viernes, 19 de julio de 2013

¿QUÉ ES UN CENTRO ESPÍRITA?


Una mansión
do se puede descubrir,
la gran ciencia de sufrir
con justa resignación.
No es un lugar de oración
con sus santos tutelares,
sus artísticos altares
y fuentes de agua bendita,
do eleva el alma contrita
a Dios místicos cantares.

   Un buen Centro, es un taller
de trabajo, de instrucción,
de activa investigación.
¡Es tan hermoso aprender!…
¿Qué es el hombre sin saber?
¿De qué sirve una creencia
si duerme la inteligencia
el sueño de la ignorancia?
¡Hay que acortar la distancia
que hay desde la fe a la ciencia!
 
   Y en un buen Centro espiritista
con acierto dirigido,
halla paz el afligido
y el sabio la luz conquista,
halla el ciego doble vista,
porque llega a conocer
que tiene su padecer
motivo justificado,
pues la semilla ha sembrado
en los hechos de su ayer.

   Hechos, que sombra arrojaron
y que en el lodo le hundieron,
pues por su causa cayeron
los que su ejemplo imitaron.
Los que el deber olvidaron
son luego, los afligidos,
los parias, los desvalidos
víctimas de horribles males;
que en los tristes hospitales
lanzan amargos gemidos.

   Y como son los que lloran
mucho más que los que ríen,
pues los que en gozar se engríen
(aquí poco tiempo moran)
y en cambio, los que deploran
su infortunio, su tormento,
de su fatal sufrimiento
nunca se acaban los días,
y aumentan las agonías
en su desfallecimiento.

   Para esos infortunados
hundidos en el abismo,
les viene el Espiritismo
como Sol en días nublados.
Para los desheredados,
son las comunicaciones
venidas de otras regiones,
dulcísimas armonías.
amorosas melodías
y provechosas lecciones.

   Por esto, los Centros son
tan útiles a mi ver;
si se armoniza el saber
con la sólida instrucción.
Nada de fascinación
ni de nuevos fanatismos
huyamos de los abismos
con los ojos bien abiertos;
antes que todo, despiertos;
dejémonos de optimismos.

   No pensemos que vendrán
otros nuevos Redentores
a darnos frutos y flores
con evangélico afán.
Nada de eso; nuestro pan
nadie lo puede cocer,
nosotros hemos de hacer
la siembra y todo el trabajo;
sin irnos por el atajo,
porque es inútil correr.

   Y para estas enseñanzas
son los Centros necesarios;
donde se uno a los contrarios
y se extinguen las venganzas,
donde días de bienandanzas
anuncian los invisibles
diciendo: –"No hay imposibles
que no puedan ser vencidos;
que muchos hombres unidos
tienen fuerzas increíbles.

   Los Centros son para mí
no Iglesias ni santuarios,
pero los creo necesarios,
porque en ellos la Luz vi!…
Mucho en un Centro aprendí,
(siempre lo recordaré)
ciega a sus puertas llegué
y allí admiré el arrebol
de la aurora, y luego el Sol
de la verdad contemplé.

   ¡Hermanos que me escucháis!
que con afán y desvelo
trabajáis con noble anhelo
por la idea que sustentáis
hoy que a este Centro le dáis
la savia de vuestro amor,
que empleáis todo vuestro ardor
e incansable actividad
en difundir la verdad
y extinguir el error.

   Recibid mi parabién
que es cariñoso y leal;
porque adoro el ideal
que a vosotros da sostén;
todos unidos, al bien
vamos por igual sendero,
esperáis lo que yo espero,
trabajáis con heroísmo
porque un día el Espiritismo
llene el Universo entero!

   ¡Hermanos!… ¡paz y salud!
ni un segundo desmayad,
y difundid la verdad
sin miedo a la ingratitud;
la constancia es la virtud
que os tiene que distinguir.
¡Espiritistas! subir
es preciso hasta las cumbres
diciendo a las muchedumbres:
¡Gloria a Dios y al porvenir!

    Amalia Domingo Soler

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