. Resulta alarmante comprobar esta verdad. Muchos individuos afincan todas sus inquietudes espirituales en la contemplación y adoración de determinados libros, sin sentir la necesidad de elevar el pensamiento en alas de la inspiración, la lógica y la investigación. Reducen todas sus inquietudes al deseo de aprenderse lo que encierran las páginas que alguien escribió. Se aferran a esa costumbre y resultan inconmovibles, sin que valgan explicaciones ni demostraciones que a otros resultan claras evidencias.
Adoradores
de libros los ha habido en todos los tiempos. Representan un tipo de
mentalidad, que arraiga leyendas y supersticiones. No les interesan las
conquistas de la razón y del pensamiento. No creen que haya otras verdades, en
otros libros, ni más autoridad que la de X autor. Les ciega un fanatismo
traidor que los sofoca y atrasa, impidiéndoles la posibilidad de obtener
distintas informaciones, que les servirán para realizar útiles comparaciones.
Son
irreductibles seguidores de "tesis", que no quieren saber de las
antítesis, ni mucho menos, de la síntesis. Forman una misma y triste familia,
aun cuando los hallamos en las religiones, las artes, las ciencias y el
Espiritismo. Los adoradores de la Tora, los de la Biblia, los de los libros de
Kardec, o de Trincado, o de Emmanuel, o de Ramatis; todos son iguales. Los
espiritistas que sólo han leído los libros de Kardec, no lo han entendido;
porque él no cesa de recordar que debe leerse todo, para conocer y compararlo
todo, y elegir luego.
Los
libros no son fines, sino medios. Con ellos el estudioso se informa y se
instruye; pero, sólo meditando y evocando las diversas lecturas, se educa.
Repetir de memoria trozos o capítulos de un libro, es un prodigio memorístico y
una triste práctica bizantina, que sólo impresiona a la gente mediocre. El
verdadero saber no se expresa repitiendo las ideas en su forma original y
primitiva, sino traduciendo dichas ideas enriquecidas por la experiencia
personal. Quien se precie de “saber", debe leer mucho para asimilar nuevos
aportes. Las auténticas verdades no son las que permanecen inalterables, sino
las que se remozan con los nuevos hallazgos científicos.
Quienes
se dicen "espiritistas" y creen que nada ha cambiado desde los
tiempos de Jesús, de Swedenborg, de Kardec o de Trincado, le hacen un flaco
favor al Espiritismo. Admitir que las ideas que ellos expusieron han
evolucionado, es honrarlos; porque no se les señala como frenos o muros que
detengan el uso del pensamiento.
Las
innegables conquistas de la Humanidad, han demostrado que ya el
"cielo" no está arriba. Se aprende mirando hacia abajo. Hacia arriba
solo se mira cuando se puede darle el frente al sol, capaces de resistir la luz
de la verdad. Ni Marcos, ni Mateo, Lucas o Juan; ni Kardec, ni Trincado,
tendrán que responder a las graves cuestiones que los hombres de ciencia y los
filósofos, le plantearán al Espiritismo dentro de muy contados años. Cuando, se
pida a los espiritistas, que expliquen los hechos que las ciencias oficiales no
entienden, no se les podrá responder con citas de los Evangelios, ni con frases
de Kardec, o de Juana de Angelis.
Ya
está naciendo, el mundo nuevo, que anunciaron los espíritus orientadores del
Espiritismo. Trae problemas nuevos y requerir aún soluciones nuevas, que sólo
puede aportar una mentalidad nueva, de hombres nuevos. Hay que abandonar la
postración de rodillas, que mantienen algunos que no han visto salir el sol del
nuevo día.
También
los espiritistas deben ponerse de pie y en guardia, pues, como se lee en La
Misión del Espiritismo, página 20, de Chico Xavier:
"El Espiritismo… exige que sus adeptos también abandonen las sandalias empolvadas del mundo ilusorio, en el portal del templo del Espíritu".
El
hombre antiguo tenía como lema de su vida: "ME ES INDISPENSABLE CREER PARA
ENTENDER"; pero, el dominio teológico ha sido vencido por las
comunicaciones, la investigación y la tecnología, y el hombre contemporáneo se
expresa de esta otra manera: "ME ES INDISPENSABLE ENTENDER PARA
CREER".
Los
conocimientos adelantan según la razón se desarrolla. Cada idea, cada ciencia,
cada ramo del saber ha sufrido, 3 metamorfosis: la primera estuvo determinada
por la influencia teológica. Sólo guiaba el sentido íntimo de la conciencia en
un mundo desconocido, y sin otro maestro para distinguir lo bueno de lo malo,
lo justo de lo injusto. La inteligencia concibió la Causa de las causas, y
atribuyó al Creador, no sólo los primordiales hechos, sino también los privados
y finitos; y personificando hasta las abstracciones de la mente, todo, fue
Dios, excepto, Dios mismo.
La
segunda metamorfosis se debió a los esfuerzos de la razón para comprender el
"yo" en el caos de la inteligencia y la intuición, así como las
verdades materiales y contingentes. Esta etapa o metamorfosis, fue metafísica y
abstracta.
La
tercera, hija de la duda, para hallar la verdad revisó los hechos y produjo la
evidencia que trajo la certidumbre, y la razón, en su energía, pudo apreciar el
hombre y al mundo como, son en sí. Esta metamorfosis se llama CIENCIA, y es una
etapa positiva; porque busca el conocimiento observando los hechos de la
realidad.
La
etapa teológica, que fue la primera, alcanzó su perfección al proclamar la
existencia de un solo Dios y de la inmortalidad del alma. La etapa metafísica,
al fundir las deidades primitivas en la gran entidad llamada Naturaleza,
facilitó la búsqueda de la verdad. Pero, la última etapa, la que corresponde a
la CIENCIA, no llegará a su apogeo, hasta que consiga presentar la demostración
irrecusable de lo cierto, en el problema de la individualidad, personalidad,
eternidad, preexistencia y supervivencia del espíritu. Demostración que
solamente podrá hacer una ciencia, y no lo hará jamás una religión. Hay que
solidarizarse con Carl du Prel, y repetir estas palabras:
"Es una vergüenza científica que todavía exista un desconocimiento tan profundo de la cuestión mas importante para la Humanidad: la inmortalidad".
Por
lo mismo, los espiritistas que sientan este llamado que se le hace a sus
conciencias, para que escuchen las recomendaciones de Kardec y otros auténticos
Maestros, que insisten en que se practique un Espiritismo "bien
entendido", deben rectificar la ruta, enderezar sus pasos por el campo de
la ciencia, y reservarse para la intimidad de sus sentimientos, los deseos de
adoración mesiánica o las preferencias contemplativas.
Todos
los hombres pueden conocer la Ley fundamental de Dios. Pero, no todos, la
comprenden bien. El correcto concepto de progreso, coloca al Cristianismo, a
veinte siglos retrospectivos, y al Espiritismo, más en el futuro, que en el
presente, pues ahora sólo es una ciencia en formación; pero, ciencia al fin.
Hoy no lo comprenden todos; pero, todos lo comprenderán algún día; porque esa
Ley no hay que subir a buscarla en el monte, ni está escrita en piedra. Se
halla escrita en la conciencia humana.
Todavía
el Espiritismo no puede hacer otra cosa que llevar a una solución aproximada,
en cuanto al problema de la inmortalidad, y al del origen del hombre, del
Universo, etc. Pero, a diferencia de otras doctrinas, el Espiritismo admite la
posibilidad de que no le venga en suerte ofrecer las respuestas definitivas a
tales cuestiones, puesto que admite, razonablemente, que hay cosas que son
secretos de Dios, quizás por muchísimo tiempo aún.
Pero,
sí hay verdades nuevas, obtenidas gracias a los esfuerzos de los espiritistas.
Pero, verdades difíciles de desprender de la mística religiosa en que están
incluidas, como acertadamente señaló Charles Richet. Verdades que solo se han
obtenido por el camino experimental, buscando respuestas a los planteamientos
fundamentales de la filosofía moral, interrogando directamente a la vida, sin
saber anticipadamente qué responderá; pero, con la seguridad de que, toda
afirmación que haga, deberá ofrecer la comprobación que se le pida. Bueno es,
leer aquí, ahora, lo escrito por el espiritista francés León Denis, en “El
Espiritismo y las contradicciones de la Iglesia Católica”, que dice así:
“… un católico ignorante, rutinario y timorato, no aceptará estos antecedentes (encontrar en el Espiritismo, pruebas experimentales para defender el Espiritualismo); pero, un cristiano instruido, informado, y por su cultura intelectual y moral predispuesto a las revelaciones del Más Allá, lejos, de ver en el Espiritismo un enemigo de su creencia, encontrará en él el complemento racional y necesario, de su fe y un nuevo medio de orientar su vida hacia un fin elevado”.
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