miércoles, 10 de julio de 2013

LA MENTE HUMANA Y EL ORDEN SOCIAL



LA ESTRUCTURA DE LA PERSONALIDAD; LA MENTE HUMANA Y EL ORDEN SOCIAL; PSICOLOGÍA DE LA INCULTURA; EL FUTURO DE LA MENTE HUMANA Y EL ORDEN SOCIAL

      PRIMERA PARTE

     EL ORIGEN DE LA MENTE
     Todo procede de algo. La mente humana no escapa tampoco al dictado de esta ley. La mente humana no puede entenderse desde sí misma. El hombre es capaz de indagar en sus propias vivencias y de comprenderse a sí mismo por la vía de introspección.
     EL HOMBRE ANTES DE ADÁN
     La historia antes de Adán no constituye una explicación científica de la biogénesis del hombre. Al igual que el resto de los grupos biológicos, el hombre desciende de otras especies inferiores que lo precedieron en el milenario proceso de la filogénesis. Antes de que la especie humana que hoy domina el planeta, hiciera su aparición en el Pleistoceno, hace unos doscientos mil años, otras especies muy parecidas a la nuestra habían existido ya sobre el planeta durante de cientos de miles de años. Antes ya habían existido otras especies pertenecientes también al género homo. Hasta llegar a nosotros, la naturaleza llevó a cabo una larga serie de transformaciones biológicas que se designan con el nombre de hominización.
     Si la evolución es compatible o no con el materialismo, y si la materia o realidad originaria de que procede toda la evolución es eterna o fue creada por Dios, como creemos, constituye una radical cuestión filosófica y teológica, que no puede ser resuelta por los hombres de ciencia.
     En ocasiones repetidas, el hombre ha estado a punto de darse cuenta de que la realidad, tal y como se nos presenta, es fruto de un largo proceso de transformación. Aristóteles, creía, como buen fijista, que el Sol y las estrellas no habían nacido ni perecerían nunca, sino que eran "idénticos y perdurables a través del tiempo infinito". Aristóteles estaba muy lejos de ser un pensador evolucionista; entre otras cosas, su teoría de la sustancia era muy poco compatible con la idea de que unas especies pudieran transformarse en otras. Las formas específicas de Aristóteles eran inmutables, y nada hubiera sorprendido más al filósofo griego que oír que unas especies procedían de otras.
      En 1695, un célebre médico inglés, coleccionista de fósiles, seguía afirmando que en la creación "no hay faltas ni defectos, y nada puede mejorarse...". en pleno siglo de las luces, los cambios naturales, cuando se reconocían, tendían a ser interpretados como degenerativos, o sea, como regreso o degradación de una edad de oro en que la creación había sido perfecta. La idea de que lo superior, el hombre, pudiera proceder de lo inferior. Tardó mucho tiempo en imponerse.
     Herbert Spencer, destacado filósofo del siglo pasado, formuló hacia 1850 una de las primeras teorías generales de la evolución. Este filósofo afirmó que todo el dinamismo cósmico había estado regido por una ley de diferenciación y complejidad crecientes: diferenciación de la materia, primero; de la vida después; y de la sociedad, por último. Después, Charles Darwin se decidió por fin a publicar el origen de las especies, una obra menos general pero más científica. En esta obra magistral, Darwin demostró cumplidamente que, desde hacía millones de años, la vida evolucionaba con arreglo a unas leyes relativamente simples. 
     Para Darwin las cosas ocurrían del modo siguiente. Todas las especies tienden a multiplicarse hasta el punto en que lo permiten los recursos de sus diferentes hábitats. Ahora bien, como los recursos no son infinitos, ocurre que se establece una lucha por la supervivencia o lucha por la vida, en la cual perecen los ejemplares menos aptos, y sobreviven los mejor adaptados. Al sobrevivir los mejor dotados, la descendencia de estos, más numerosa y mejor dotada, tiende a sobrevivir más que la descendencia de los menos aptos; con lo cual, generación tras generación, la selección natural, se encarga de ir modificando poco a poco la naturaleza de las especies hasta originar otras nuevas. Naturalmente, cierta estabilidad del medio, provoca con el tiempo un equilibrio biológico, donde cada especie ha llegado, por decirlo así, a su óptimo de posibilidades adaptativas mediante una adaptación especializada a sus condiciones ecológicos o ambientales. Sin embargo, al producirse cambios en el medio ambiente, cambios climáticos, por ejemplo, tal equilibrio se rompe y es preciso que los individuos tengan que volver a adaptarse a las nuevas condiciones. En esta esfuerzo, algunas de las especies perecen, mientras otras dan origen a variantes que consiguen adaptarse a las nuevas condiciones de vida, hasta constituir nuevas especies, etc. A Darwin le faltaban muchos elementos de juicio para formular una teoría de la evolución de las especies que pudiera estar al abrigo de toda crítica.
     La aparición de los primeros seres vivos, las huellas de los primeros seres dotados de vida, se remontan a un periodo que se aproxima a los 2000 millones de años. En ese periodo, la vida comenzó a emerger de la materia, y desde entonces acá, el proceso ha continuado en un sentido de continuo perfeccionamiento biológico.
    Es evidente que lo superior procede de lo inferior. De la materia inorgánica surgió la orgánica, y de las primeras aglomeraciones vitales, las quimiobacterias y fotobacterias, y así hasta llegar a los primates y al hombre. Admitir esta realidad ha sido, al parecer, muy difícil para los espiritualistas exagerados. No hace más de diez o quince años, algunos fijistas recalcitrantes, mantenían todavía que la materia, con sus energías físicoquímicas, no basta para producir la vida ni pudo bastar para su primera producción. Estos fijistas llegaban en sus concesiones hasta admitir que quizás la ordenación del universo en galaxias, sistemas, etc., a partir de una originaria nebulosa de hidrógeno, fuera concebible sin más intervención divina que la de un acto divina que la de un primer acto de la creación; pero no así la aparición de la vida, acontecimiento singular que requeriría un nuevo y especial acto creador de Dios.
     La vida no ha existido siempre, y las especies superiores tampoco. En consecuencia, si no se quiere tener que recurrir a creaciones milagrosas continuas, es preciso admitir que la vida procede de la materia inorgánica y que las especies superiores se derivan de las inferiores.
     El proceso de hominización
     Probablemente, los restos de los primeros microorganismos que aparecieron en el planeta han desaparecido para siempre. La carencia de partes duras en esos primeros seres vivos y la metamorfosis de las rocas del primer período arcaico permiten augurar que la historia de los primeros pasos de la vida en nuestro planeta permanecerá desconocida para siempre. Los primeros conglomerados orgánicos se originaron en las aguas cálidas de los océanos de hace más de 2000 millones de años. En estos primeros conglomerados orgánicos, se supone que fueron diferenciándose gradualmente algunos órganos elementales, como los orificios bucales y excretorios o los flagelos de las algas, que fueron posiblemente los primeros antecedentes de los órganos de locomoción autónoma de los seres vivos.
     Los primeros prehomínidos hicieron su aparición en el Mioceno, transcurrieron más de 2000 millones de años de filogénesis. Tan sólo desde el Silúrico inferior, en el que parecen los vertebrados ancestrales, hasta el momento en el que emergen los primeros hominoideos, transcurre nada menos que un lapso de cerca de 500 millones de años.
     De una rama del mismo tronco del que proceden los actuales póngidos (Familia de primates arbóreos que incluye a los monos antropomorfos,de cerebro muy desarrollado, complexión robusta, carentes de cola y con extremidades anteriores muy desarrolladas con manos de pulgar oponible, caminaban semi-erguidos.) o descienden también nuestros remotos antepasados, los australophitecos o parántropos. Todavía eran muy semejantes a los actuales antropomorfos, estos australophitecos poseían una faz hocicada y una frente huidiza, con un cráneo hundido con una capacidad craneal que oscilaba entre los 500 y los 600 cm3.
     No está muy claro que los australophitecos fueran un precedente directo de los posteriores pitecántropos. Más bien parece que representaron simplemente una línea divergente, una especie a extinguir que, aunque procedente del mismo tronco básico de los primates, siguió una dirección distinta de la que condujo a los genuinos homínidos. Ya en esta línea y hacia la misma época en que vivió el australophiteco, aparece el homo habilis, posible antecesor del homo erectus.
     En cualquier caso, se sabe que el Pithecanthropus erectus, descubierto en Java por el médico holandés Eugène Dubois en 1891, vivió aproximadamente medio millón de años después que los australopitecos y el homo habilis, y que representa un paso más definido en el proceso de hominización. Claramente, los pitecántropos representan uno de los eslabones perdidos profetizados por Darwin, y aun cuando su mentón rudimentario, su coronilla plana, sus grandes arcos superciliares y su faz hocicada manifestaran características todavía muy alejadas de las del hombre actual, su capacidad craneal se acercaba a los 1,000 c.c. y superaba con mucho a la de sus predecesores los australopitecos, y también a la de los simios actuales. Este grupo hominoideo, que aparece en el Pleistoceno medio y al cual pertenecen también muchos ejemplares del Sinamthropus (1,000-1,100 c.c.), corresponde a una fase de hominización rudimentaria. Reconstruyendo su vida, habitaban en cavernas, utilizaban el fuego, tallaban piedra y hueso, cazando animales grandes (elefantes, rinocerontes, bisontes, oso, antílopes, etc.); pero les faltaban dos ingredientes básicos: un cerebro más desarrollado y cultura. Esos alardes venatorios de los pitecántropos suponían una labor de equipo y un lenguaje elemental capaz de mantener una organización social mínima. El nivel de hominización parece haber sido muy rudimentario. Practicaban el canibalismo, como los actuales antropófagos melanesios, de extraer los cerebros de los muertos para saborearlos como exquisitas golosinas. Su cultura fue más bien una precultura. Una organización social mínima en que unas técnicas subsistenciales rudimentarias estaban al servicio de fines vitales de pura supervivencia.
     Hacia la mitad del segundo interglacial los pitecántropos se extinguieron y fueron sustituidos por grupos ya muy cercanos al homo sapiens de Neanderthal. Cuando este grupo, que dura unos cien mil años se extingue, ya han aparecido los primeros ejemplares del género humano propiamente dichos, esto es, los paleántropos de Neanderthal, de Rhodesia y de Solo, que poseen ya una frente recta, y una dentición que demuestra que las manos han sustituido al hocico en muchas funciones adaptativas, una capacidad craneal muy semejante a la nuestra y una cultura típica del paleolítico inferior. Sabían utilizar el fuego, enterraban a sus muertos de acuerdo con ritos que suponían ciertas creencias religiosas, se pintaban los cuerpos, usaban amuletos y practicaban ritos de caza. Biológica y culturalmente, el hombre de Neanderthal, había traspasado ya los niveles de la animalidad. En el tercer período interglacial, cincuenta mil años atrás, esta especie desapareció sin dejar apenas rastro, y en toda la superficie del planeta quedó, como único representante del género homo, el hombre de Cromagnon, que venía compartiendo la escena paleolítica con el hombre de Neanderthal, quizás desde hacía más de 100,000 años.
     A partir de entonces, una sola especie, la nuestra, quedó a la cabeza del largo proceso evolutivo que, a grandes rasgos acabamos de describir.
     Con su cerebro más desarrollado (1,750 c.c.), este hombre nuevo, neoántropo, produjo una cultura que se desarrolló relativamente poco durante los 100,000 años del Paleolítico superior, pero que a partir del Mesolítico y del Neolítico, comenzó a progresar con ritmo creciente, hasta desembocar en la civilización actual. Biológicamente, apenas podían encontrarse diferencias sensibles entre los primeros hombres de Cromagnon y nuestros contemporáneos; pero las diferencias culturales que nos separan de ellos son fabulosas, al menos en lo que respecta al conocimiento y dominio del mundo exterior.
     A juzgar por lo que opinan algunos biólogos especializados en anatomía del cerebro, la evolución del cerebro humano todavía no se ha detenido; concretamente, hay indicios de que los polos frontales del mismo, es decir, la zona del córtex que más directamente parece intervenir en el ejercicio de las funciones intelectuales superiores, continúa presionando sobre el cráneo en una especie de forcejeo para agenciarse un mayor espacio para su expansión.
     A partir de determinado momento de la evolución biológica, lo que entra en juego para continuar el progreso de la especie, es un factor nuevo: la cultura, la acumulación y transmisión de conocimientos.
     LA MENTE Y LA CULTURA
     Para expresar el giro que experimentó la vida en nuestro planeta, el día en que se completó el proceso de hominización, nada mejor que reproducir las palabras de un contemporáneo de Darwin, Alfred Russel Wallace, que a la par que él formuló algunas leyes importantes de la evolución biológica:
     “Desde el momento en que la primera piel fue usada como prenda de abrigo, desde el instante en que por primera vez se utilizó una lanza para la caza, o se plantó la primer semilla, se realizó una gran revolución en la naturaleza, una revolución sin paralelo en todos los milenios anteriores, porque acababa de surgir un ser que no necesitaba seguir sujeto por más tiempo a los cambios de la naturaleza, un ser que en algún aspecto era superior a la naturaleza misma, por cuanto sabía como controlar y regular sus operaciones, y podía mantenerse en armonía con ella, no a través de cambios corporales, sino mediante un avance de la mente... El hombre no había simplemente escapado al dictado de la "selección natural", sino que incluso había obtenido para sí una parte del poder que, antes de sus aparición era ejercido en exclusiva por la naturaleza misma. Podemos, pues, prever un tiempo en que la tierra sólo producirá plantas cultivadas y animales domésticos, un tiempo en que la selección humana habrá desplazado a la selección natural...”
     Este tiempo ha llegado ya, si bien no bajo el signo paradisíaco que se prometía Wallace. Cada vez resulta mas dudoso que para convertir la tierra en un paraíso baste, según creía Wallace que el hombre desarrolle sus aptitudes superiores. El ser humano puede respetar al prójimo, por desgracia, atropellar sus derechos y exterminarlo. La raíz de estas opciones no está sólo en las aptitudes, está también en el estilo de vida impuesto por la cultura.
     Una vez pasado el Rubicón psíquico de la hominización, el hombre comienza la construcción de la cultura y, con ella, el camino de su humanización. La cultura hay que crearla, y nada hay en la dotación biológica del hombre que le diga exactamente cómo.
     Las estructuras neurobiológicas que abren al hombre el mundo del pensamiento son neutrales, respecto al tipo de cultura que puede hacerse con ellas.
     De lo que se trata es de decidir si el progreso biológico de hominización, tiene una continuación histórica en un proceso de humanización asimismo progresivo e irreversible.
     El progreso humano
     Por supuesto, muchos filósofos, historiadores, sociólogos y antropólogos, han pretendido responder a esta pregunta que acabamos de hacernos. Sin embargo las teorías sobre el progreso son relativamente modernas. Para la mentalidad antigua el cambio implicaba una degeneración o pérdida de calidad de las cosas.
     Los antiguos doctrinarios del progreso florecieron al filo de la Ilustración y de la Revolución francesa. Tanto el idealismo alemán, con Hegel como representante, como la filosofía positivista de Auguste Comte y Herbert Spencer pretendieron formular esquemas generales de la evolución histórica de la humanidad.
     Sin embargo, tan sólo cuando la antropología de fines del siglo XIX se dedicó a investigar a fondo las culturas primitivas, las posibilidades de llegar a una ciencia de la evolución de la cultura comenzaron a vislumbrarse con alguna claridad.
     Para Darwin o Spencer, la aplicación de las leyes de selección natural al ámbito del progreso humano, no significaba la eliminación de los débiles por los más fuertes.
     Darwin en "el origen de las especies", está en la línea dura del liberalismo económico de su tiempo, cuyos exponentes más calificados, como Ricardo, Malthus, y el propio Spencer, llegaron a escribir páginas de una dureza increíble, comparable a las doctrinas del superhombre de Nietzsche y del nazismo.
     Es prácticamente imposible presentar una teoría del progreso humano en que encajan a la perfección todos los datos históricos y arqueológicos conocidos. Es todavía más inconcebible pensar que se ha llegado al estado actual de la humanidad sin pasar por un proceso evolutivo. Algunas etapas de este proceso parecen perfilarse vagamente en sus líneas generales, y aun cuando sea imposible profetizar, cuáles hayan de ser las características de la sociedad futura, sí cabe asegurar, en cambio, que hasta ahora la humanidad ha recorrido un camino histórico progresivo en que no se han registrado regresiones sustanciales. Al hablar de progreso, es preciso distinguir dos dimensiones del mismo: progreso científico y técnico, de una parte, y de otra, moral y artístico.
     Es difícil demostrar que la humanidad, al menos la humanidad histórica, ha progresado sensiblemente en el orden moral y artístico. Es difícil demostrar que las pinturas rupestres del Paleolítico superior sean artísticamente inferiores a la producción pictórica de nuestra época.
     El período nomádico y recolector del Paleolítico duró varios cientos de miles de años, la revolución neolítica supuso el paso a un régimen de vida más estable y civilizado que duró unos diez mil años, y desde entonces acá, los acontecimientos se han ido precipitando sensiblemente. Desde fines del S. XVIII hasta hoy, el mundo civilizado ha sufrido no menos de tres revoluciones técnicas: la primera revolución industrial, entre 1769 y 1850, la de fines de hace dos siglos y principios del XX, y la que se está operando desde la última guerra mundial.
     En el hombre cabe distinguir un cerebro interno, responsable de la vida instintiva y visceral, llamado paleoencéfalo, y un cerebro externo, al que corresponde la corteza cerebral, del que dependen las funciones cognitivas más diferenciadas; es decir, aquellas operaciones cognoscitivas superiores de que indudablemente depende el progreso científico y técnico.
     Así como el neocórtex ha evolucionado notoriamente desde hace unos 100 millones de años, hasta alcanzar el estado de hiperdiferenciación que posee en el ser humano, el desarrollo del cerebro interno permanece más o menos estacionario, en un estadio evolutivo parecido al que ya había alcanzado durante el período de los mamíferos inferiores.
     La humanidad, a partir de una tecnología rudimentaria puesta al servicio de unos fines biológicos, ha ido ascendiendo a niveles históricos de mayor calidad a través de un proceso en el cual, el progreso técnico ha facilitado la mejora de muchos aspectos del vivir.
     La evolución de la mente humana
     El progreso de la civilización vendría a ser como la manifestación tangible de un progreso mental de la especie. La hominización biológica se continuaría así con una humanización histórica de la cual el progreso cultural constituiría la cara exterior, y la evolución psíquica, su dimensión interna y creadora.
     Algunos pensadores dividían el progreso de la humanidad en etapas que correspondían a supuestos estadios evolutivos de la mente humana. Otros mantenían también teorías muy generales sobre la forma en que la mentalidad del hombre primitivo había concebido la realidad en términos de tótems y fetiches, antes de pasar a la fase de las creencias politeístas míticas y religiosas.
     EL DESARROLLO HUMANO
     Para llegar a su plenitud psíquica, el ser humano ha de recorrer un complejo camino que refleja el de la evolución de las especies. A esta evolución individual se la conoce con el nombre de ontogenia.
     Los estadios del desarrollo humano
     Mucho antes de poseer una conciencia desarrollada, el sujeto humano manifiesta una actividad comportamental mediante la cual contribuye esencialmente al mantenimiento y desarrollo de su vida.
     El perfeccionamiento gradual de semejante actividad se estudia en la psicología evolutiva. Antes de llegar a la fase de madurez propia del adulto, el psiquismo humano atraviesa una serie de estadios que han sido estudiados con gran paciencia y detalle. Tales estadios son como momentos o fases relativamente homogéneos que cabe distinguir en el ciclo vital y que aparecen con cierto orden.
     En el ciclo vital se distinguen tres grandes períodos: desarrollo, madurez y vejez. El primero va desde el nacimiento hasta los 25 ó 30 años, y comprende la infancia, niñez, adolescencia y juventud. La madurez o período de relativa estabilidad y plenitud vital, que va desde los 25 ó 30 años hasta los 55 ó 60, edad en la que comienza el período involutivo.
     El papel de la herencia
     ¿Habrá que pensar que todo en el hombre es adquirido y que la herencia no juega ningún papel en el problema del cociente intelectual o de otras características biológicas? No es esto lo que debemos deducir de cuanto hemos dicho hasta ahora.
     Cuando el medio social en que se desenvuelven las parejas de gemelos no varía mucho, la herencia condiciona aproximadamente un 80% de la capacidad intelectual.
     Al variar los ambientes, el índice de correlación disminuye, pero levemente; lo cual indica que, cuando la herencia es idéntica, las variaciones menores del medio carecen de importancia. Por supuesto, si las variaciones del medio aumentaran mucho, el efecto debido a la herencia disminuiría proporcionalmente.

     SEGUNDA PARTE

     LA ORGANIZACIÓN DE LA MENTE; EL SISTEMA NERVIOSO Y EL COMPORTAMIENTO HUMANO
     La evolución de la vida, parece haberse desarrollado como si su eje o vector central de progresión hubiese sido el de cerebración creciente. La vida ha evolucionado como si su finalidad principal hubiera sido la producción de especies dotadas cada vez de mayor capacidad cerebral.
     Conviene dejar señalado desde ahora que las primeras integraciones vitales de la materia alcanzaron su rudimentaria unidad funcional a través de sistemas fisicoquímicos de correlación orgánica, muy anteriores a la aparición de todo sistema nervioso.
     El primer sistema nervioso surgió como una indiferenciada retícula, que en un animal parecido a la medusa, fue aglomerándose en una especie de nódulo, o polo central, que poco a poco asumió la función de mediar entre las irritaciones provocadas por la acción estimulante del medio y las contracciones correspondientes de los órganos de la acción de la acción. Gradualmente, este polo mediador fue complicando sus funciones de mera comunicación entre los estímulos y las relaciones motoras ad extra. También la coordinación de los procesos de adaptación interna del organismo fue poco a poco siendo asumida por el cerebro, el cual concluyó así por convertirse en el órgano regulador por excelencia de toda la actividad comportamental.
     El comportamiento, la conducta y la conciencia
    ¿Qué entendemos por comportamiento?
    Las definiciones perfectas de las cosas reales son imposibles. El comportamiento humano, en líneas muy generales, es nuestro modo de existir en el mundo, es decir, consiste en todo aquello que hacemos para cuidar, mantener y desarrollar nuestra vida.
     La estructura funcional del sistema nervioso
     La unidad básica del sistema nervioso es la neurona, cuya función principal es la conducción de los impulsos nerviosos. Estas neuronas, de las que el cerebro humano cuenta con unos 10000 millones de unidades, se articulan anatómica y funcionalmente en una complejísima manera, que aquí podremos apenas esbozar.
     Desde un punto de vista estructural muy amplio, cabe distinguir en el sistema nervioso tres momentos básicos de honda significación psicológica:
     1.- una primera fase de entrada o recepción de estímulos y de transmisión de los correspondientes impulsos nerviosos hacia el centro del sistema, la cual denominaremos momento de la aferencia.
     2.- un período de elaboración central de las aferencias a distintos niveles de complejidad, al que llamaremos momento de la integración.
     3.- una fase final en la que el cerebro inicia los impulsos de salida que han de enervar los movimientos glandulares o musculares correspondientes a la acción; este momento es el de aferencia.
     Los cerebros electrónicos
     La cibernética está contribuyendo de forma notable al desarrollo de casi todas las ramas del saber humano, entre ellas, al de la biología del cerebro. Pero los ordenadores no son cerebros y no piensan. Son sistemas de retroacción muy rápidos y precisos, que permiten efectuar con infinita rapidez operaciones de cálculo que el cerebro humano lleva a cabo con mayor lentitud, pero nada más. Los sistemas cibernéticos son sistemas retroactivos artificiales que guardan tan sólo cierta analogía con un ser vivo. Los sistemas cibernéticos son incapaces de autoorganizarse y reproducirse; es decir, de progresar por sí mismos en el camino de la diferenciación, asimilando energía del exterior. No se trata de negar con esto el apasionante interés del mundo de la cibernética tiene para la neurofisiología y la psicología. Sólo queremos decir que los ordenadores no "piensan", simplemente potencian la actividad intelectual de sus creadores, los hombres, en un sentido análogo a como cualquier otro instrumento creado por la técnica magnífica y amplía las posibilidades de la acción humana.
     LA PERCEPCIÓN DE LA REALIDAD
     La forma en que la subjetividad humana está adueñada de sí misma culmina en la conciencia refleja de un yo que no sólo conoce lo que hay fuera de él, sino que a la vez se conoce de alguna manera a sí mismo.
     La estructura de esta conciencia, muy difícil de definir, pero vagamente describible en principio como tener noticia o "darse cuenta de", ha sido muy estudiada en los tiempos modernos por una corriente filosófica que se conoce por el nombre de fenomenología. Los representantes de esta corriente, se ocuparon de poner de manifiesto que la propiedad esencial de la conciencia es la de estar siempre referida a algo, la de ser "conciencia de", esto es, la de ser intencional.
     La configuración de los estímulos
     Tratándose de objetos físicos, no percibimos sólo lo que tenemos enfrente; percibimos también lo que llevamos dentro. Muy poca información sensorial nos basta por lo común para poner en marcha los procesos perceptivos con que captamos lo esencial, el significado de una estimulación, que así se nos aparece ya como un objeto determinado y no como un mosaico de cualidades sensoriales sin orden ni concierto.
     Los psicólogos de una escuela alemana llamada de la "forma" estudiaron en su día algunas de las condiciones que favorecían la unificación figural de los estímulos. Por simple que sea, toda experiencia visual se nos articula espontáneamente en forma de fondo y figura. Esos atributos radicales de nuestra percepción, esto es, la figura y el fondo, posee diversas propiedades que han sido investigadas muy a fondo por la escuela de la Gestalt o escuela de la forma.
     La figura tiene forma y contornos acusados, y el fondo carece de ellos. La figura tiene un carácter de cosa dura, sólida, compacta y firme, mientras que el fondo posee un carácter más vago y difuminado. La figura posee un color de superficie, y en el fondo los colores son más transparentes. Y algunas diferencias más.
     El aprendizaje onírico
     La viabilidad de este aprendizaje onírico se ha discutido mucho últimamente. Los psicólogos rusos que han trabajado en este campo pretenden haber demostrado que el hombre puede acumular conocimientos que le son suministrados auditivamente durante el sueño y a niveles de tan leve intensidad que no perturban el descanso. Los psicólogos americanos e ingleses, mantienen la opinión de que los sujetos aprenden, pero no mientras duermen, sino durante una especie de duermevela en que no cabría hablar de sueño genuino. Con estas experiencias se ha abierto un nuevo camino hacia el interior de la mente.
     LOS SABERES DEL HOMO SAPIENS
     Todos los organismos saben como conducirse; pero ninguno de ellos tiene que inventarse su vida, como en rigor ha de hacerlo el hombre.
     Los animales vienen al mundo apertrechados con un impresionante arsenal de instintos que desde un principio los capacitan para adaptarse al medio natural que les corresponde y en el cual quedan ya de por vida enclasados. Los instintos se vengan. Los instintos facilitan la instalación del organismo en la vida, a través de unas pautas innatas de comportamiento que no hay que aprender o, para ser más exactos, que hay que aprender en muy escasa medida.
     Las especies superiores comparten también con el ser humano la capacidad de aprender observando y la capacidad de aprender por imitación; no debemos olvidar que a los niños se los califica a menudo de monos de imitación.
     El desarrollo de la inteligencia
     La inteligencia comienza por ser una función biológica y posee unos limites específicos que varían de individuo a individuo dentro de la especie. Cada persona viene a la vida con un techo intelectual determinado de antemano por la herencia o procesos ocurridos durante la gestación. Lo que ocurre es que la mayoría de las personas permanecen durante toda su vida muy por debajo del límite de sus posibilidades. La superioridad de los genios no se debe exclusivamente a los elevados cocientes intelectuales, con que una naturaleza generosa ha querido dotarlos, sino asimismo a las posibilidades que les brinda su circunstancia social y, muy especialmente, al esfuerzo personal por realizarle a fondo como individuos.
     LOS DESEOS DEL HOMBRE
     El hombre según San Agustín, es deseo: "inquieto está su corazón y no descansará hasta que repose en Dios”. Los psicólogos de hoy, continúan no obstante, insistiendo en la importancia que el deseo tiene en la vida humana, de la cual en el fondo es raíz: no desear nada es, en efecto, una enfermedad mortal para el ser humano.
     La frustración de los deseos
     Para bien o mal, muchísimos de nuestros deseos, intenciones e impulsos, son bloqueados e interceptados por una serie de barreras, que en definitiva, nos impiden satisfacerlos.
     Cuando los impulsos que conducen a la satisfacción de éstas necesidades son interferidos, interceptados o malogrados por barreras u obstáculos, se produce la frustración; es decir, se produce un estado emocional de tono desagradable, muy complejo, en el que pueden entrelazarse sentimientos y emociones, que van desde la confusión, la inquietud o la desazón, hasta un enojo declarado y una respuesta agresiva contra el objeto o la persona causante de la frustración, pasando por sentimientos de vergüenza, azoramiento, etc. Tales estados de frustración, son originados en general por tres tipos de factores: obstáculos, deficiencias y conflictos.
     El inconsciente y el mundo de los sueños
     Las motivaciones humanas no siempre discurren en la superficie de la mente; con frecuencia, los motivos mas serios de nuestra conducta, ni siquiera son presentidos. Freud, fue el primero que hizo uso de ésta fecunda idea.
     Inconsciente, no significa tan sólo que algo no es consciente. Es preciso distinguir desde un principio lo inconsciente de los subconsciente y de lo preconsciente. Para aludir a los fenómenos psíquicos que transcurren sin que tengamos noticia de ellos, un psicoanalista tiene a su disposición el término subconsciente. Para referirse a esos procesos que acaso nos pasan inadvertidos pero están como a flor de la conciencia, a punto de entrar en ella, emplearía probablemente el vocablo preconsciente. Sólo para designar con rigor ciertas pulsaciones y procesos mentales reprimidos por la conciencia, pero actuantes por debajo de ella, un psicoanalista, haría uso de la palabra inconsciente.
     EL GENIO Y LA FIGURA
     El psiquismo humano, guarda cierta relación sistemática con la figura corporal.
     La estructura de la personalidad
     Genio y temperamento son términos en buena medida equivalentes. Por temperamento o genio se entiende en psicología el conjunto de disposiciones afectivas que predominan y tiñen las reacciones habituales de un sujeto y sus relaciones interpersonales.
     La palabra carácter hace referencia a aquellos hábitos de comportamiento que uno ha adquirido a lo largo de la vida y de los que se es más o menos responsable. La naturaleza moral de un individuo se haya íntimamente vinculada a su carácter psicológico.
     LA MENTE HUMANA Y EL ORDEN SOCIAL
     El hombre es autor de la sociedad en que vive. La sociedad puede llegar a ser una suerte de gigantesca prensa que implacablemente configure o desfigure a sus propios creadores. En nuestro tiempo, el giro que va tomando el desarrollo social, con su maraña de acondicionamientos de todo orden, se asemeja, en efecto, cada vez más a un inmenso cepo que amenaza con atraparnos a todos entre sus gigantescos dientes. La propaganda, la publicidad, la organización, la planificación, los controles de todo tipo amenazan con hacer del hombre "un autómata de su sociedad".
     Psicología de la incultura
     La falta de cultura, recluye generalmente al ser humano en un nivel de pensamiento concreto que ha sido caracterizado por diversos autores de manera bastante unánime. Las características que señalamos como propias, del pensamiento concreto, se presentan de forma acusada en determinada zona de la población, es lógico que fenómenos como la superstición, el prejuicio y el autoritarismo, encuentren en ella terreno abonado para su desarrollo.
     El futuro de la mente humana
     Como especie, hemos recorrido un largo camino. Aquella criatura que se puso de pie hace un millón de años, domina ya la Tierra y está a punto de ocupar otros planetas. Las posibilidades de la ciencia, parecen ilimitadas y excitan la mente de intelectuales, artistas y escritores, y también los de los propios protagonistas de la aventura científica.
     Son cada vez más los equipos de trabajo que se ocupan de anticipar de alguna manera, cuales serán las líneas maestras del mundo futuro; la prospectiva ha dejado de ser una dudosa aventura intelectual, para convertirse poco a poco en algo que puede llegar a ser una ciencia fascinante.
     En los informes de esos científicos de la futurización, son muchos los pronósticos que se refieren al futuro más o menos inmediato de nuestro psiquismo: así, el aprendizaje onírico, la percepción extrasensorial, la potenciación de las aptitudes por la vía genética y nuevos medios de aprendizaje, y la comunicación telepática, son anticipaciones, entre otras muchas, que se prevén para un porvenir no muy lejano.
     La sabiduría humana, sin embargo, se mueve entre dos enigmas que parecen indescifrables por principio; a saber,: el misterio del primer origen de todas las cosas y la estremecedora incógnita del último fin. Es, pues, entre los límites insalvables de ese enigma, donde seguirá la mente humana afanándose -esperémoslo- por cuidar de la vida y perfeccionarse a sí misma.
     DISERTACIÓN SOBRE EL LIBRO
    En el libro se nos plantean algunas preguntas como: "¿cuál es el origen de la mente?" o "¿cómo la mente humana se organiza?". Las respuestas a estas y otras preguntas, las encontramos dentro del libro.
     INTRODUCCIÓN
     La pregunta del origen de la mente, plantea una serie de interrogantes durante el desarrollo de ésta, y si ésta, por el motivo que fuera, no se hubiera desarrollado, en que situación nos encontraríamos ahora.
     DESARROLLO
     El hombre primitivo sabía muy pocas cosas acerca del mundo exterior, pero creía muchas sobre el mundo interior y el otro mundo. A nosotros nos ocurre hoy justamente lo contrario, es decir, parece como si nuestras creencias e incredulidades se fueran invirtiendo cada vez respecto a las de los hombres que nos precedieron en la historia. Como contrariedad a lo que ocurría en otras épocas, la credulidad científica de nuestro tiempo no conoce límites, de hecho, no sólo se aceptan como normales hazañas tan realmente increíbles como la del Apolo XI, o los trasplantes de corazón, sino que hasta los pronósticos científicos más aventurados encuentran una acogida bastante favorable por parte de un público predispuesto a admitir como perfectamente naturales las más increíbles hazañas de la técnica.
    Del culto primitivo a los espíritus y de las especulaciones antiguas medievales sobre el alma, se ha pasado, poco a poco a una ciencia de la conducta, desentendida de la conciencia y principalmente preocupada por los problemas biológicos y sociales de la adaptación de los organismos a su medio. Dicho de otra forma, la psicología actual no sólo trata del alma, sino que incluso ha pretendido prescindir de la mente y de su principal signo, la conciencia.
     CONCLUSIÓN
     El desarrollo de nuestra mente ha sido muy importante para nosotros y para el desarrollo de nuestro planeta. Si ésta no hubiera evolucionado, este mundo no sería como lo conocemos ahora, sino que en vez de estar, por así decirlo, a punto de conquistar otros planetas, seguiríamos andando encorvados, y cazando todavía con piedras. Pero, ¿en qué se nota el desarrollo y la evolución, si en algunos países del mundo no se respeta la libertad, y en otros se vive igual que durante la Edad de Piedra? ¿Acaso es que no podemos hacer nada porque no tenemos conciencia de ello?




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